El Último Vínculo: La Luna de Oakhaven

Capítulo Diecisiete: La Luna se Encuentra con su Manada

PV: Alternante (La Introducción)

Apenas Arianna selló su decisión, la atmósfera en la cabaña cambió. La tensión dio paso a una euforia silenciosa en Dominic, y a una curiosidad vibrante en Arianna. Dominic la abrazó una vez más, un abrazo que no era posesivo, sino de profundo alivio y promesa.

"Gracias," susurró Dominic contra su cabello. "Gracias por no temerme más que a tu propia verdad."

"Solo enséñame, Dominic," respondió Arianna, apartándose para mirar su rostro. "Enséñame este mundo. No más secretos."

Dominic sonrió, y esa sonrisa era más radiante que el sol.

"El primer paso es formalizar. La manada ya sabe que su Alfa la ha encontrado. Ahora deben conocer a su Luna. Y luego, te llevaré a casa. A mi cabaña."

Dominic la guio fuera. A diferencia de las veces anteriores, él no le pidió que caminara detrás; él caminó a su lado, su mano rozando la suya. Mientras caminaban, la presencia de Dominic parecía irradiar un aura diferente, más segura, más dominante.

El Encuentro con la Manada
Dominic condujo a Arianna por un sendero ancho y bien mantenido, que ella nunca había visto. Después de una caminata de veinte minutos, llegaron a un gran claro donde había varios edificios de madera. Este era el corazón social de la Manada Luna Creciente. Había un gran pabellón central, varias cabañas de viviendas y un área de entrenamiento.

Los lobos estaban esperando.
Cuando Arianna y Dominic entraron al claro, todas las actividades cesaron. Una veintena de personas—hombres y mujeres, todos con la fuerza y la salud que Arianna había notado en Dominic—se giraron para mirarlos. Había un respeto palpable en el aire, pero también una intensa curiosidad, y en algunos rostros más viejos, una profunda emoción.
Dominic se detuvo en el centro del claro, con Arianna firmemente a su lado.

"Manada Luna Creciente," declaró Dominic, su voz fuerte y resonante, imbuida de la autoridad del Alfa. "Os presento a Arianna Almonte, mi Mate. La mujer que la Luna ha elegido para ser vuestra Luna, mi compañera."

Los lobos hicieron una profunda reverencia a su Alfa, y luego, con la cabeza baja, a Arianna. Fue un gesto de respeto total.

Las Presentaciones
Dominic guio a Arianna hacia un grupo de figuras prominentes.
"Arianna, estos son nuestros líderes. Él es Uriel, el Anciano, nuestro consejero más sabio."

Uriel se acercó, su rostro arrugado se curvó en una sonrisa. "Bienvenida, Pequeña Flama. El Alfa ha esperado mucho tiempo, y nuestra manada, más aún. Es un honor."

"Y él es Kael, mi Beta, mi mano derecha," continuó Dominic, colocando una mano firme en el hombro del hombre. Kael era el lobo que había intervenido la noche de luna llena.

Kael hizo una pequeña reverencia. "Es un placer, Luna. El Alfa le ha dado un gran honor al elegirnos. Estaremos a su servicio."

Arianna estaba nerviosa, pero la sinceridad en sus ojos la calmó. Ellos no la veían con miedo, sino con esperanza.

"Mi función," explicó Dominic a Arianna en voz baja mientras se dirigían hacia el pabellón, "es sencilla pero profunda. Tú eres mi estabilidad. Tu presencia me da el control que necesité anoche para no romper mis cadenas. En la manada, serás la mediadora, la voz de la calma y la compasión. Serás mi consejera en los asuntos del corazón y del pueblo. Eres el equilibrio que la furia del Alfa necesita."

Después de un breve pero significativo encuentro con la manada, Dominic llevó a Arianna a su hogar. Su cabaña era más grande de lo que Arianna había imaginado, construida con gruesos troncos y perfectamente integrada en el bosque. Al entrar, el olor a pino y humo de leña era aún más intenso que en la cabaña de Arianna, con un toque añadido de almizcle y tierra.
"Esta es nuestra casa, Arianna," dijo Dominic, guiándola hacia la sala principal.

La habitación era rústica pero acogedora. Había una inmensa chimenea de piedra, una mesa tallada a mano y una piel de lobo de un tono gris oscuro (un antiguo enemigo) colocada en el suelo. Pero lo que más la impresionó fue el orden y la calidez del lugar, que reflejaban el cuidado que él había puesto en prepararlo.

"El armario es para tus cosas," dijo Dominic, señalando el viejo mueble que había vaciado. "La cama es grande, hecha de troncos. Está lista."

Arianna se sintió abrumada por la simple, pero poderosa, promesa del hogar. Este no era solo un refugio; era el lugar donde un hombre de quinientos años había decidido poner fin a su soledad.

PV: Arianna

Arianna se giró hacia Dominic, sus ojos llenos de la emoción de la abrumadora aceptación de la manada. Estaba en un mundo de fantasía, y por primera vez, se sintió completamente real.

"Dominic," comenzó, su voz suave. "Gracias. Por todo. Por la verdad, por la manada... y por esta casa."

El lobo en Dominic no podía esperar más. Había cumplido con todos los deberes del Alfa; ahora era el turno del hombre y el Mate. Había esperado pacientemente durante la revelación y la aceptación.

Dominic levantó lentamente la mano y acarició la mejilla de Arianna, su pulgar rozando el hueso. Su toque era inmensamente tierno.

"La casa es solo ladrillos, Arianna," susurró Dominic, sus ojos verdes llenos de una mezcla de amor, alivio y deseo. "Tú eres el hogar."

Se inclinó, y Arianna se puso de puntillas para encontrarse con él. Sus labios se tocaron.

El beso no fue una explosión apasionada como la que la mente le había sugerido antes; fue un ancla. Fue lento, profundo, y lleno de la emoción contenida de quinientos veintiséis años. Era el sabor del pino, de la tierra y de una conexión del alma que no necesitaba palabras. Arianna sintió la corriente eléctrica que los había unido por primera vez, amplificada por la aceptación. Se aferró a su cuello, devolviendo el beso con toda la emoción de una mujer que había encontrado su destino.

Dominic la atrajo más cerca, su brazo fuerte se cerró alrededor de su cintura. En ese beso, el Alfa selló su promesa. La Luna había llegado a casa. Y en el mismo instante, la manada en el bosque sintió una oleada de calma y estabilidad a través de su vínculo mental con su líder. El Alfa había reclamado a su Luna.




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