El Último Vínculo: La Luna de Oakhaven

Capítulo Veintiuno: La Geografía del Peligro y el Corazón del Alfa

PV: Dominic (El Peso del Secreto)

Dominic se sentó en su despacho, la puerta cerrada. En la mesa, el mapa del territorio estaba extendido. Kael ya había llegado, y Uriel se uniría a ellos más tarde en la noche.

"Las patrullas han duplicado su vigilancia, Alfa," informó Kael, su rostro tenso. "Hemos detectado un lobo solitario al este, pero es joven, no representa una amenaza."

"No es el este lo que me preocupa, Kael," dijo Dominic, su voz áspera. Señaló el mapa. "Es el norte. El Alfa Feral Caelus viene del norte. Es un área de alta montaña, pero puede cruzarla. Su instinto lo llevará directamente a la Manada, y una vez aquí..."

"Buscará la Luna," terminó Kael, la palabra Mate mentalmente prohibida en esta conversación. La sola idea de que Caelus pudiera acercarse a Arianna hacía que el lobo de Dominic gruñera bajo su piel.

"Exacto. Su locura no discernirá," dijo Dominic. "La protegeré con mi vida. Pero no puede saber nada. Su paz es mi control. Si entra en pánico, el vínculo se debilitará y será más vulnerable."

Dominic pasó el resto de la mañana coordinando planes de contingencia, moviendo a los lobos más fuertes a posiciones estratégicas y reforzando las guardias silenciosas alrededor de la cabaña. A pesar del peligro inminente, la planificación era un alivio; le daba algo que controlar en un mundo que estaba a punto de volverse caótico.

Al mediodía, Dominic limpió la mesa, guardó los informes en un compartimento secreto y se recompuso. Borró cualquier rastro de preocupación de su rostro, se puso su abrigo de piel y salió a buscar a su Luna.

PV: Arianna (El Territorio y la Lección)

Arianna se sintió maravillosamente renovada después del largo baño y se puso ropa de montaña abrigadora. La casa olía a café y a pino, y la espera por Dominic fue corta.

Cuando él regresó, su expresión era la del Alfa orgulloso y enamorado.
"Lista para tu primera lección de territorio, mi Luna," dijo Dominic, ofreciéndole su mano.

El Arroyo Escondido era un lugar de una belleza indescriptible, el agua cristalina fluía sobre piedras cubiertas de musgo, y estaba rodeado por un círculo de abedules.
Allí, Dominic desplegó un mapa detallado del territorio que ella ya había visto brevemente.

"Esta es nuestra tierra," explicó Dominic, señalando los límites. "Trescientos kilómetros cuadrados. El pueblo es la superficie, pero la Manada vive en el bosque. El Círculo de Juramentos, que ya conoces, es nuestro corazón ceremonial. La Caverna del Consejo está aquí, oculta en las montañas. Los puntos rojos son nuestros puestos de guardia."

Mientras Dominic hablaba de patrullas y seguridad, Arianna sintió el peso de la responsabilidad. No era solo un hombre que vivía en el bosque; era un monarca.
"¿Por qué es tan importante proteger las fronteras, Dominic?" preguntó Arianna.

Dominic se sentó a su lado, la cercanía de su cuerpo era un ancla. "Dos razones. La primera: los humanos curiosos. No pueden saber que existimos. La segunda, y más importante, es proteger nuestra sangre de otras manadas. Y de lo que hay más allá de los territorios controlados."

Arianna notó que Dominic frunció el ceño en la última parte, un atisbo de la tensión que él trataba de ocultar.
"Entiendo," dijo ella, decidida a no ser una carga.

La Lección de Caza y la Integración
La siguiente parada fue un pequeño refugio de caza. Era el lugar de entrenamiento. Allí, Dominic le entregó un rifle de caza liviano, que Arianna, una mujer de la ciudad, manejó con torpeza inicial.

"Tus ojos son tu mejor arma, Arianna," le explicó Dominic, con su voz suave y paciente mientras ajustaba la postura de ella. "Pero tu defensa es tu obligación. No solo para ti, sino para la Manada. Si yo caigo, o si estoy transformado, debes ser capaz de defenderte hasta que Kael o Uriel lleguen."

Le enseñó a rastrear pisadas y a disparar con precisión, el ruido del rifle era un sonido ajeno al tranquilo bosque. Arianna, concentrada y decidida, demostró ser una alumna rápida.

"Bien," dijo Dominic, su orgullo era casi palpable mientras ella acertaba en el blanco por tercera vez. "Tienes un instinto feroz, mi Luna."

Al final de la tarde, Dominic la llevó al gran Pabellón Central. Allí la esperaban una docena de mujeres de la manada, sonriendo. Eran fuertes, hermosas y curiosas. Las Sanadoras y Matronas la recibieron con un cuenco de té de hierbas y un calor genuino.

"Te enseñaremos sobre las medicinas del bosque, Luna," dijo una de ellas, una mujer mayor y sabia llamada Elara. "Tu salud es ahora nuestra prioridad, y tu conocimiento será la sabiduría de la próxima generación."

Arianna se sintió verdaderamente aceptada. Era un nuevo comienzo, una inmersión completa en la cultura que había venido a estudiar.

Al anochecer, de regreso en la cabaña, Arianna se sintió exhausta, pero profundamente satisfecha. Se sentó junto al fuego, con Dominic arrodillado frente a ella, frotando suavemente sus pies doloridos.

"Ha sido mucho para un solo día," dijo Dominic, con una sonrisa tierna. "Pero has cumplido con todos los desafíos."

"Me encanta, Dominic," dijo Arianna, apoyando su mano en su cabeza. "Es una vida difícil, pero es real. Me siento más yo aquí, contigo, que nunca."

"Y yo soy un hombre completo," susurró Dominic, inclinando la cabeza para besar su tobillo.

Mientras se preparaban para dormir, Dominic la abrazó fuertemente. Él la besó con una profunda ternura y pasión, un recordatorio del lazo que los unía.

"Duerme tranquila, mi Luna," dijo Dominic, antes de besar su frente. "Estás a salvo."

Pero mientras Arianna se hundía en un sueño profundo y tranquilo, Dominic permaneció despierto, su mirada fija en la oscuridad más allá de la ventana. Su mente estaba en la Caverna, a la espera de la medianoche. El peso del Alfa Feral Caelus, el loco de mil años, y la amenaza que representaba para su mate, era la carga silenciosa que él solo debía soportar. La paz de su Luna era el único secreto que estaba dispuesto a mantener.




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