PV: Arianna
Arianna había pasado el resto de la noche acurrucada bajo la manta, sin dormir, con la linterna encendida. Cuando los primeros rayos del sol se colaron por la ventana de la cabaña, ella se sintió agotada y aterrorizada. El recuerdo del lobo gigantesco, sus ojos verdes que parecían conocerla, y la lucha gutural en la oscuridad, eran más vívidos que cualquier pesadilla.
Eran las nueve y diez de la mañana. Dominic no había llegado. Arianna no esperaba que lo hiciera; creía que estaría lidiando con su "dolor" o tal vez estaba herido de verdad. El terror de la noche se había transformado en una rabia helada ante las mentiras. No era un ex-militar herido, era algo más.
Un golpe suave, casi tentativo, sonó en la puerta.
Arianna se levantó de un salto y abrió.
Dominic estaba allí. Su presencia era, como siempre, poderosa, pero esta vez, estaba destrozada. Se apoyaba en el marco de la puerta. Estaba pálido, con un agotamiento tan profundo que parecía haber envejecido décadas en una noche. Llevaba ropa diferente, una camisa de franela a cuadros que estaba desgarrada en el hombro.
Lo que la golpeó no fue el cansancio, sino las heridas. Tenía un corte largo y profundo en el antebrazo, probablemente del encuentro con el otro lobo, y un hematoma oscuro se extendía por su sien. Pero mientras Arianna miraba el corte del brazo, notó algo imposible. Los bordes de la herida, que aún sangraban débilmente, se estaban cerrando. No lentamente, sino ante sus ojos, el tejido se unía con una velocidad milagrosa.
El aliento se le atascó en la garganta.
"Dominic..."
Él ignoró la mención de sus heridas. Su voz era un susurro ronco, como si hubiera estado gritando durante horas. "Perdóname por la demora. La tormenta... fue más dura de lo habitual."
"¡Cállate!" exclamó Arianna, la calma de la razón se rompió. Dio un paso hacia él, señalando su hombro desgarrado. "No me mientas, Dominic. ¡Ni una palabra más de mentiras! Anoche salí, contra tu advertencia. Vi al animal. Vi la pelea. Vi... vi tus heridas, y se están cerrando. ¿Qué demonios eres?"
Arianna ya no estaba asustada; estaba exigiendo la verdad con la determinación de una mujer que había sido engañada y aterrada.
PV: Dominic
La confrontación era inevitable. Dominic sintió una punzada de alivio mezclada con un terror escalofriante. El juego había terminado. Ella había visto a la bestia, había escuchado el lamento de su alma, y ahora estaba presenciando el último fragmento de la verdad.
El dolor de la transformación no era nada comparado con el dolor de la mentira. Su mente estaba exhausta por luchar contra su lobo, que aún le gritaba que la reclamara. Pero ahora, mirando sus ojos azules, Dominic se dio cuenta de que no podía exponerla a su mundo sin su consentimiento. Y para obtener su consentimiento, tenía que ser brutalmente honesto.
Dominic entró en la cabaña y cerró la puerta a sus espaldas, ignorando el crack sordo que sus músculos doloridos hicieron. Se acercó a Arianna, deteniéndose a solo unos centímetros de distancia. Su aliento olía a bosque, a tierra y a una pizca de sangre que desaparecía rápidamente.
"¿Qué vi anoche, Dominic? Dímelo. La verdad. El lobo con tus ojos verdes."
Dominic levantó lentamente su mano, la misma que había lanzado al depredador, y acarició la mejilla de Arianna. Ella no retrocedió. Su toque era un ancla que lo conectaba a la realidad humana.
"Arianna," su voz se quebró, el nombre sonando como un juramento. "He esperado más de quinientos años para ti. He construido un muro de silencio para proteger a mi gente y a mi propia sanidad."
Dominic notó que su mano sana y caliente se conectaba con el frío temor en la de ella. Él tomó su mano en la suya, y el contacto no hizo más que afirmar el vínculo que la luna había estado forjando durante semanas. Sus ojos verdes se encontraron con los de ella, sin pestañear. No había furia, solo una aceptación triste y definitiva.
El secreto está fuera. Ya no hay vuelta atrás.
"La verdad es más grande y más aterradora que cualquier folclore que hayas encontrado," susurró Dominic. "Soy el 'guardián', pero la verdad de Oakhaven no son las leyendas, sino la realidad."
Dominic se inclinó, su voz apenas un susurro que resonó en el aire silencioso de la cabaña. El Alfa se rindió. El hombre se confesó.
"Arianna... soy el monstruo que has visto. Soy un licántropo."
El mundo se detuvo. Arianna no se movió, solo sus ojos se abrieron en un horror y una comprensión silenciosa.
Dominic continuó, su voz se cargó de una emoción profunda que no había permitido sentir en siglos.
"Y tú... eres mi compañera. Eres la otra mitad de mi alma, la razón por la que mi lobo aulló anoche, la razón por la que luché contra mis propias cadenas para no asustarte."
El secreto explotó entre ellos. El contacto de sus manos se hizo más fuerte, el inicio de un vínculo irrompible. La incredulidad en el rostro de Arianna se disolvió en la aceptación. Los ojos verdes del lobo y los ojos verdes del hombre eran la misma verdad.
Dominic, el guardián, el Alfa, y el hombre que había esperado siglos, acababa de reclamar a su mate y de destruir su vida humana en una sola y desesperada confesión.
"Ahora lo sabes todo, mi flama," susurró. "Y ahora no puedo dejarte ir."