-Esta noche vamos de fiesta- vi el mensaje de Christopher en nuestro grupo.
-Sí, así celebramos que Ale es vigilante- añadió Albe.
Me puse a reír y sonreír pensando en cuanto ellos confíen en mí, más de cuanto lo haga yo mismo.
Aquel día tenía mi primera entrevista de trabajo en una empresa de seguridad, era para vigilar unas varias obras que se estaban haciendo a unos cuantos kilómetros de Valencia. En los requisitos solo pedían el cumplimiento del curso y coche propio: ambas las tenía.
Conseguí ser seleccionado para la entrevista y a las diez de la mañana tenía que presentarme en la sede de la empresa.
Tardé casi una hora por decidir con que vestirme, quería algo discreto, pero al mismo tiempo que pudiese dar una buena imagen; al final opté por un par de vaqueros negros y una camisa blanca.
Fui a la cocina para desayunar, extrañamente tenía mucha hambre con los nervios que llevaba.
-Hijo, cuando acabas dinos algo- me comentó mi madre, mientras se ponía la chaqueta para salir e ir al mercadillo con mi padre.
-Cierto- le dije.
Acabé mi desayuno de galletas, café con leche sin lactosa y fui al baño para acabar de arreglarme, también preparé una mochila con todas las certificaciones, curriculum y documentos varios y salí de casa.
La empresa estaba a unos veinte kilómetros, así que decidí coger el coche.
Eran las nueve y media y justamente hubo un accidente en mi carretera, así que se había creado una congestión de tráfico.
Apagué el coche, mientras esperaba avanzar; escuché el sonido del móvil y contesté.
-Hola Chris-
-¿Nervioso?- me preguntó.
-Sí, sobre todo porque no sé si llegaré, estoy bloqueado en el tráfico.
-No te preocupes, cosas que pasan, llegarás a tiempo.
-¿Tú qué tal?- pregunté.
-Bien, acabo de echarme en la cama, ahora dormiré un ratico.
-Esta semana turno de noche- afirmé.
-Así es, mira que te quiero bien listo para ir de fiesta.
-Vamos a ver si me cogen.
-¡Qué sí, hombre!
-Oh, hay movimientos, te dejo Chris.
-Vale, yo me dormiré, pero mándame un mensaje igual cuando acabes.
-Cierto, hasta luego. - saludé y colgué.
Efectivamente, Christopher tenía razón, llegué cinco minutos antes de las diez, salí del coche y entré preguntado por el señor Santiago, así me había dicho.
-Por aquí, sígueme- me dijo una señorita sonriéndome.
La empresa parecía muy grande y también muy profesional, dinero tampoco le faltaba; esto se podía notar por las decoraciones de cada sala.
-Ahora le llamará- me comentó la chica.
Yo me senté y estaba observando cada detalle que ofrecía la sala de espera: una pared de madera lúcida, unas luces con amplios lampadarios, las sillas de espera eran revestidas de un tejido que aparentaba piel, cada pequeña cosa parecía de lujo.
-Señor Fernández- escuché la voz dentro de la habitación.
-Sí- me levanté y entré.
El despacho de don Santiago era igual que la sala de espera: mismos detalles y el mismo lujo.
Me quedé un poco sorprendido tanto que empecé a pensar en usar mi mejor lenguaje: quería estar al nivel de la empresa.
-Siéntese.
Muchas gracias- dije.
-Alejandro Fernández Morreo.
-Sí, exacto.
-Veo que acaba de obtener la certificación oficial para ser vigilante de seguridad.
-Sí.
-Bien, usted sabe que el trabajo es con coche propio.
-Sí, llevo ya bastantes años con carnet y coche.
-Bien. ¿Qué grado escolar tiene?
-Acabé la E.S.O. y empecé a trabajar con mi familia.
-Su familia tiene una empresa, ¿de qué se ocupa?
-Ninguna empresa, los ayudé en el mercadillo.
Desde aquel momento su cara cambió totalmente, desde la seriedad a la asquerosidad.
-Cultura gitana- afirmó con voz puramente despreciativa.
No sabía que tenía que decir, supuestamente no me iban a preguntar esto y si lo hacían tampoco tenía que importar mucho.
-Como puede ver señor Fernández, mi empresa es esencial en el mercado de la seguridad, tenemos unas vigilancias en obras muy importantes por la provincia, mis clientes son muy grandes y no puedo decepcionarlos.
-Entiendo, yo cumplo con los requisitos.
-No llevas experiencia en este campo aún, no puedo tener ningún fallo.
-Yo no lo cometeré.
-Esto no puedo saberlo.
Empecé a ponerme más nervioso, había entendido que era una excusa para no contratar un gitano, pero no sabía que debía decirle.
-Puede retirarse, tengo mucho trabajo.
Suspiré, me levanté y le di la mano; él sorprendido me la dio para no quedar como el maleducado de la situación.
Estaba a punto de salir en silencio hasta cuando me di la vuelta y con toda honestidad dije: -Sé perfectamente que no le gusté por ser gitano, pero estamos ya en un siglo donde también nosotros podemos trabajar de lo que nos da la ganas, sin tener que ser algo relacionado con el mercadillo. Igual ningún gitano es jefe de una empresa como esta, pero por lo menos, nosotros sabemos dar una oportunidad a alguien, aunque no sea de la misma cultura.
No dijo nada más y salí.
Cuando me encontré en el coche seguía aún muy nervioso, llevaba desde los años de instituto sin sentirme diferentes de los demás; quería romper todo por la ira que tenía dentro; acababa de tener una conversación que ni los adolescentes ya tenían, estábamos en el 2019 y aún seguía un racismo contra los gitanos como si estuviéramos en el siglo XVII. Suspiré e intenté tranquilizarme, habría encontrado otro empleo, donde igual me valoraban más o directamente no se preguntaban de dónde venían mis raíces.
-¿Cómo ha ido? - escribió Albe en el grupo.
-Ya habían encontrado- contesté.