El Último Vínculo: La Luna de Oakhaven

Capítulo Diez: Las Mentiras del Protector

Dos días después del incidente de la tormenta, la tensión era un hilo fino y casi invisible que se extendía entre Arianna y Dominic. La rutina había regresado: el paseo matutino, la exploración del bosque, la recogida de historias. Pero Arianna ya no miraba a Dominic con la misma sencilla fascinación. Ahora, había escrutinio en sus ojos.

Habían llegado a una pequeña cascada, el "Velo de la Novia," según la manada. Mientras Arianna instalaba su trípode para capturar la niebla del agua, se giró hacia Dominic, que estaba vigilando en silencio, como de costumbre.

"Necesito hablar contigo sobre el otro día," dijo Arianna, su voz firme.

Dominic se enderezó. Había estado esperando esta conversación. Su lobo se encogió ante la necesidad de engañar a su mate, pero el Alfa sabía que era la única forma de garantizar su seguridad. Se acercó a ella.

"¿Sobre el lobo?" preguntó Dominic, manteniendo su voz neutral.
"Sí, sobre el lobo, y sobre ti," respondió Arianna, dejando la cámara. "Dominic, por favor, no me mientas. Adrenalina. Entiendo el concepto, pero lo que hiciste no fue humano, o al menos no normal. Lanzaste un animal de casi cien kilos como si fuera una bolsa de papel. Tu fuerza, tu velocidad... no eres simplemente un 'guardián del bosque' fuerte."

Arianna lo miró fijamente. "He estado aquí dos semanas. Te he visto mover rocas que tres hombres no podrían. Te he visto desaparecer en la oscuridad sin un sonido. Y en la plaza, no actuaste con miedo, sino con... una furia fría, como si estuvieras acostumbrado a dominar depredadores."

Dominic sintió el dolor de la verdad en sus palabras. Ella estaba tan cerca de entenderlo todo. Su lobo aulló internamente: Dile. Ella es tuya. Ella lo aceptará. Pero la experiencia de quinientos veinticuatro años le gritó precaución. La verdad la expondría a la manada y a sus enemigos.

Dominic bajó la mirada, adoptando una pose de profunda resignación, una que pocas veces usaba.

"Tienes razón, Arianna," dijo, su voz grave y baja. "Hay cosas que no te he contado. Es parte de la razón por la que vivo aquí, en las afueras. No soy solo un hombre de pueblo."
Arianna dio un paso hacia él, su rostro lleno de una expectación cautelosa.

Dominic comenzó a tejer la mentira, usando fragmentos de verdades que la harían entender, pero que la mantendrían lejos de la única verdad peligrosa.

"Mi pasado no es tan simple. Yo serví. Fui parte de una... unidad especial. Pasamos años entrenando en la guerra de la sombra, en los entornos más duros. Nos enseñaron a movernos sin ruido, a tener reflejos inhumanos, a usar la furia como una herramienta."

"¿Ex-militar?" preguntó Arianna, intentando encajar la pieza en el puzle. "Eso explicaría mucho, pero ¿la fuerza? ¿El lobo?"

"La fuerza es en parte entrenamiento y en parte... mi maldición," continuó Dominic, tocando la cicatriz en su ceja, un gesto que Arianna nunca había visto antes. "Un accidente hace años me dejó con una condición. Un dolor crónico que solo se alivia a través del ejercicio constante, la lucha. Y sí, ciertas sustancias que me recetaron, para mantener la calma, me dieron una fuerza y una resistencia anormal. Es el precio que pago por el servicio. Por eso me retiro al bosque. Es la única forma en que puedo manejar la 'fiebre'."
Dominic estaba usando sus propias palabras sobre la "fiebre" lunar, dándoles un giro humano.

"El lobo... el animal," continuó, mirando hacia el bosque con una intensidad sombría. "Cuando la adrenalina se dispara, esa vieja formación resurge. El entrenamiento nos enseñó a dominar. Al lobo lo dominé con la fuerza bruta. No estoy orgulloso de ello, pero ese animal iba a matar a un niño."

Arianna se sintió abrumada, pero la explicación era mucho más digerible que la de un hombre lobo de quinientos años. Explicaba su reclusión, su tristeza ocasional, y la manera en que los aldeanos le tenían tanto respeto. Era el veterano, el héroe herido que vivía en la sombra.

"Dominic... lo siento mucho," dijo Arianna, extendiendo una mano hacia él con compasión.

Él se obligó a no retroceder. Su corazón de Alfa se desgarró al usar su dolor fabricado para mentirle, pero era necesario.

"No tienes que sentir nada," dijo, su voz dura pero con un toque de vulnerabilidad. "Solo tienes que entender que hay una parte de mí que está siempre al límite. Y aquí es donde viene mi advertencia, Arianna. Y debes escucharme bien, por tu seguridad y por la mía."

Dominic la tomó suavemente por los hombros, y sus ojos verdes se clavaron en los celestes de ella con una seriedad que la obligó a prestar total atención.

"El bosque de noche es diferente. Peligroso. No solo por animales salvajes. Hay cosas allí, Arianna, y yo... yo no siempre estoy en control de esa parte de mí," mintió, refiriéndose a su forma lobuna. "Necesito mi espacio. Nunca, bajo ninguna circunstancia, salgas de tu cabaña después del anochecer. Si tienes una emergencia, quema una luz afuera, haz ruido. Pero no te adentres en el bosque. Es mi territorio, pero cuando la luna está alta, las reglas cambian, incluso para mí."

Dominic la soltó, su mirada llena de una mezcla de advertencia y afecto. Era la verdad disfrazada de trauma.
Arianna sintió un escalofrío. Entendió que él no la estaba asustando, sino protegiendo. "Lo entiendo, Dominic. Gracias por la confianza."

Ella aceptó su mentira, el relato del ex-militar herido que luchaba con sus demonios y una fuerza sobrehumana. La semilla de la duda, la que le susurraba que era algo más oscuro y antiguo, fue enterrada bajo la narrativa creíble del dolor humano.

Dominic se giró, su espalda recta y tensa. Perdóname, mi mate, pensó. Te estoy mintiendo para que puedas vivir.

"Continuemos con las fotos de las flores raras," dijo Dominic, su voz volviendo al tono profesional. Y aunque el plan de la mentira había funcionado, el Alfa no sintió más que el peso de la traición y la carga de su soledad, ahora amplificada por la cercanía de su pareja.




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