El Último Viajero

CAPÍTULO 2

 

Alemania 1941

El viento helado de aquella tarde grisácea provocaba susurros entre el viento con olor a pólvora. La guerra era inminente, a pesar de los intentos de reprimir la tensión entre Alemania y los líderes de los países miembros de la Sociedad de las Naciones, las cosas no parecían nada alentadoras.

Por lo que muchos de los judíos se vieron obligados a desplazarse, con suerte algunos lograrían sobrevivir, sin embargo no todos corrían con la misma suerte. Puesto que la guerra inundaría la tierra de sangre y terror, grandes campos de batallara darían lugar a cementerios de soldados caídos e inocentes.

Algunos a pesar de la opresión del régimen alemán se atrevían a exponerse. La llegada de los magos atrajo la atención de muchos de los soldados, dejando pasar desapercibida su presencia, ellos llevaron a cabo algunas presentaciones. Repentinamente en el quinto acto se habían reunido más personas de lo esperado, eso hizo que los magos sintieran aceptación y triunfo. Alegremente comenzaron con su presentación, con la que aseguraban dejan boquiabiertos a todos.

—¡Un aplauso para el señor Maschwitz! —Dijo la voz de uno de los animadores de los supuestos magos del milenio, o al menos eso argumentaban—. Él malabarista más ingenioso de todos los tiempos, nos deleitará con una demostración que desafiará a la propia muerte.

La gente se alborotaba como una bandada de gaviotas, en la plaza más concurrida de Alemania, la mayoría de los alemanes que se encontraban en ese lugar eran mujeres y niños, pero eso no impedía la presencia de numerosos soldados entre la multitud, algunos hacían alarde de sus hazañas con los aliados nuevos.

Francia e Italia se habían integrado junto a Alemania después de ser forzados por las tropas nazis. Por lo que ese día la plaza se encontraba abarrotada de muchos soldados en los alrededores de la plaza.

—La nueva invención ante sus ojos. Nuestro voluntario tratará de escapar de la ruleta de la muerte mientras le disparo dagas con fuego. —Maschwitz sonaba tan animado y convincente de presentar un acto magistral, que el mismo era preso de su ego—. Pero esperen, —continuo hablando enaltecido de si mismo—; la ruleta estará en movimiento, poco a poco le iré arrancado la ropa con las preciosas dagas. Así que si él no desea quedarse desnudo deberá de liberarse rápido.

El silencio fue absoluto. Maschwitz Pensó que en ese momento era el centro de atención. Sin dudarlo comenzó a lanzar algunas dagas haciendo que uno de ellos rozara una pierna de aquel hombre inconsciente, quien dejaba entrever unos cincuenta años de edad, su aspecto descuidado hacía pensar que estaba al borde de la muerte.

Por un instante algunos de los soldados se vieron las miradas, luego todos comenzaron a reír en son de burla. El señor Maschwitz estaba desconcertado, su mirada se inundó de furia por unos instantes, luego uno de los soldados le arrojo una piedra, esta cayo en el rostro del mago. No se hizo esperar a algunos decir al unisonó.

—¡Mátenlo! Es un judío.

—De ninguna manera —respondió Maschwitz—. No soy un maldito judío. He traído a vosotros entretenimiento. Pero si os molesto con mi presencia, me marcharé.

—Todo aquel que promulgue algo insensato será ejecutado. —Hizo saber uno de los generales que se encontraba entre la multitud—. Dadle una lección para que jamás olvide que nosotros no perdonamos ningún acto de rebeldía.

—¡Por favor! No. Suplico compasión.

—Atenlo y destruid todas sus pertenencias. Bajen al hombre atado en la ruleta, sánenlo y averigüen quien demonios es.

Los soldados asintieron las órdenes del Coronel Roderscher.

Al momento de que el Coronel se marchará, varios de los soldados dieron inicio a un desastre entre las carpas pequeñas instaladas de los gitanos, afortunadamente, ellos no traían consigo a sus hijos. Al señor Maschwitz después de atarlo a un tronco enorme en la plaza, los soldados comenzaron a golpearlo, al igual que los otros cinco que lo acompañaban, el hermano menor de Dammir quien era el amigo de toda la vida de Maschwitz lo habían golpeado con piedras, dejándolo irreconocible, él gemía por el dolor. Mientras que los otros tres eran golpeados con látigos.

Poco a poco la vista del señor Maschwitz comenzó a nublarse, comenzó a sentir sus parpados pesados y al cabo de unos segundos se desmayó. Mientras él se encontraba inconsciente, Dammir fue asesinado y quemado, por otro lado dos jóvenes de piel morena que los acompañaban como servidumbre fueron llevados como esclavos.

Al cabo de unas horas Maschwitz recobró la conciencia, tosió varias veces escupiendo sangre de su boca, encontrándose entre la realidad y la confusión de una inminente pesadilla se dijo para sí, que él no moriría. Al tratar de reconfortarse así mismo, ciertamente había acertado, se vio en la necesidad de saber de sus acompañantes.



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Editado: 27.08.2018

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