El Último Rey Dragón

Capítulo 13 Parte I

Me acosté en el pequeño petate dentro de la celda debajo del castillo. Atrás quedaron las bonitas paredes del palacio de jade con incrustaciones de oro. Ahora estaba rodeado de roca gris, plana y húmeda. No más pastel de chocolate y bailes elegantes, había pasado las últimas veinticuatro horas orinando en un orinal mientras usaba este ridículo vestido, que ahora estaba arruinado. Las alas de dragón azul que habían brotado de mi espalda se habían retraído cuando los guardias me llevaron abajo. Regina me había visitado brevemente para decirme que el Rey me estaba investigando por traición.

Parecía arrepentida de tener que decir esas palabras, y luego se fue. Las primeras doce horas, Iloré, llena de miedo. Entonces mis lágrimas se secaron y dieron paso a la ira. Ahora estaba lista para matar a alguien.

¿Cómo se atreve? ¿Todo eato es porqué hice un comentario despreocupado acerca de que él se casará demasiado pronto, entonces me brotan alas y de repente soy una traidora?

Si lo que dijo mi madre era cierto, que mi magia era una amenaza para él, entonces no era mi culpa y no había nada que pudiera hacer. Ya no me encogería ni lloriquearía ante él. Cuando me llevé a la plaza de la ciudad para la sentencia, no derramare ni una sola lágrima ni inclinare la cabeza.

No me disculparía por haber nacido.

Me llamó la atención el sonido de unos pasos en el pasillo ¿Otra bandeja de comida? ¿O tal vez Regina aquí para decirme mi destino?

Me levanté, me sacudí el polvoriento vestido y levanté la barbilla con orgullo. Cuando el propio Rey apareció frente a mis barrotes, no pude reprimir el pequeño gruñido que salió de mi garganta.

Tragó saliva, evaluándome, sus ojos recorriendo mi cabello y luego cayendo sobre mi vestido desaliñado y mis pies descalzos.

—Me gustaría interrogarte. Si me dices la verdad y no mientes, ni siquiera una vez, te dejaré vivir.

—¿Déjame vivir? —grité como un gato salvaje —¿Qué podría haber hecho yo para merecer la muerte?

Entrecerró los ojos y me evaluó. —Abre las puertas.

Mi corazón martilleaba en mi pecho cuando Regina apareció y abrió la puerta.

—Duchate y luego encuéntrame en mi oficina. Recuerda, requiero que me digas la verdad, Arwen —declaró, y luego se fue, sus botas resonando por el pasillo a medida que avanzaba.

Luego, Regina fue seguida por dos guardias, y detrás de ellos mi doncella personal, Narine. No pude evitar las lágrimas que llenaron mis ojos cuando la vi. Se apresuró a abrazarme.

—Siento mucho haber ensuciado el vestido —le susurré al oído. Ella se apartó y me miró en estado de shock.

—No me importa el vestido. ¿Estás bien?

—Vamos, pueden conversar mientras ella se baña —dijo Regina, animándonos a seguir.

Lanzando una mirada en dirección a los guardias, asentí y seguí a Narine a través de una red de escaleras y pasillos hasta que regresamos a mi habitación, con los dos guardias afuera. Regina se quedó en la sala de estar y Narine y yo nos deslizamos al baño. En el momento en que estuvimos solas, sentí que una cascada de emociones me abrumaba.

—¿Kendal está bien?

Narine asintió. —La enviaron a ella y a la mayoría de las otras mujeres de regreso a casa con una bolsa de monedas y comida extra. Ella está en un carruaje camino a Cinder Village.

Eso fue un alivio. —¿Ella sabe lo que me pasó?

Narine negó con la cabeza.

—Me dijeron que les dijera a todos que estabas enferma.

Eso era bueno. No quería que se lo contara a mi madre. Mientras Narine dejaba correr el agua de mi baño, ambas trabajábamos para deshacer el hermoso diseño de entramado de cabello que había hecho, colocando las joyas en el mostrador para devolverlas al joyero del palacio.

Estuvo en silencio un minuto entero antes de finalmente preguntara;

—Mi señora... ¿qué pasó? ¿Traición?

Bien. No se lo habían dicho aun.

—Hice un comentario sobre casarse demasiado pronto después de la muerte de su esposa y luego hice una prueba mágica en la que me salieron alas de dragón azul de la espalda y me encarceló.

Se quedó inmóvil. —¿Te transformaste?

—Supongo. No lo se realmente, de un momento a otro me salieron alas detrás de la espalda. ¡No lo hice a propósito! —prometí.

Ella no se había movido. Sus manos estaban congeladas sobre mi cabello y solo me miró con una expresión de completo asombro.

—Solo los miembros de la realeza de pura sangre se transforman.

Reales de pura sangre.

Mi madre había dicho que la mujer que me dio a luz era de alta cuna, pero no era de la realeza, ¿verdad? Eso la convertiría en una Reina, y en el momento de mi nacimiento, la única Reina viva era la madre del Rey Valdren, quien seguramente no se escapó y tuvo un hijo secreto y murió al dar a luz.

Oh Hades, si yo fuera la hermana perdida del Rey Valdren, vomitaría justo ahora.

Narine pareció leer mis pensamientos por la mirada confundida en mi rostro. Me convenció para que me bañara y luego me ayudó a desvestirme.

—Has oido hablar de Lost Royal, ¿verdad? —preguntó ella, su voz apenas un susurro.

¿Royal Perdido?

Negué con la cabeza, sin saber si la repentina piel de gallina en mis brazos era por su historia o por mi desnudez. Entré en el baño tibio, incapaz de disfrutarlo verdaderamente con mi vida en juego.

Narine empezó a lavarme el pelo.

—Hace unos siglos, había dos familias reales de dragones. Embergate también se dividió en dos territorios, y cada familia real abarcaba una parte. Grim Hollow y Jade City solían ser el hogar del clan Dark Night Dragon, que es el Rey Valdren. Y Gypsy Rock y Cinder Mountain eran el clan Eclipse Dragon.

¿Clan Dragón Eclipse?

¿Por qué nunca había escuchado esta historia? Probablemente porque era algo de algún libro de historia elegante que no obtuvimos en Cinder Village.

—Nunca he oído de esto —dije.

Ella asintió. —Está prohibido hablar de eso. Mi madre me lo contó cuando yo era una niña pequeña.




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