El Último Vínculo: La Luna de Oakhaven

Capítulo Veinte: Un Nuevo Amanecer en Oakhaven

PV: Arianna

Arianna se despertó envuelta en una sensación de calidez y seguridad que nunca antes había conocido. Se estiró, sintiendo el peso y la firmeza de la musculatura de Dominic en el lado de la cama donde había estado, y la suavidad de las sábanas de lino. La primera imagen que llenó su mente no fue la de un lobo aterrador, sino la de los ojos verdes llenos de amor y el toque que había sellado su destino. El dolor de la Marca ya no era más que un recuerdo, un ancla palpable en su cuello. Estaba en casa.

Escuchó ruidos en la otra habitación: el suave murmullo del agua, el chisporroteo del fuego y un aroma delicioso. Se sentó, frotándose los ojos, y notó la ausencia de Dominic.

Justo cuando estaba a punto de levantarse, la puerta del dormitorio se abrió con suavidad.
Ahí estaba Dominic. No como el Alfa sombrío y torturado, sino como su compañero, con el cabello ligeramente revuelto, una camisa de franela a cuadros, y la sonrisa suave que reservaba solo para ella. Llevaba una bandeja de madera en la mano.

"Buenos días, mi Luna," susurró Dominic, su voz baja y llena de la calidez de su vínculo. Colocó la bandeja sobre su regazo con cuidado.

Arianna sintió un rubor. "Buenos días," respondió, sintiendo que el corazón le daba un vuelco.
La bandeja contenía un plato de huevos revueltos con hierbas frescas, tostadas gruesas y una taza humeante de café. El aroma era celestial.

"Esto es un lujo," dijo Arianna, tomando la taza.

"Lo mínimo para la mujer que puso fin a quinientos años de soledad," respondió Dominic, tomando asiento en el borde de la cama. Sus ojos escanearon su rostro, y su pulgar rozó suavemente su mejilla, una caricia breve pero intensa.

Arianna tomó un sorbo de café, y el sabor fuerte y fresco la despertó por completo. "No tienes por qué... ya no tienes que cuidarme, Dominic. Soy tu compañera. No tu huésped."

"Cuidarte es mi mayor honor, Arianna," replicó Dominic con una seriedad que no admitía discusión. "Y no es la ley del huésped; es la ley del Mate. Pero también es la ley de la mañana. Tú te relajas, y yo organizo el día."

Se levantó de nuevo y se dirigió a la puerta del baño, que era grande y rústico, con una bañera de cobre.
"Mientras tú disfrutas de tu café y tu desayuno," continuó, su voz ligeramente más alta, mientras manipulaba algo dentro del baño, "he puesto agua caliente para ti. Date un baño largo y relajante. Hay jabones de pino que recogí ayer. Necesitas eliminar el cansancio de las últimas semanas."

Arianna escuchó el agradable sonido del agua que llenaba la bañera. "¿Y tú qué harás?"
Dominic se asomó por el marco de la puerta. Su sonrisa se desvaneció un poco, y su expresión se volvió más centrada.

"Tengo que atender algunos asuntos urgentes de la manada. Papeleo. Reuniones con Kael y el Consejo. Lo habitual, ahora que saben que tienen una Luna para proteger." Y un loco milenario suelto, pensó Dominic, asegurándose de que el miedo no llegara a su expresión.
Arianna notó el cambio. El Alfa estaba de vuelta. "Asuntos del Alfa," susurró ella. "De acuerdo. Pero no te demores."

"No lo haré. Prometo estar de regreso antes del mediodía," aseguró Dominic.

Él regresó y tomó asiento en el borde de la cama, acercando su rostro al de ella. "Pero no te preocupes por el tiempo. Hoy será un día especial para tu educación."

Dominic comenzó a detallar el día, sus ojos fijos en los de ella, sus palabras cuidadosamente elegidas para sonar emocionantes y no como un plan de seguridad.

"Cuando termines tu baño y estés lista, te llevaré a mi lugar favorito, el Arroyo Escondido. No solo tiene una vista hermosa, sino que es el lugar de reunión más antiguo de la manada. Allí te explicaré las leyes territoriales y el sistema de patrullas, para que entiendas la geografía y la seguridad de nuestro territorio."

"Luego," continuó, sus labios se curvaron en una sonrisa, "te llevaré al Refugio de Caza. Tendrás tu primera lección práctica. Te enseñaré a rastrear y a disparar un rifle. Necesitas saber defenderte, no solo con las habilidades humanas, sino para que la manada vea que nuestra Luna es fuerte y capaz."

Arianna escuchaba, fascinada. No eran citas románticas; eran lecciones de supervivencia y pertenencia.

"Y por último, antes de la cena, te presentaré formalmente a las mujeres de la manada, nuestras Sanadoras y Matronas. Ellas te esperarán en el Pabellón para darte la bienvenida y te enseñarán sobre nuestras hierbas y nuestras medicinas. Es importante que establezcas tu posición como la protectora del bienestar."

Dominic se inclinó y besó su Marca de Mate. "Hoy, mi Luna, dejas de ser la investigadora. Comienzas a ser la Luna de la Luna Creciente."

Arianna sintió que la emoción la embargaba. El miedo estaba olvidado, reemplazado por la promesa de esta nueva y poderosa vida. "Me parece un plan perfecto," afirmó ella. "Pero prométeme que no te irás muy lejos."

"No más lejos de lo necesario," respondió Dominic, sus ojos verdes brillando con un amor profundo. "Ahora, come, báñate. Te espero en el despacho. Vístete cómoda, será un día largo."

Dominic se levantó, su figura fuerte desapareció por la puerta. Arianna, con una sonrisa en el rostro, tomó un bocado de su desayuno. Sabía que Dominic estaba ocultando los detalles más duros de su "papeleo", pero por ahora, aceptaría la fachada. Tenía un mundo que aprender y un Alfa que esperar.




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