PV: Arianna
El cronograma de entrenamiento acelerado impuesto por Dominic era brutal. Arianna se levantaba antes del amanecer. Las mañanas estaban dedicadas a Kael, que la sometía a ejercicios de resistencia en la nieve y el barro, imitando el terreno de batalla. Las tardes eran para Uriel, en el Círculo de Juramentos, aprendiendo a proyectar su voluntad a través del vínculo y memorizando los rituales de contención. Las noches, sin embargo, eran para Dominic, el entrenamiento más vital y dulce, que fortalecía el lazo con cada abrazo.
A medida que pasaban las semanas, Arianna notó un cambio preocupante en su propio cuerpo. Al principio lo atribuyó al agotamiento físico. Nunca se había ejercitado de esta manera.
Los primeros síntomas fueron leves: una fatiga que la dejaba exhausta a mitad de las carreras con Kael, y una inexplicable aversión a la carne de caza, el alimento básico de la manada.
"Tienes que comer, mi Luna," le regañaba Dominic una mañana, notando cómo apartaba el venado asado. "Necesitas la proteína para el entrenamiento."
"Lo siento, Dominic," se disculpó Arianna, sintiendo un leve revoloteo en el estómago. "Simplemente... el olor es muy fuerte hoy. Creo que la carne estaba un poco pasada."
Dominic, cuyo olfato de Alfa era infalible, se acercó a oler la carne, frunciendo el ceño. "Está perfecta. Pero no te preocupes, pediré a las matronas que te preparen más vegetales y cereales." Él, por supuesto, lo atribuyó al repentino cambio en su dieta urbana a una dieta completamente salvaje.
El síntoma se intensificó. Arianna empezó a tener mareos matutinos.
Una mañana, durante un ejercicio de tiro de precisión con Kael, Arianna tuvo que detenerse de golpe. La cabeza le dio vueltas, y el bosque entero pareció inclinarse.
"Luna, ¿estás bien?" preguntó Kael, su voz teñida de preocupación.
Arianna se apoyó en el tronco de un pino, esperando que la náusea pasara. "Sí. Solo... un poco de desequilibrio. Demasiada rotación."
Kael la miró con escepticismo, pero no presionó. Arianna, avergonzada por lo que consideraba una debilidad, insistió en continuar el entrenamiento. En el fondo, temía que si Dominic se enteraba de su malestar, detendría su participación en el plan de Caelus. No puedo enfermar. No puedo fallarles.
Los Sentidos Aumentados
Un síntoma particular la desconcertó: su olfato se estaba volviendo increíblemente sensible. Un día, mientras estaba con Elara, la anciana Matrona, Arianna pudo detectar un tenue aroma a tierra húmeda y una resina dulce que provenía de un arbusto a veinte metros de distancia.
"Elara, ¿qué es esa planta?" preguntó Arianna, señalando el arbusto. "Huele diferente a todo lo demás."
Elara se quedó asombrada. "Es la Raíz del Sueño. Ningún humano puede olerla a esa distancia. Solo la detectan los lobos de sangre pura, o las matronas con siglos de práctica. Tu vínculo de Mate te está dando una mayor sensibilidad, mi Luna. Es una buena señal de que tu cuerpo está aceptando el lazo por completo."
Arianna aceptó la explicación de Elara, consolándose con la idea de que su cuerpo simplemente estaba evolucionando bajo la influencia de Dominic y el vínculo sellado.
Una noche, Arianna y Dominic estaban acurrucados en la cama. El cansancio de Arianna era tan profundo que apenas podía mantener los ojos abiertos.
"Estás muy agotada, mi flama," susurró Dominic, besando su hombro. "Tal vez estamos entrenando demasiado duro."
"No. Es la urgencia. Los cuatro meses son un reloj que hace tic-tac," murmuró Arianna, aunque en realidad, sentía que sus párpados pesaban como plomo.
Dominic la abrazó, su toque tierno. "Duerme. Tu fuerza de voluntad es tan grande como mi eternidad. La Manada se enorgullece de su Luna."
Arianna se durmió casi al instante. Dominic, sin embargo, permaneció despierto, sintiendo la tensión. Su lobo percibía un cambio en el aroma de Arianna. Un sutil matiz dulce, diferente al de la vainilla y el pino que amaba. Era un aroma... nuevo, que se mezclaba con el suyo.
Dominic atribuyó el cambio al nudo de apareamiento de la luna llena anterior. Era la confirmación del lazo, la forma en que el cuerpo de su Mate se alineaba con el suyo, preparando a la Luna para su papel eterno. No lo consideró una preocupación; al contrario, era una señal de que el vínculo era profundo y la protegía.
Arianna, ignorante de la verdadera causa de su fatiga crónica, sus mareos matutinos y su olfato hipersensible, siguió forzándose. Estaba convencida de que su malestar era una debilidad humana que debía superar para poder ser el escudo de su Alfa.
En realidad, el vínculo de Mate, sellado por el amor de Dominic y la bendición de la Luna, había iniciado un proceso biológico mucho más profundo y urgente que cualquier entrenamiento físico. Un proceso que, dentro de su vientre, la estaba convirtiendo no solo en la Luna de la Manada, sino en la Madre del próximo Alfa.