Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 2 - Mi familia favorita -

En la otra parte del cartel había una maravillosa foto del 2016 con mis mejores amigos en un famoso festival en provincia de Valencia; estábamos emocionados por aquellos conciertos, llevábamos desde los años del colegio sin irnos de acampada y la verdad que íbamos un poco desentrenados, volvimos desde el festival todos con algún dolor: de cabeza, de espalda, de estómago por el tanto alcohol, en fin, éramos ya mayores para irnos de festivales, pero los recuerdos de aquellos días fueron tan profundos que aún podía oler el sabor mixtado del bocadillo con chorizo y los porros de las siete de la mañana.

La foto era del último día y se notaba por las caras marcadas por ojeras, pero no obstante esto las ganas de gritar y saltar cantando todas las canciones aún no había desaparecido.

Aquellos días, pienso, fueron uno de los mejores de mi vida, entendí el significado del carpe diem, me lo pasé tan genial que estuve días posteriores al festival nostálgicos por aquellos momentos que se acabaron pronto.

Miré a mis amigos y desde el 2016 habían hecho un cambio radical: Christopher había querido adelgazar y lo consiguió, sucesivamente quiso apuntarse al gimnasio, pero en este objetivo ya falló: él era el chico que prefería un buen libro y música de fondo.

Fabi había cambiado de estilo y de parecer un mendigo, ahora parecía un bróker de Wall Street, incluso le habían propuesto posar como modelo por no sé qué marca.

Albe, en los años que habían pasado, consiguió echarse novia, hasta empezaron a vivir juntos, no obstante eso, sus amigos siempre siguen en la primera posición.

Helen, la mejor amiga de Christopher, que hacía también parte del grupo, había conseguido unos cuantos resultados: se había graduado, le propusieron un trabajo al extranjero por una gran empresa internacional y en todo esto había publicado una novela infantil que encantaba a todos.

Finalmente, estaba yo, qué total, no había conseguido mucho, aparte ser vigilante.

Mi estilo no cambió, al contrario, me estaba quedando sin ninguna obligación de comprarme el champú, mi vida sentimental, ni hablar porque no existía, pero llegar a poder trabajar como vigilante de seguridad daba un giro de 360 grados a mi vida, nunca se puede saber qué nos espera de ella.

-Esta foto es preciosa- dije cogiéndola en mano.

-Es una de mis favoritas- comentó Albe.

-Ay, ¡qué maravillosos días fueron estos!- exclamó emocionado Christopher.

-Yo, entonces, me gasté casi todo el dinero en alcohol- recordó Helen.

-Y yo en tabaco- añadió Chris.

-Ojalá solo tabaco- dije seriamente.

Todos me miraron y se echaron a reír. 

-Podríamos repetirlo- comentó Christopher.

-Ya no tenemos la edad, si aquella vez volvimos hechos polvo.

-Ya Albe, pero qué pedazo de chicas había, joder- comentó Fabi.

-A mí no me vendría mal- confesé.

-Tu calla, igual vas para trabajar. 

-Oye Chris, no lo había pensado, estaría de puta madre, así las chicas harían lo que le diga, ya que estoy trabajando.- expliqué

-Sí, sigue soñando - dijo Helen.

Todos volvieron a reírse, yo los miraba y realmente no podía pedir una familia mejor que esta; con ello pude reír, llorar, enfadarme, caerme porque siempre me apoyaban y aportaban a mi vida una mochila llena de felicidad, risas, aventuras, charlas infinitas y también las más tontas.

Estos eran los amigos de los cuales hablaré a mis hijos y sucesivamente a mis nietos, ellos sí que tendrían que ser inmortales.

 



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En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

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