**El Último Viajero**
En una pequeña aldea costera, vivía un hombre llamado Marcos, conocido por todos como "El Último Viajero". Su juventud había sido un torbellino de aventuras, viajando a lugares lejanos y regresando siempre con historias fantásticas y regalos exóticos. La aldea lo admiraba y envidiaba a partes iguales.
Una mañana, ya en su vejez, Marcos decidió contar su última gran historia. Convocó a los aldeanos en la plaza principal, donde se erguía un antiguo roble. Con voz firme pero temblorosa, comenzó:
"En uno de mis viajes, llegué a un país maravilloso donde todo era perfecto. No había hambre, ni guerra, ni enfermedad. Las personas eran felices y vivían en armonía con la naturaleza. Parecía un verdadero paraíso en la Tierra."
Los aldeanos, fascinados, escuchaban atentos. Marcos continuó: "Fui recibido con hospitalidad y me quedé allí por muchos años, disfrutando de la paz y la prosperidad. Sin embargo, un día, empecé a sentir una extraña inquietud. A pesar de la perfección, algo faltaba."
Los niños lo miraban con los ojos muy abiertos, y los ancianos recordaban sus propias inquietudes y sueños no cumplidos. "Entonces, comprendí que había dejado atrás mi hogar, mi gente, mis raíces. La perfección de ese lugar no podía llenar el vacío de mi corazón. Así que tomé la difícil decisión de regresar, aunque sabía que aquí encontraría dificultades y problemas."
El silencio llenó la plaza. Marcos hizo una pausa y, con lágrimas en los ojos, concluyó: "La realidad puede ser dura y a veces cruel, pero es nuestra realidad. Es lo que nos define y nos da propósito. En la lucha diaria, en los momentos difíciles, encontramos nuestra verdadera fortaleza. No busquen la perfección en otros lugares. Construyan su paraíso aquí, en casa, con esfuerzo y amor."
Los aldeanos, conmovidos, se dieron cuenta de que la verdadera riqueza no estaba en los lugares lejanos y exóticos, sino en la comunidad, en el trabajo conjunto y en los lazos que los unían. Así, aprendieron a valorar su hogar y a trabajar por un futuro mejor, enfrentando la realidad con coraje y esperanza.
Y aunque Marcos ya no podía viajar físicamente, su historia continuó viajando en los corazones de su gente, recordándoles que la verdadera aventura de la vida es vivir plenamente el presente y luchar por un mañana mejor.