El último sobreviviente.

CAPITULO II: De camino.

Caminando por las calles del estado de Montana observo todo a mí alrededor destrozado los almacenes con las paredes caídas y las casas totalmente echas escombro, para mi sorpresa observo una casa que está casi intacta pero eso no es lo que llama mi atención, lo que de verdad logra captar mi interés es un Dodge Challenger del año 1970 color negro perlado.

Corro a verificar su estado y está en perfectas condiciones, aunque es extraño me da igual entro en el, coloco mi mochila en el lado del copiloto, busco en la guantera y observo las llaves, lo enciendo y lo acelero un poco para escuchar el hermoso sonido de su motor 440 V8, no paro de sonreír por fin algo bueno me está pasando por estos lares.

Lo pongo en marcha y comienzo a manejarlo por toda la carretera de Montana dirigiéndome a Canadá, - Con esta máquina no durare mucho en llegar a la frontera. Digo mientras arreglo el espejo retrovisor interno del coche, me distraigo unos segundos observándome en el mismo cuando siento como mi coche es chocado por el lado del copiloto por una gran bola de hierro gigante.

Al momento del impacto mi carro da un par de giros sacándome de la carretera hasta el bosque que se encontraba al borde de la autopista.

Herido salgo del automóvil agarrándome mi brazo izquierdo el cual tengo mi hombro dislocado, extraigo mi mochila del coche destrozado mientras la ajusto en mi hombro derecho, desenfundo mi arma de la cintura y mientras camino voy apuntando al frente. – ¿Que carajos fue eso? –Me pregunto mientras continuo mi camino a la nada solo quiero salir de ese lugar–

Mi respiración esta muchísimo más agitada de lo normal, quizás son las heridas y mi hombro que me causan dolor o tan solo es el poco de temor que traigo conmigo porque aun no comprendo de donde salió esa esfera de hierro gigante la cual me golpeo dejándome en este estado ¿Sera que se trata de los mismos demonios que están por todo el lugar? No lo sé, solo capto que esto cada vez esta mas difícil para mí.

Cae la noche y me siento un momento cerca de un árbol de pino gigante, intento acomodar mi hombro en su sitio respiro hondo y –Crack– Suena un crujido sintiendo algo de dolor pero ya puedo mover un poco con normalidad mi brazo.  – Estas tácticas militares sirven de algo después de todo. –Expreso mientras me recuesto un rato para descansar–

Se siente el frio de la madrugada el cual no me deja dormir junto a los recuerdos de lo que paso en ese pequeño urbanismo el día anterior, todo parece una pesadilla un simple cuento sacado de un libro de ficción. Pero no, todo es real el mundo se ha convertido en un infierno.

– Gruñido –

– ¿Qué fue eso? –Me pregunto mientras apunto mi arma para todos lados sin poder observar nada, ya que hay una neblina espesa a mí alrededor que no me deja tener una buena visualización–

– Gruñido –

De nuevo escucho el sonido de un animal molesto pero esta vez un poco más cerca, saco mi linterna y empiezo a alumbrar de donde proviene el sonido, me sorprendo al ver un estilo de perro raquítico con la piel desgarrada la cual botaba un estilo de liquido amarillo que tenía un olor putrefacto y con unos dientes que me mostraba afiladamente junto a sus ojos rojos que destellaban con mi linterna la cual le estaba apuntando junto a mi arma.

Me quedo paralizado por unos segundo observándolo mientras él también se queda contemplándome fijamente seguramente esperando que movimiento voy hacer. Sin pensarlo más le doy un disparo en toda la cabeza reventándola por todo el bosque, el olor se ponía más putrefacto al hacerle estallar la cabeza así que cojo mi mochila y comienzo a caminar.

– Gruñido –

¿Otra vez? No me jodan, alumbro con mi linterna viendo otro perro del demonio acercándose con rapidez hasta donde estoy, lo apunto y le disparo en todo el cuerpo partiéndolo por la mitad. – ¡Maldita sea! –Expreso enojado y con temor de saber que podría haber más de esos animales extraños en el lugar–

Comienzo a correr por todo el bosque mientras escucho mas gruñidos pero esta vez son como ocho gruñidos los que escucho así que no puedo detenerme solo me quedan dos balas bañadas en agua bendita en mi arma – Maldita sea ¿Por qué no la cargue cuando acabe a ese demonio en la capilla? –Me pregunto con enojo mientras sigo corriendo–

Me siento cada vez mas agitado, mis heridas me están pasando factura, no puedo correr más, el dolor que tengo no me da para continuar, así que me detengo saco de mi mochila la cantimplora con el agua bendita inserto todas mis balas en ella, cargo el arma nuevamente y me quedo esperando las criaturas junto a un árbol.

Mi corazón palpita rápidamente sin parar, me siento asustado.

– Gruñidos –

– Ya me alcanzaron. Digo mientras observo y cuento a trece perros al frente mío, no sé como are pero tendré que matarlos a todos con mi arma, aunque solo en el tambor caben seis balas tendré que cargar rápidamente para que funcione esto.

Respiro hondo y comienzo a disparar mientras me apoyo junto al árbol le quito la cabeza a uno, a otro le quito la cadera, a otro le disparo en el estomago reventándole lo que parecen como tripas por el aire, mato a los seis primeros ahora me faltan siete los cuales se acercan con gran rapidez, cargo mi arma como puedo y sigo disparando matando a los siguientes seis solo queda uno pero este se me lanza encima queriéndome arrancar la cabeza, como puedo lo agarro de la mandíbula deteniendo su mordida pero aun así sus afilados dientes me están lastimando mis manos.



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En el texto hay: apocalipsis demonios

Editado: 10.04.2018

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