Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 3 - La pasión para aprender, pero no estudiar -

-¿Y esa foto?- pregunté avergonzado.

-Mírate, que bonico eras- afirmó bromeando Chris pasándome el trozo de cartón para que la viera mejor.

Y sí, era yo, con unos seis años, llevaba un par de vaqueros azul, me quedaban un poco grandes, pero mi madre me los había arreglado; vestía una camisa blanca, como si fuera mi primer día de trabajo en una empresa de informática, nivel avanzado; del peinado, mejor ni hablar, no sé qué me había pasado para que me quedara así el pelo. Estaba en frente de la puerta de entrada, llevaba la mochila y una cara que marcaba un “quiero dormir” enorme, así que sí, era lo que pensaba: mi primer día de clase.

Desde pequeño me encantaba aprender, jugar para conocer , ver para captar, pero esta cosa de quedarte horas, sentado, sin poder ni charlar con tus amigos, nunca fue lo mío, así que era una completa incoherencia; además yo nunca fui el alumno de asignaturas teóricas, siempre me gustó más lo practico, pero no recuerdo nada de este último, ni en primaria, ni en la E.S.O. y nada más, no seguí los estudios, como ya dije, no era lo mío estar sentado, escuchando sin más. Empecé a trabajar ayudando a mis padres y ahora ya conseguí ser alguien en el mundo laboral. 

Mis años de primaria y colegio no fueron muy fácil, en la primaria, me esforzaba mucho, pero no era lo mío y muchas veces me quedaba sin hacer deberes y no aprobar un examen, las maestras no sabían qué hacer conmigo; a veces pienso que me aprobaron por compasión y para quitarme de encima. A nivel social, tampoco fue mucho más fácil; era gitano y no conseguía tener muchos amigos, a veces llegaba a casa con moratones y otras sin haber almorzado porque tenía que dársela a los demás. Nunca conseguí sentirme un niño como los otros, era un niño gitano, el mal estudiante de la clase, el que mis padres no tenían un verdadero trabajo, porque “solo” iban al mercadillo, intentando ganarse la vida como podían.

Todo cambió cuando empecé la E.S.O., cambié de pueblo y de instituto, llegué y ya era más mayor, ya podía hacerme valer por mí mismo, porque total, nadie lo habría hecho por mí, así que de ser la víctima empecé a ser yo el bulo; de esta forma todos me llevaban respeto, nadie me quitaba la comida ni me hacía llegar a casa con moratones; entre los compañeros mandábamos yo y otro par de gitanos y por fin llegué a no sentirme tan solo.

Pensándolo bien, con una mentalidad de un joven adulto, fue terrible, tanto ser víctima, como ser bulo, un niño gitano o no, no tendría que pasar por estos baches, porque, al final, marcan por toda la vida. Yo llegué a ser un adulto respetuoso, amable y humilde, nacido y crecido con una cultura férrea, pero con valores fundamentales para vivir en esta sociedad, pero también empecé, desde la adolescencia, a juntarme con la cultura paya y en este caso, española, así que no podré considerarme un gitano cerrado y tradicional como muchos podían pensar.

 



#1850 en Joven Adulto
#10505 en Novela romántica

En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.