El sol ya había iniciado su descenso hacia el oeste cuando Dominic y Arianna abandonaron el Círculo de Juramentos. La tarde se alargaba, tiñendo el bosque de tonos ámbar y púrpura. La caminata de regreso, aunque cuesta abajo, fue larga, y el silencio de Arianna no pasó desapercibido para Dominic.
"Estás muy callada," comentó él, manteniendo su paso medido y constante. La necesidad de protegerla crecía con cada minuto que pasaba bajo su supervisión; su lobo estaba en un estado de alerta constante, oliendo y escuchando todo a su alrededor, asegurándose de que el camino estuviera despejado.
Arianna sonrió, un poco cansada pero radiante. "Estoy agotada, pero es una fatiga feliz. Simplemente, estoy asimilando todo. Los Centinelas, el Círculo de Juramentos... La densidad de la historia aquí es abrumadora. Me hace sentir tan pequeña, y al mismo tiempo, conectada a algo muy grande."
"Eso es precisamente lo que el bosque quiere que sientas," dijo Dominic. "Humildad ante el tiempo, y un profundo sentido de pertenencia."
Mientras descendían, Dominic aprovechó la oscuridad creciente para introducir más de las verdades de su mundo bajo el disfraz del folclore. Necesitaba que ella se acostumbrara a la idea de lo extraordinario.
"Dime más sobre las historias de protección," pidió Arianna. "Mencionaste que la manada... la gente de Oakhaven—depende de la luna. ¿Cómo afecta eso su vida diaria?"
Dominic frunció el ceño ligeramente, eligiendo sus palabras con cuidado, aunque el crepúsculo le daba la ventaja de ocultar su expresión.
"Nuestra gente está estrechamente ligada a los ciclos lunares," explicó. "Es una conexión biológica, se podría decir. Algunos creen que la luna llena trae una oleada de energía, una especie de 'fiebre' ancestral que nos hace más fuertes, más rápidos y más sensibles a nuestro entorno."
"¿Una fiebre?" preguntó Arianna, intrigada, sacando su grabadora de voz para capturar sus palabras. "Eso es fascinante. ¿Cómo manejan esa fiebre? ¿Hay rituales?"
"Hay una necesidad de control," admitió Dominic, y esta vez, su tono se volvió serio. "La energía es tan potente que puede volverse destructiva si no se canaliza correctamente. Los hombres deben retirarse y someterse a la disciplina, a menudo en las profundidades del bosque, para garantizar que esa fuerza no se use mal o asuste a los que no la entienden. Es un sacrificio que hacemos para proteger el equilibrio del pueblo."
Arianna tomó notas. "Es una metáfora poderosa para el control de los impulsos primarios. El hombre salvaje domesticado por la comunidad."
Dominic sonrió para sí mismo, complacido. Estaba plantando la idea de una naturaleza dual y de una necesidad de aislamiento cíclico, sin revelar la palabra "cambio."
El bosque se había vuelto oscuro, los sonidos nocturnos comenzaban a dominar el silencio. Dominic caminaba ahora justo detrás de Arianna, su presencia una pared de calor y seguridad. De repente, él se detuvo, sintiendo el aroma de un cervatillo asustado a lo lejos.
"Escucha," susurró Dominic.
Arianna se detuvo de golpe. El silencio se hizo total, pesado. Solo escuchaba su propia respiración y el fuerte latido de su corazón. "No oigo nada," dijo suavemente.
"Exacto," corrigió Dominic. "El bosque está en calma. Eso no es natural. Los animales se han ocultado. Significa que algo más grande está cerca, y sabe que estamos aquí."
Él se movió a su lado, sus hombros casi rozándose. La proximidad era electrizante.
"No te preocupes," continuó Dominic, su voz extrañamente protectora. "Es probable que sea solo uno de mis perros de guarda. Vienen a asegurarse de que el territorio esté seguro, especialmente cuando hay un forastero." Son mis guerreros Beta que están verificando que el Alfa está seguro con su mate, pensó él.
Arianna sintió un escalofrío de emoción, la clase de miedo que viene con la aventura. "Tu vida parece sacada de una novela de fantasía, Dominic."
"En Oakhaven, la realidad es a menudo más fantástica que la ficción," replicó, guiándola hacia los últimos tramos del camino.
Finalmente, la cabaña de Arianna apareció a la vista, su pequeña ventana proyectando un brillo reconfortante en la oscuridad.
Cuando llegaron al porche, Arianna se giró hacia él, sus ojos azules brillando en la penumbra.
"Ha sido el día más fascinante de mi vida," dijo ella. "Me abriste una puerta. No sé cómo agradecértelo."
Dominic levantó la mano, deteniéndola antes de que pudiera buscar dinero o un regalo. "Tu gratitud es suficiente. Disfruté de la compañía y de ver el bosque a través de tus ojos frescos."
Dominic se quedó en el porche, su figura imponente eclipsándola. La tentación de tocarla, de reclamar el vínculo era insoportable.
"Descansa, Arianna," le dijo, su voz ronca. "Necesitas recuperar energías. El bosque puede ser implacable, incluso para el más fuerte."
"Gracias, Dominic," susurró ella. Abrió la puerta, luego se detuvo y se giró. "Mañana... ¿continuamos? Tengo que fotografiar ese arroyo que mencionaste, el de las flores raras."
El lobo interior de Dominic aulló de alegría ante la simple promesa de otro día. "Por supuesto, mi flama. Estaré aquí a la misma hora."
Observó hasta que la puerta se cerró y escuchó el clic de la cerradura. Solo entonces, sintiendo la mirada de sus guerreros a lo lejos, el Alfa se permitió el lujo de sonreír. Había guiado a su mate a través de su territorio, sembrándole la verdad, y ella había regresado a su lado. La espera de años estaba a punto de terminar.