El último recital

La cena

—Ya que vamos a casarnos, debemos blanquear todo con nuestras familias y amigos —le dijo Danny un día al final de la jornada de trabajo.
—Tu familia ya lo sabe..y ya me conoce —dijo ella.
—Entonces falta la tuya —le dijo él abrazándola. 
—Mi única familia son mi madre y mi amigo Richard —expresó no muy convencida.

—Entonces, cumpliremos con ellos —la besó con dulzura.

       La ponía nerviosa la opinión que pudieran tener la madre y hermanas de Danny respecto de Richard. Eran personas muy convencionales y aparentemente cerradas. Si era motivo para que hicieran sentir mal a Richard por sus prejuicios lo mejor era mantener distancias. Lo mismo para su madre, era una mujer tan sufrida y humilde que no soportaría que hablaran a sus espaldas.
—Los invitaremos a ambos a cenar en la mansión para anunciarles la fecha de nuestra boda —le dijo Danny con mucha certeza.
—¿Crees que estaría bien? Tengo miedo, no quiero que nada arruine lo que hemos logrado —le preguntó acercándose y tomándolo del cuello.
—Nada lo arruinará —le dijo él solemnemente.
   

        La reunión transcurrió sin muchas novedades. Entrenó a Richard para que se vistiera con sus mejores ropas y le costó que su madre al fin hiciera su aparición. Tanto la madre como las hermanas de Danny se comportaron educadamente como correspondía a personas de su "clase", como decían habitualmente. Fueron educadas e hicieron preguntas correctas. Comieron exquisito y abundante. El personal desfilaba con bandejas con platos que nunca habïan desgustado Richard ni la señora Lorette.

       Richard exploraba todo con sus ojos alertas, no quería perderse detalle. Eso logró mantenerlo callado la mayor parte de la velada, algo nunca visto por Daira. Miraba con cariño su cara extasiada. Contó anéctodas divertidas y usó palabras difïciles como "efectivamente" o "paulatino" mientras la novia reía para sus adentros.

        Cuando la velada llegaba a su fin, Danny se puso de pie y tomando de la mano a Daira le obligó a hacer lo mismo.
—Familia, queremos anunciarles que nuestra boda será el 15 de diciembre y será una fiesta íntima, solo con los que estamos aquí y los amigos más cercanos —dijo seriamente y con autoridad para que nadie refutara nada. Daira temblaba impercetiblemente, solo el pudo darse cuenta porq la tenía tomada de la mano. Él se la apretó con fuerza para expresarle que estaban juntos. Ella estaba shockeada. 

     BrIndaron con el mejor champagne. Mary West no podía entender lo que había pasado. Nunca imaginó que su hijo se enamorara de una muchacha de clase tan baja y se rodeara de gente tan ordinaria pero se cuidó mucho de opinar. No había visto a su hijo en mucho tiempo por lo que trataría de evitar que se alejara nuevamente de ella. Ojalá no se equivocara y realmente fuera la mujer adecuada para acompañarlo ahora que Corpus pasaría a otro nivel gracias al matrimonio. Eso les daría muchas más ventajas y dividendos de los que ya tenían gracias a la fusión de acciones. Eran tiempos de cambios, sin dudas...

 

        Esa noche fueron de nuevo a su departamento y se comieron a besos. La felicidad que la embargaba no podía ser mayor. El vino que había tomado por respeto a la señora West quien le había exigido que probara un poco para brindar la había achispado. Empezó a desprender los botones de la camisa de él pero estaba tan apurada que perdió la paciencia y decidió arrancarlos de un tirón. Él se quedó sorprendido. En todo ese tiempo había buscado que ella perdiera los miedos e inseguridades para que al fin tomara la iniciativa y no lo había logrado. El asombro del momento lo dejó tan débil que ella logró empujarlo hasta hacerlo sentar en una silla ancha que estaba a medio camino. Se sentó a horcajadas sin dejar de atacar su cuello y sus hombros con su boca sedienta. Él empezó a tocar sus nalgas y muslos. La dureza que tenía era incontenible. Tenía deseos de tomarla ya mismo.

           Ella lo detuvo pues queria hacerlo disfrutar de cada momento. Bajó lentamente lamiendo la piel de su pecho y luego de su abdomen. Amaba tanto esos tatuajes y soñó tanto tiempo con tocarlos que ahora que los tenía a su merced podía beberlos y hacerlos permanecer para siempre en su boca. Pasó la lengua a uno por uno, como si estuviera haciendo una copia mientras los poros de su piel se contraían del deseo. Se levantó y le dijo al oído.
—Quiero probarte, ¿me enseñas? —le dijo con la mirada llena de lujuria.
—Mi amor, ¿estas segura? —le preguntó él porque a pesar de que lo deseaba enormemente no quería que ella se sintiera obligada. Con ella era diferente. Con ella experimentaba lo que no había sentido por nadie. Ella era virgen la primera vez que la tomó y eso lo tenía con el corazón henchido como si se hubiera llevado un gran premio que valoraba y atesoraba.
         Ella asintió la cabeza sin dejar de mirarlo. Siguió explorando hacia llegar a la parte que tanto anhelaba, lo tomó con sus labios dandole besitos cortos a todo lo largo para luego ir profundizando según le surgía la necesidad. En él, las sensaciones que se atropellaban una a otra no querían esperar.  Terminó rápido para después sentarla en la posición que ella había elegido no sin antes quitarle lo que le quedaba de ropa. No quería perderse ningun pedazo de su piel contra él. La montó con una prisa que pensó que iban a caerse. Luego esperó a que ella continuara a su ritmo ya que era su turno. Desde allí  tenía una vista grandiosa de todo su cuerpo, cosa que por sus inhibiciones no le había permitido hacerlo antes.  

          Cuando ambos alcanzaron el clímax se quedaron largo rato abrazados, agotados pero felices. A ella no le desagradó esa primera experiencia y se preguntó si siempre sería así. Le dio un poco de pudor más tarde cuando se le pasó el efecto del alcohol que habia bebido pero sonreía mientras recordaba las sensaciones que tuvo en un momento único e íntimo entre ambos. 




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