El ultimo show a medianoche: El Torso de la Muerte.

1-Tirá Para Arriba,

Era una fría noche de diciembre de 1956, y la nieve caía lentamente sobre el tejado de una vieja casa victoriana. Desde afuera, la fachada lucía majestuosa y acogedora, con las luces navideñas parpadeando suavemente entre las guirnaldas de las ventanas. En el interior, la calidez de la fiesta de Navidad de una fraternidad femenina llenaba la casa de risas y canciones, con un viejo tocadiscos reproduciendo música de jazz navideña.

Las chicas, con vestidos elegantes y peinados de época, charlaban y bromeaban mientras compartían regalos y brindaban con refrescos y risas que rompían el silencio invernal. Mientras la celebración continuaba, en el ático oscuro y polvoriento, una figura se movía con sigilo.

Un hombre desconocido, escondido entre las sombras, deslizaba una ventana hacia arriba desde el exterior. En silencio, metió un pie y luego el cuerpo completo, hasta quedar dentro de la casa. Avanzaba con calma, cuidando cada paso, como si ya conociera el lugar. Desde la penumbra del ático, se quedó inmóvil, observando la fiesta que transcurría dos pisos más abajo.

Jess Bradford, una de las chicas, reía junto a sus amigas, sin notar el peligro que acechaba en el techo sobre sus cabezas. De pronto, el teléfono sonó. Jess se levantó para contestar, pensando que tal vez era algún amigo que no pudo asistir. Cuando levantó el auricular, el sonido al otro lado no era el de una voz conocida, sino el de una respiración profunda y pesada. Al principio, Jess pensó que era una broma, pero entonces la respiración se volvió más intensa, acompañada de murmullos y susurros distorsionados, frases obscenas que llenaron su mente de un incómodo escalofrío.

—¿Hola? —insistió Jess, tratando de sonar tranquila, aunque su rostro reflejaba incomodidad.

Barbara, o "Barb", una de las chicas más atrevidas, se acercó riendo y le arrebató el teléfono de la mano. Sin importarle el tono amenazante de la voz, comenzó a burlarse del hombre al otro lado de la línea.

—¿En serio, no tienes nada mejor que hacer? —se mofó Barb, dejando escapar una carcajada.

Pero el tono de la voz cambió. La respiración se hizo más violenta y la voz ronca lanzó una amenaza directa y escalofriante:

—Voy a matarlas a todas…

La línea se cortó, dejando a Barb y Jess mirándose, perplejas, mientras el eco de la amenaza flotaba en el aire.

Mientras tanto, Clare Harrison, una de las chicas más reservadas, decidió subir a su habitación, intentando sacarse de la cabeza la inquietud que la llamada había dejado en el ambiente.

Abrió la puerta de su cuarto, iluminado apenas por una lámpara de mesa, y comenzó a empacar algunas cosas para el día siguiente. La nieve caía afuera, y Clare observó las luces navideñas reflejadas en el cristal, perdiéndose por un momento en sus pensamientos.

De pronto, un suave maullido la hizo voltear. Sonrió, reconociendo el sonido del gato de la fraternidad, que solía aparecer de la nada. Miró alrededor, pero no veía al animal. Escuchó otro maullido, más fuerte esta vez, proveniente de su armario.

—¿Gatito? —llamó Clare, divertida.

Se acercó lentamente, abriendo el armario con cuidado. Pero, al abrir la puerta, una sombra emergió de entre la ropa colgada. Antes de que pudiera siquiera reaccionar, el desconocido lanzó una bolsa de plástico sobre su cabeza y comenzó a apretar con fuerza. Clare luchó, rasguñando y tirando desesperadamente, pero sus manos no podían romper el plástico, y el peso del hombre era mucho mayor que el suyo.

Poco a poco, sus movimientos se hicieron más lentos, hasta que finalmente quedó inmóvil, sin perder tiempo, el asesino arrastró el cuerpo inerte de Clare hasta el ático, subiendo cuidadosamente los escalones para no ser escuchado por el resto de las chicas. Una vez arriba, acomodó el cadáver en una antigua silla mecedora junto a la ventana.

El cuerpo de Clare, con la bolsa aún cubriendo su rostro, quedó en una posición extrañamente serena, balanceándose lentamente mientras la silla rechinaba con un sonido lúgubre que resonaba en la oscuridad.

Abajo, las chicas de la fraternidad empezaron a notar la ausencia de Clare. Jess y Barb decidieron subir a buscarla, extrañadas de que no hubiera regresado. Cuando llegaron a su habitación, encontraron sus cosas desordenadas y la puerta del armario entreabierta. Algo no estaba bien. Sin decir palabra, se miraron y siguieron las huellas de pisadas en el suelo, que llevaban hacia el ático.

Al abrir la puerta del ático, lo primero que vieron fue la figura de Clare sentada en la silla mecedora. Al principio, ninguna de las dos entendía lo que estaban viendo, pero al dar un paso más cerca, la realidad las golpeó. Barb soltó un grito desgarrador que rompió el silencio de la noche y reverberó por toda la casa.

Desde el exterior, el grito se escuchó, opacando la calma invernal y anunciando el inicio de una pesadilla. Oculto en las sombras, el asesino escuchaba, satisfecho, mientras se preparaba para cobrar su próxima víctima.

En la pequeña ciudad unos 22 años después, se encuentra una de las tantas jóvenes de esa fraternidad acomodando algunas cosas en una pequeña caja para escuchar unas pisadas desde la escalera haciendo que ella mire dejando ver a un joven de 22 años.

-¿Tenes todo Leo?-pregunta la mujer viendo como el chico se acomoda un poco para mover la cabeza en modo de sí, pero con una cara de desganado-¿No quieres ir a la casa de tu tía?-pregunta dándole un bolso.



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En el texto hay: misterio, asesinato, suspenso

Editado: 25.07.2025

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