El último recital

El pedido

      La mujer vestida de negro empezó a frecuentar el local. Ya era famoso porque allí cantaba la prometida del famoso Danny West. La chica se sentó en un taburete y observó todos los movimientos del bar. Observó a los grandotes de seguridad y la ubicación. Él no había vuelto al local. "Seguramente se revuelcan en otro lado", se dijo enfadada. Los medios no hablaban de otra cosa, el compromiso que había sido roto ahora se renovaba por la vuelta del amor. "Qué ridiculo", rió para sí misma. "Ya sabes cual es tu destino, Danny, eres mío o de nadie"...

           Recorrió los lugares más oscuros de Bajo Fondo buscando un arma sin matrícula. En el mismo edificio donde vivía incluso se decía que era un centro de venta de armas y drogas. Conseguía precios para los narcóticos que se metía pero nunca había comprado un arma. Tal vez su jefe pudiera ayudarla. como sabía que le gustaba, quizá pudiera convencerlo de conseguirle una. No debía levantar sospechas. Una mujer como ella, voluptuosa y estridente para vestir no pasaría desapercibida si acudía a uno de esos lugares. Se armó de valor, como cuando debía complacer los pedidos de hombres difíciles de satisfacer, la amplia experiencia que tenía debía servir.

            El gran hombre estaba acomodando unos cajones con las bebidas recién llegadas, tenía el inventario en mano y estaba sumido en las cuentas con una calculadora de mano. De pronto, se sorprendió de ver una figura conocida parada en el umbral de la puerta. Al principio no le prestó mucha atención, se había cansado de rogar a un imposible, se dijo. Esa mujer le gustaba como ninguna otra. Incluso fue motivo de separación con su esposa ya que un par de veces en dormido había dicho su nombre. La curiosidad de su mujer la llevó hasta Moira y le armó un escándalo por lo que no le quedó otra que dejarla ir, se había quedado sin el pan y sin la torta. "¡Y qué torta!" pensó al mirarla con mayor atención.

        Moira se iba acercando lentamente con movimientos sensuales. Primero se soltó el cabello rojizo y echó la cabeza para atrás. Luego empezó a recorrer su propio cuerpo con sus manos. Se tocó el cuello y fue bajando con movimientos sexys, palpó primero un pecho, luego el otro. Él se limitó a mirarla y se restregó los ojos pensando que tal vez fuera una visión. Ella le sonrió y al llegar adonde estaba  lo empujó del pecho hasta hacerlo tocar la pared. Él no reaccionaba, solo abría la boca intentando hablar. Le metió la mano por dentro del pantalón y empezó a masturbarlo suave al prncipio para luego acelerar el ritmo, lo hacía de una forma profesional, luego se arrodilló y le hizo un sexo oral que hizo que él derramara litros y litros de su simiente tanto tiempo guardada.

          Cuando quiso tocarla, ella lo apartó y le dijo..
—Antes necesito que hagas algo por mí —con voz ronca que lo volvió más loco aún. 




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