EL ÚLTIMO DÍA DE VERANO.

«Para que no me olvides», dice.

«Como si pudiera», contesta él.

La ciudad amanece y ya está despierta, y suena a persianas que suben, a soplos de cafés que humean, a vida que sigue.

Ella se queda un rato más mirando las rosas.

Él se pasa el día, muy lejos de ella, sentado en el banco de un parque romántico donde acostumbran a ir los enamorados, pero ahora en solitario lo sorprende la noche y la ciudad se enciende como un árbol de Navidad.

El día se les va como aquellos besos interminables que parecían que no terminaban nunca.

Inés, 27 años, fotógrafa que siempre lleva la cámara colgada al cuello como quien lleva un corazón de repuesto. Todavía revela en analógico porque dice que las fotos digitales no tienen alma.

«Seis meses pasan volando.», se dice para darse ánimos.

Ella se cruzó en su vida como quien se cruza los dedos, como un gesto rápido que se hace para pedir suerte o desear que algo suceda. Ahora se vuelve a cruzar los dedos, pero ya sin ella.

Ella fue ese "milagro" que llega cuando llega preciso como un golpe de suerte.

Dani, 29 años, batería de un grupo que se llama Los mal amados. Toca en bodas y cumpleaños.

Ella recuerda una frase que él le dijo antes: «Si un día te vas, llévame en tu mochila, que no ocupo mucho espacio.» Le duele esa frase, pero no podía llevarlo con ella.

Cada uno al otro lado del mundo, ambos sienten necesidad de llorar, pero frente a muchas personas se reprimen, pero le cielo no se reprime y llueve. No llueve mucho, la gente se extraña de ver que llueve sin haber suficientes nubes. Llueve con sol, llueve para que los limpiaparabrisas desahoguen su abandono.

Él recuerda lo que ella le respondió:

« Si algún día me voy, y no regreso, prométeme que me irás a buscar. »

Ha comprado un café, pero le parece mucho. Recuerda cuando se sentaban en la terraza del Café del Príncipe y comparten un solo café con leche porque «los cafés saben mejor a medias».