EL ULTIMO REPORTE
Nadie lo vio venir. Ni siquiera nosotros, el equipo de Observación y Monitoreo localizado en Marte.
La lluvia de meteoritos empezó de súbito, arrasando con buena parte de las instalaciones ubicadas en el exterior. Un asteroide de naturaleza desconocida pasó cerca del sol y debido a la temperatura intensa se partió en mil pedazos. Como cuando tienes un recipiente de vidrio expuesto al calor extremo y de pronto lo enfriaras de golpe.
En la Tierra no pudieron avistarlo a causa de la trayectoria que mantuvo detrás del Astro Rey. Solo hasta que los cientos de fragmentos empezaron a lanzar destellos como si hubiera fuegos artificiales en el cielo, fue posible darse cuenta del horror que viajaba hacia el planeta madre, pero aun así era demasiado tarde.
Los fragmentos cambiaron su trayectoria debido a la gravedad de Venus y pudieron ser vistos cuando estaban a unos miles de kilómetros. Nada pudo hacerse salvo correr a buscar refugio. Las comunicaciones comenzaron a fallar en todo el planeta al quedar inservibles los satélites y todo aparato de enlace. He pensado en ello y en lo poco que fueron capaces de analizar los astrónomos antes de perder señal.
Algún tipo de metal o material ionizante magnificó la radiación solar, haciendo que el planeta volviera a la edad de piedra en unos cuantos minutos. El trozo más grande de roca golpeó Canadá, y Japón quedó reducido a una isla de la tercera parte de su tamaño original luego del Tsunami que se generó al chocar 3 fragmentos a menos de 500 kilómetros de sus costas.
Aquí, los últimos mensajes se recibieron cuando estaban a punto de chocar los meteoritos contra la superficie terrestre. El pánico del astrofísico en jefe de la misión fue escalofriante. Luego de eso, nada. Ni siquiera ruido de fondo.
Dirigimos los telescopios hacia el planeta en cuanto escuchamos los mensajes que hicieron se nos helara la sangre en las venas. Las imágenes fueron dantescas al observar con claridad espeluznante cómo corría la onda expansiva del choque, así como los Tsunamis barrían las costas de buena parte de los continentes.
Fuimos testigos de cómo las luces no se encendieron en ninguna parte del planeta al haber sido ionizados los transformadores, cables eléctricos, y hechos fritura los componentes eléctricos de todo lo tecnológicamente actual en el planeta.
A los pocos minutos, los meteoritos que no chocaron con la Tierra y alcanzaron a desviarse para coincidir con nuestra órbita, impactaron en la base. A diferencia de minutos antes y lo sucedido en el otro cuerpo estelar, no tuvimos terremotos y extrañamente aquí no se interrumpió la energía ni se ionizaron los equipos.
El mayor daño lo sufrió la parte de la Estación Investigadora, al quedar inutilizada por completo. La mayoría del personal se encontraba allí laborando…
Solo cinco personas nos salvamos, que éramos los que estábamos de descanso en el área bajo el subsuelo. Cinco personas de veinte que conformábamos el Primer Equipo Internacional de Trabajo para estudiar las condiciones en vivo del suelo marciano, y generar bacterias que elaboraran suficiente sustrato para plantar la vegetación modificada genéticamente y empezara a existir oxígeno, éramos lo que quedaba de la población del planeta rojo.
Ignorábamos las condiciones en que había quedado la humanidad en la Tierra. Resultaba imposible con lo que teníamos implementar algo para comunicarnos con la Base. Uno de los Ingenieros tuvo el chispazo de que usarían Clave Morse usando un reflector. Ellos sabían que poseíamos un Telescopio capaz de ver con nitidez algo así, pero sin energía eléctrica no podía emplearse algo de potencia suficiente para ser visto de noche.
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Algo en los meteoritos debió soltarse con el impacto, ya que al cabo de un par de días, mis compañeros empezaron a sentirse mal. Fiebre y hemorragias nasales profusas que no controlaban los medicamentos de que disponíamos, fueron acabando con ellos. Debimos transportarlo en los trajes cuando salimos al exterior para inspeccionar lo que quedó de la Base y enterrar a los muertos.
Por alguna razón yo no enfermé, y lo único que resiento es un poco de dolor en las rodillas que al parecer se hincharon un poco.
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Mis amigos en el equipo de Observación y Monitoreo han muerto, y la duda del destino incierto de mis padres junto con mi esposa, me carcome. Discutimos antes de mi partida a la misión espacial, y eso me duele.
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Paso los días en un estado de melancolía total, recordando la última charla que tuvimos mi mejor amigo y yo antes de que falleciera. Tuve que enterrar poco a poco a todos los que fueron compañeros y amigos míos aquí en la base. No puedo dejar de pensar en el orden en que fallecieron…