Él, una obra de arte incompleta

Capítulo 10 - La familia es la familia -

 

Era ya Nochevieja y tenía el turno por la mañana, así por la noche podía comer pescado y empezar el año con mi familia.

Llegué al trabajo y busqué la bolsa de la comida. “Joder, me olvidé todo en casa”, recordando la bolsa de plástico encima de la mesa del comedor.

De repente veo una llamada perdida de mi madre.

-¡La bolsa! - leí su mensaje.

-Ya, no pasa nada, que coma papá, yo iré aquí al supermercado que tengo al lado.

-Vale, ten cuidado la próxima vez.

“¡Que sí!”, pensé entre mí.

 

-Hola Ale - me saludó Mateo acercándose.

-¿Cómo vas?

-Bien, aquí acabando el turno y ahora a dormir un ratito.

-Bien, ¿entonces estarás tú a darme el cambio esta noche?

-No, por suerte no, estará Jaime, tenía que ir yo, pero él no tiene a nadie con quien celebrar Nochevieja, así que hicimos un cambio.

-Ah, pues, muy bien para ti - afirmé.

-La verdad que sí, noche de fiesta. ¿Qué harás tú?

-Cena con la familia.

-Bien, de verdadero gitano. - río.

-Así es - sonreí.

-¿Y al final con la gitana, cómo va?

-Tendré que verla el próximo día que tengo descanso, veremos cómo hacerlo con nuestros padres.

-Otra decepción más por tu madre.

-Ya, pero no me gusta, además ya tiene novio.

-A ver si te echas una paya…

-Mi madre me mata si encuentro una paya, yo solo rollos y ya está, aunque estaría guay encontrar una mujer que me ame.

-Hombre, este es el objetivo - dijo.

-Ya.

-Igual encuentras una gitana y te enamorarás de ella, no estaría mal.

-Lo veo difícil, en principio las gitanas que conocen gitanos lo hacen por deber, suelen gustarle más los payos.

-Seguramente encontrará una forma; ahora me voy que estoy cansado.

-Buenas noches y feliz Año Nuevo. - le saludé.

-A ti hermano, que te vaya bien, nos vemos el próximo año - río alejándose.

Reí, Mateo podía perfectamente ser un personaje de una película, el típico que adora hacer chistes malos y en momentos equivocados, pero tenía un gran corazón y es muy buena gente.

Vi la hora, me daba tiempo para ir a comprar un bocadillo antes de volver al trabajo; estaba a cinco minutos andando, así que cogí la cartera y fui rápido hasta el chárter.

-Hola vigilante - me saludó una voz femenina.

Me di la vuelta y era una chica de los chalets.

-Buenos días - saludé.

Era una joven de unos veinticinco años, alta, morena, con los ojos verdes, era una entrenadora personal, se podía entender de la ropa que llevaba puesta y también de su compra: fruta proteica, aminoácidos, proteína y una caja de cereales fitness.

Tenía un cuerpo muy bien entrenado, los bíceps resaltaban en la camiseta que llevaba y las piernas parecían dibujadas a la perfección: lineamientos de los músculos excelentemente perfectos.

“¡Qué guapa, joder!”, pensé.

-¿Tienes prisa, quieres pasar a la caja antes que yo?

Qué voz suave y sexy.

-No te preocupes, me da tiempo - le contesté.

“¿Algo malo lo tendrá?” 

-Hasta luego - me saludó saliendo del supermercado y subiendo en su Tesla X, rojo.

“Algo malo lo tendrá?”, volví a pensar.

-Cuatro euros - me dijo la cajera sacándome de mis pensamientos.

-Aquí tienes. 

Salí y aún estaba sorprendido.

“Mateo tenía razón cuando me comentaba que había buenas mujeres”.

Me senté en el coche y reseteé mi cerebro para empezar a trabajar y dejar de pensar en chicas guapas con Teslas rojos.

Pasé el día viendo películas de Marvel en el ordenador, por suerte mi hermana entendía de esto y me descargó todo lo que necesitaba para no aburrirme.

 

A las ocho, puntal como un reloj suizo, llegó Jaime, para darme el cambio de turno.

-Hola joven - me saludó.

-Buenas noches, Jaime, ¿Qué tal está usted?

-Bien, hoy no hace mucho frío, así no pasaré muy mal la noche.

-Por suerte no. 

-¿Te vas de fiesta? - me preguntó.

-No, cenaré con mi familia.

-Muy bien chico, así se hace, tienes que valorarla hasta que puedas - el tono de su voz era nostálgico.

-Cada día.

-Muy bien, vete tranquilo, seguro que te están esperando.

-Jaime.

-Dime, chico.

-Feliz Año Nuevo, te deseo que sea un buen año.

-Bendiciones hijo, hasta que Dios quiera.

Lo saludé y me fui, tenía muchas ganas de llegar a casa y comer las gambas con salsa rosa de mi madre: era su plato estrella.

 

-Buenas noches, familia - saludé entrando y viendo ya todos sentados en la mesa.

-Buenas noches, siéntate que la cena ya está - me avisó mi madre.

Empezamos compartiendo las gambas y la mariscada que también había preparado mi madre.

-¡Este año te salió fenomenal! - dijo mi hermana.

-Muchas gracias cariño- sonrió mi madre.

¿Entonces, hijo, cómo va con Zita? - me preguntó mi padre.

“Ya empezamos” pensé.

-Bien, la veré la próxima semana.

-Ay hijo, este es tu año - dijo orgullosa mi madre.

-Seguramente - afirmó Antón con cara de desaprobación.

-Vamos a estar en el mismo barco - le susurré.

-¿Qué dices? Yo en este barco de mierda no voy a subir.

-Ay, mira me escribió la madre de Zita - dijo extrañada mi madre.

-¿Y eso? - pregunté.

-No sé, hizo una nota de voz. - dijo, poniéndola.

-Lo siento, pero no quiero que nuestra hija conozca a un depravado como Alejandro… - decía.

-¿Qué? - no podía añadir nada más.

-¿Me puedes explicar qué está pasando?

-Yo estoy más sorprendido que tú.

-¡Alejandro Fernández Morreo! - me gritó mi madre, enfadada.

-Yo no hice nada malo - afirmé.

-Alejandro, este año, queriendo o no te casarás, no acepto otras excusas y tienes que portarte muy bien, la próxima mujer que te dejas escapar nos vamos todos por Andalucía, allí encontrarás en menos de una semana - me explicó mi madre.



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En el texto hay: amor, culturas, sueño

Editado: 20.05.2023

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