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-Hola hermano - me dijo Antón, mientras se estaba vistiendo.
-Hola - le comenté, dándome la vuelta a la cama.
-¿No te vas a levantar?
- No me apetece - le contesté.
-Suerte que hoy no trabajas, yo tengo que ir a clase igualmente.
-No tengas prisas de crecer.
-A mí me gustaría ya ser adulto y hacer lo que me dé las ganas.
-Los adultos tienen obligaciones, no es tan fácil como piensas tú.
-Nosotros más, ¿no? - me preguntó sentándose en mi cama.
Me volví a dar la vuelta para mirarlo a los ojos.
-¿Yo también tendré que conocer chicas feas?
Me puse a reír, aunque no había motivos para hacerlo.
-Quiero casarme cuando decidiré yo, igual ni me casaré- opinó mi hermano.
-Antón, a veces, hay que hacer cosas porque se deben hacer, la familia siempre sabe cúal es la cosa mejor para ti.
-Puede ser, pero no lo que cada uno quiere.
-¿De qué hablas?
-Ale, se nota que no quieres esa mujer, también sé que no piensas en casarte, ni nada de esto.
No contesté.
-¿Mamá se enfada si le dices la verdad?
-Ella no, pero…
-No lo entendería - concluyó él.
-La conoceré y ya.
-Y te inventarás una excusa, como cada vez.
-Así será o quizás es la mujer de mi vida - afirmé.
-Sí, y a mí me han dicho que el próximo año seré el presidente del gobierno.
Lo observé, sin decir ninguna palabra más, me levanté y me fui al baño.
-No te engañes a ti mismo- me gritó Antón, mientras bajaba de las escaleras.
Me cerré en el baño y me miré al espejo. Tenía ya veinticinco años, un buen trabajo con un óptimo contrato y sí, igual era hora de centrarme en mi vida sentimental, pero, como mi hermano decía, no puedo engañarme a mí mismo y lo último que quería era conocer chicas que según mi madre, eran perfectas para mí; tampoco me apetecía tener una novia gitana, sí, yo lo soy, pero mis amigos, con los cuales había crecido, tenían otra mentalidad y de consecuencia yo también; tanto que no podía considerarme el típico gitano tradicional.
Sabía lo que iba a hacer: conocer la chica, sucesivamente inventarme una excusa y convencer a mi madre que yo merecía una gitana mejor, en fin, lo que hacía siempre, el problema era que no sabía hasta cuándo podía seguir haciéndolo.
Cogí el móvil y escribí en el grupo: ¿Quedamos en el bar de Moe, en una horita? , así lo llamábamos un pequeño bar del pueblo, ya que el dueño, parecía, literalmente, a Maurice Lester Szyslak.
-Cierto, me visto y voy para allá - contestó Chris.
-Yo tardaré un poco más y estaré - afirmó también Albe.
Me vestí rápido, preparé la cartera y bajé hacia la puerta.
-¿Dónde vas? - me preguntó mi madre.
-Voy al bar con mis amigos.
-¿Sin desayunar?
-Tomaré un café allí.
-Vale, también recuerda hablar a Zita para conocerla esta semana.
-Sí, vale - dije intentando salir del tema lo más rápido posible.
-Es perfecta para ti, además me gustan mucho sus padres.
-Sí, le hablaré. Ahora voy porque me están esperando. -le dije saludándola.
Salí y andando me fui hasta el bar, sin parar de pensar cómo podía hacer con Zita, pero sobre todo con mi madre, ya llevaba bastantes excusas y necesitaba una nueva y original para no tener que conocer a otra gitana.
-Buenos días, Ale - me dijeron mis amigos, mientras me acercaba a la mesita en la cual estaban sentados.
-Ojalá fuera un buen día - comenté.
-Ay, ¿qué pasó? - me preguntó Albe.
-Nada, mi madre.
-Hola chicos, ¿qué queréis? - preguntó la chica que estaba sirviendo en la terraza.
Cada uno pedimos una tostada y un café con leche.
-Ahora os lo traigo- comentó.
-¿Esta chica es nueva, no? - preguntó Fabi.
-Nunca la vi antes - afirmó Albe.
-Pregúntale a Moe luego, a ver que te dice - sugirió Christopher.
-Claro, eso haré- dijo Fabi.
Se pusieron a reír, mientras yo seguía pensando como poder hacer con mi familia: toda la situación ya era agobiante.
-¿Qué pasó con tu madre? - me preguntó Albe.
-Ayer llegué a casa del curro y me dijo que tenía una sorpresa para mí y cuando regresé estaba una gitana cenando en mi casa con sus padres.
Los chicos me miraron sin decir nada.
-Sí, podéis decirlo - afirmé dando el consentimiento para que dijeran que era una enorme putada.
-¡Qué putada, joder! - exclamó Chris.
-Eso- dije.
-¿Qué harás? - me preguntó Fabi.
-No tengo idea, pero ya estoy harto - comenté.
-Normal, hombre - comentó Albe.
-Yo no sé cómo sigues así. Sois gitanos, pero estamos en el 2019, estás cosas, aún no pueden ser un deber para una persona.
-Ojalá Fabi, ojalá fuera así. Me encantaría poder ligar con alguna paya sin pensar que mi familia nunca estará de acuerdo conmigo.
-Es tu vida- afirmó Chris.
-Mi familia viene antes de lo que me gustaría a mí.
Y seriamente era así, mis deseos o mis sueños se podían hacer realidad solo si mi familia opinaba que de verdad eran hechos favorables a mi persona, en caso contrario no valía la pena y para ellos, una paya, no se habría podido integrar con la cultura y nunca me habría aportado algo bueno.