El Último Vínculo: La Luna de Oakhaven

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Arianna Almonte siempre se había sentido un poco fuera de lugar en la bulliciosa ciudad. Con su cabello rojo fuego que caía como una cascada de rubíes, su piel tan pálida como la nieve recién caída y unos ojos celestes que parecían retener fragmentos de cielo, era una visión llamativa en medio del gris urbano. Sin embargo, su espíritu anhelaba algo más, una conexión más profunda con la naturaleza que sentía en lo más hondo de su ser. Por eso, cuando surgió la oportunidad de un proyecto de investigación cultural en un remoto pueblo en las profundidades de un país extranjero, no dudó ni un instante.

​Empacó su vida en dos maletas y se despidió de la caótica sinfonía de la ciudad para embarcarse en un viaje que cambiaría todo lo que conocía. El tren la llevó lejos, la carretera se hizo más estrecha y finalmente, un viejo autobús la dejó en las afueras de un lugar llamado Oakhaven.
​El aire de Oakhaven era diferente. Fresco, limpio, con el dulce aroma de la tierra húmeda y el pino. Alrededor del pequeño caserío se alzaban majestuosas montañas cubiertas de densos bosques, sus cimas besando las nubes como guardianes ancestrales.

El sol se filtraba entre los árboles centenarios, creando patrones de luz y sombra que danzaban en el suelo del bosque. Era un lugar de belleza salvaje y una tranquilidad que Arianna nunca había experimentado.

Dominic DankWolf, por su parte, había esperado pacientemente. Durante quinientos veinticuatro años, había sentido el vacío, la ausencia de su otra mitad. Como el Alfa más poderoso de la manada Luna Creciente, llevaba la carga de su gente y la soledad de su inmortalidad. Su figura alta y musculosa era una manifestación de su fuerza y resistencia, mientras que su cabello color chocolate caía sobre unos ojos verdes tan intensos como los bosques que custodiaba. Era una presencia imponente, un líder nato, pero en su interior, un lobo antiguo anhelaba a su mate.

​La manada sentía su inquietud, su constante vigilancia. El aire se había cargado de expectación en las últimas semanas. Había una "sensación" en el viento, un rumor entre los árboles de que algo importante estaba a punto de suceder. Dominic lo sentía en cada fibra de su ser. Su lobo estaba inquieto, vibrante, respondiendo a una llamada lejana que se acercaba.

​Un día, mientras Arianna exploraba un sendero menos transitado en las afueras del pueblo, buscando la inspiración y la tranquilidad que tanto anhelaba, se encontró con una imponente figura emergiendo de la espesura del bosque. Era alto, increíblemente musculoso, con una mirada penetrante que la detuvo en seco. Sus ojos eran del verde más profundo que Arianna jamás había visto, y su cabello, oscuro como la tierra fértil, contrastaba con su piel ligeramente bronceada.

Un choque eléctrico recorrió el cuerpo de Arianna, una sensación extraña y poderosa que nunca antes había experimentado. Dominic, por su parte, se quedó paralizado. Quinientos veinticuatro años de espera se disolvieron en ese instante. El aroma de vainilla y pino, el brillo de esos ojos celestes, el fuego de ese cabello... Su lobo aulló dentro de él. Ella era. Su mate. La mujer que había estado buscando a través de siglos.

​Sus ojos se encontraron, y en ese cruce de miradas, el destino de dos mundos diferentes se selló. Ella, una joven de la ciudad con un espíritu indomable. Él, un Alfa inmortal con un corazón que había esperado más de medio milenio. Oakhaven, el pueblo tranquilo en medio de bosques y montañas, estaba a punto de convertirse en el escenario de una leyenda.




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