Sonó la alarma y después de mucho tiempo me desperté enérgico para empezar mi primer día de trabajo.
Fui al baño, me lavé la cara y bajé para desayunar, en el salón-comedor donde estaba mi hermano y mi madre comiendo.
-Buenos días al vigilante de la familia - me saludó mi madre entusiasta.
-Muchas gracias y buenos días - dije dándole un beso.
-¿Listo?
-Sí, absolutamente.
-¿Qué harás durante las horas?
-Me miraré videos y estás cosas.
-Joder, como tirar el tiempo- comentó mi hermano.
-Va, vístete y vete a clase, que llegas tarde- le ordenó mi madre.
Se levantó, sin decir una palabra, y subió las escaleras.
-Te preparé el almuerzo y la comida, tienes toda en la bolsa que se encuentra en la entrada.
-Muchas gracias, mamá.
-De nada hijo, que ganas de que vuelvas para saber cómo ha ido y para darte una sorpresa.
-¿Qué tipo de sorpresa?
-Ya verás- sonrió.
“¿Mis padres preparando una sorpresa? Tenía que ser algo muy importante”, pensé.
Desayuné y me vestí con la nueva uniforme que me dieron en la empresa: muy simple, pero muy cómoda: pantalones y una chaqueta gris, con la escrita de la empresa en la espalda de un rojo vivo. Me miré al espejo y me quedaba regular, ni bien, ni muy mal, por lo menos parecía un vigilante. No había mentido a mi madre, estaba listo para aquella nueva aventura laboral, al mismo tiempo también tenía unos nervios tremendos, pero mis ganas de tener un buen empleo, con un buen sueldo y querer ser parte de la empresa iba más allá de esto.
-Buen trabajo- gritó mi madre de la cocina cuando saludé abriendo la puerta.
Salí y cogí el coche, tenía solo unos veinte minutos de camino, así que estaba puntual.
-Buenos días, ¿eres Alejandro? - me preguntó un chico vestido como yo, así que pensé que era mi compañero y supervisor.
-Sí, soy.
-Encantado, yo soy Mateo. Hoy te haré compañía yo, daremos una vuelta por la zona, así ves un poco donde es mejor vigilar más, te contaré un poco sobre los edificios y las personas que viven y finalmente que haríamos en caso de intento de robo.
Me parece genial -dije.
-Antes de todo, comentarte que es una zona bastante tranquila, como puedes ver, no está muy cerca del pueblo, es una área aparte, solo para pijos, prácticamente, así que si habrá algún problema es por alguien que no vive aquí- me estaba contando mientras dábamos una vuelta por los chalets: cada uno con tres plantas, garaje privado y piscinas.
-Son todas personas de nivel alto, como puedes ver, yo no sé si hay personajes famosos o alguien por el estilo, pero se rumorea que aquí vive uno de los jugadores del Valencia, nunca lo vi, así que no sé decirte si es mentira o no- seguía.- De todas formas, son muy majos y hay unas chicas muy guapas- comentó riendo.
-¿Tienes pareja? - me preguntó.
-No, ¿tú?
-Sí, pero por aquí podrías encontrar una buena mujer.
-Muchas gracias del consejo - le dije riendo.
-De nada Ale- sonrió. -Como estaba diciendo, son todos buena gente, no sé si es porque tienen dinero, porque somos vigilantes o porque tienen esta actitud desde pequeños, aunque, por esta última, tengo mis dudas.
-Para acabar - dijo, cuando ya dimos la vuelta entera, - si alguien intenta entrar puede pasar que: sea estúpido y lo cojas, por eso llevamos esposas, si escapas antes de todo llama la policía y mira a ver que no haya pasado nada de grave, hasta ahora ningún muerto, ni herido, ni robo que vale millones, así que no te preocupes mucho.- concluyó, -supongo que estás acostumbrado a cosas peores- rio.
Lo miré y para seguir el rollo habría tenido que reír, pero no daba ninguna gracia y contesté: -Realmente no.
Estuvo un buen rato callado, pero al final dijo: -Oye, perdona si hice ese chiste, ahora pensándolo bien, no fue gracioso.
-Ya.
-Lo siento.
-No pasa nada, de alguna forma estoy acostumbrado. Tendrían que hacer un libro titulado: Los mejores chistes que contar a un gitano para quedar mal.
-Habría gente que lo compraría.
-Seguro - afirmé.
Ambos nos miramos y empezamos a reír: ya había instaurado una nueva amistad.
-Chris, ¿Qué tal va todo? - pregunté cuando contesté al móvil.
-Bien, ¿y tú, cómo ha ido tu primer día?
-Muy bien, tengo un compañero que me hizo de supervisor y me contó un poco aquí cómo funciona.
-¿Y qué?
-El tío puso la pata en un principio, pero todo bien.
-Pues, me alegro mucho, de verdad. ¿Estás yendo a casa?
-Sí, mi madre me tiene una sorpresa, de lo que me comentó esta mañana.
-¿En serio?
-Así de sorprendido me quedé.
-Luego cuéntame.
-Sí, ahora te dejo.
-Va Ale, suerte.
-Igualmente - y colgué.
Llegué a casa y ya de la puerta escuchaba risas. Empecé a pensar en una pequeña fiesta por el primer día o una reunión familiar, quizás era solo la televisión con el volumen muy alto.
Abrí la puerta y enseguida mi madre me saludó: - Hola cariño, por fin llegaste.
-Hola mamá, hola a todos- saludé sin reconocer las caras.
-Ven hijo, te presento a Zita y ellos son sus padres. -Él es mi hijo, Alejandro, y está encantado de conocer a vuestra hija.
“Oh, mierda”, pensé.