El último refugio

Capitulo 1. Es hora de despertar

Nadie sabe cómo empezó ni cómo terminó, solo que todo se desmoronó de un día para otro. He visto muchas películas sobre el fin del mundo, ya sea por desastres naturales, zombis, monstruos o alienígenas. Estas historias siempre ocurren en países grandes, con economías fuertes. Al verlas, me preguntaba: ¿y Sudamérica? ¿Qué pasa con los países del tercer mundo, sin grandes armas, de los que solo se habla cuando ya han caído en desgracia o han desaparecido?

Soy Katherine López, y vivía en Loja, una ciudad en el sur de Ecuador. Hasta que un día aparecieron... algunos dicen que eran monstruos llegados a la Tierra como meteoritos; otros creen que siempre estuvieron aquí, ocultos. Algunos incluso los ven como un castigo de Dios, señal del apocalipsis. Nadie sabe realmente de dónde vinieron, y las versiones siempre varían. Hay quienes aseguran conocer la verdad, pero al final, todo son simples suposiciones.

Aquel día, el sol brillaba, aunque el clima en este lugar siempre es cambiante, y todo parecía tranquilo. Estaba en la universidad, anhelando volver a casa. Era el día del clásico de fútbol entre Argentina y Brasil, y los amigos de mis padres se reunieron en nuestra casa para verlo. Las clases transcurrieron como de costumbre, hasta que llegó la hora de regresar. Alrededor de las seis, el clima cambió de repente, volviéndose frío y sombrío. Cuando llegué a casa, todos ya estaban allí, con cervezas y comida, y en el centro de todo, mi papá, siempre alegre, me saludaba con una sonrisa.

  • Hola, mi vida. En la cocina hay carne asada deliciosa. Anda, come algo y ven a ver el partido, que ya está por empezar.
  • Buenas tardes, papi. Ya voy.

Entré en la cocina, donde mi mamá conversaba y comía con una vecina.

  • Buenas tardes, disculpen.
  • ¡Hola, Kathy! Te ves muy cansada. Ven, come; la carne está deliciosa —me respondió mi vecina con una gran sonrisa. Era tan bonita... Me hubiera gustado observarla más. La conozco desde siempre, pero nunca pensé que algo ocurriría para no volver a verla.
  • Sí, mi amor. Ahí hay menestra, sírvete. Ya va a comenzar el partido.
  • Okey, voy. Déjame dejar la mochila primero.

Cuando volví, la cocina estaba vacía, así que comí sola, mientras escuchaba la conversación en la sala.

  • ¿En qué ciclo está tu hija, compadre?
  • Ya está en el séptimo. Le faltan dos y será toda una ingeniera.
  • ¡Eso es! Salud por eso.
  • Va a ser la mejor ingeniera, la primera de la familia en graduarse en esa carrera. ¡Salud!

Me gustaba escuchar a mi padre hablar con tanto orgullo de mí. Él no pudo estudiar en la universidad, ni mi mamá, debido a problemas económicos, y comenzó a trabajar desde muy joven. A veces me asustaba la gran confianza que tenía en mí, así que me esforzaba al máximo para no decepcionarlos y ser un ejemplo para mis dos hermanos menores.

De repente, la transmisión se interrumpió:

“Se suspende el partido por motivos gubernamentales. Pedimos disculpas a los presentes y a los televidentes. Los acuerdos respectivos se informarán en unos minutos. Por favor, espere hasta nuevo aviso.”

  • ¿Qué sucedió? No puede ser —dijo Allan, un vecino de la cuadra.
  • Bueno, muchachos, igual tenemos que acabar con esta cerveza, jajaja —respondió su papá, riendo.

Mientras ellos seguían conversando sobre trabajo y otras cosas, me retiré a mi cuarto.

<NO PUEDE SER, SUSPENDIERON EL PARTIDO Y YO APOSTÉ, AHHHHH>
Me escribió Elena, mi amiga de la universidad. Ella es de otra ciudad; como decimos, es foránea.

<Te dije que no apostaras. Para la próxima me haces caso.>
<¿Puedo ir a dormir a tu casa?, estoy mmuy sola es lo malo de ser foranea>
<Claro, ven. Te estaré esperando.>
<Wiiii, voy ahora mismo. Ya te escribo cuando llegue.>

Me sorprendía lo rápido que la gente creaba memes; todas mis redes estaban llenas de ellos, y todos hablaban del partido. También me preguntaba cómo Elena llegó tan rápido. En solo 15 minutos ya estaba aquí.

<Ábreme, estoy afuera. ¿En tu casa hay una fiesta?>
Voy. No, son los amigos de mis padres, vinieron a ver el partido.

Bajé las escaleras y me encontré con todos riendo y tomando. Siempre encuentran cualquier motivo para reunirse y celebrar.

  • Mamá, Elena vino. Voy a abrir la puerta.
  • Ponte un abrigo antes de salir, que te vas a enfermar —respondió mi madre, algo enojada.
  • Está bien, me llevaré esta cobija.
  • Bien.

Salí de la casa y abrí el portón. La verdad, no hacía tanto frío, aunque se sentía como si algo fuera a pasar.

  • ¿No te da miedo que a tu amiga le pase algo? ¿Por qué te demoras tanto?
  • Jajaja, perdón, su majestad, por hacerla esperar dos minutos y no rodar por las gradas por bajar corriendo.
  • Chistosa, abre rápido.
  • Pase, señorita.

Entramos a la casa, y el ruido era increíble; en verdad parecía una fiesta.

  • Hola, Elena. ¿Tienes hambre?
  • Buenas noches, doña Beatriz. No, gracias, ya comí.
  • Vamos a subir al cuarto, mamá.
  • Okey, vayan dormirán pronto no se debelen – grito mi mama mientras subíamos las escaleras
  • Tu cama está tan cómoda —dijo Elena, dejándose caer boca abajo.
  • Sí, ¿verdad? Además, compré una nueva cobija súper peludita.
  • Ah, sí, quería mostrarte algo. ¿Supiste de la teoría conspirativa sobre por qué se canceló el partido?
  • No, solo he visto memes —le respondí mientras me acostaba a su lado.
  • Dicen que un alien apareció en la tribuna, con los ojos completamente negros y la cabeza calva. Mira, hay una foto.
  • Parece un disfraz.
  • Sí, tienes razón, parece maquillaje.
  • Mira, aquí dice que las personas salieron full enojadas y prendieron fuego a las llantas. - le mostré
  • Oh, eso es de las manifestaciones antiguas. Pero esto... se ve real, ¿no crees?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.