Mi día laboral había empezado, no hace mucho, estaba tranquilo almorzando y observando como los enormes árboles alrededor de los chalets ya no tenía ni una hoja, el invierno ya se había expandido por todo el País, aunque no era un frío gélido, al contrario, había días con un sol primaveral.
Mi móvil sonó: un número largo, decidí colgar, seguramente era spam.
Después de cinco minutos el mismo número me estaba llamado, así que, aunque molesto, elegí contestar.
-Buenas, hablo con el señor Fernández?
-Soy Alejandro.
-Estaba buscando a su padre.
-Este no es el número, ¿de qué se trata?
-Su hermano, Antón, tuvo una pelea en el patio.
-¿Está bien?
-Sí, está en enfermería, se hizo un par de cortes, el otro chico se lo llevó la ambulancia.
-¿Cómo? - dije desconcertado.
-Necesito que su padre venga al instituto.
-Él está trabajando, no cogerá el móvil, voy yo, puedo llegar en una media hora, el tiempo de encontrar una persona que me pueda sustituir y voy.
-Vale, la espero.
“Joder Antón, ¿en qué mierda te metes?”, pensé.
Cojo el móvil y llamé a Carlos: -Buenos días.
-Hola Alejandro. ¿Algún problema?
-Necesito ir al colegio de mi hermano, ha pasado una cosa y tengo que ir yo, ¿habría alguien que pueda hacer un cambio? Estoy disponible en hacer la noche si hace falta.
-Hablo con Jaime.
-Muchas gracias Carlos.
-¿Pero todo bien?
-Bueno, problemas de chiquillos. Espero que se pueda solucionar.
-Lo espero para ti.
-Gracias Carlos - colgué.
En menos de media hora llegó Jaime.
-Aquí estoy hombre.
-¡Jaime! Muchas gracias de verdad, dime el turno que necesites que haga o lo que te debo, muchas gracias, de verdad.
-Relájate hijo, todo bien, vete a solucionar el problema con tu hermano.
-Espero.
-Suerte y que Dios esté contigo - me saludó.
En pocos minutos llegué al colegio y me llevaron al despacho del dirigente.
Entré y allí estaba mi hermano llevando, en el rostro, un par de tiritas y estaba sujetando el hielo en la mejilla derecha.
-¿Qué coño ha pasado? - le pregunté nervioso.
-Siéntese, tenemos que hablar seriamente de Antón. - me dijo la dirigente
-Lo siento mucho por lo sucedido, mi hermano no es agresivo, no sé qué le pasó por la cabeza.
-Antón no tiene ninguna asignatura aprobada, en clase molesta, ahora puede ser que la familia del agredido denuncie, nosotros no queremos estos problemas aquí …
-Perdone, ¿puedes salir? - preguntó un hombre dirigiéndose a Eva, así se llamaba la presidenta del instituto.
-Ahora vuelvo - nos afirmó dejándonos solos.
-¿Qué coño te ha pasado por la cabeza? - pregunté.
-Me insultaron.
-Lo mandaste al hospital.
-Me insultaron.
-Puede que te denuncien.
-Me insultaron.
-No entiendes la gravedad de la situación, Antón.
-Me insultaron.
-A mí también lo hicieron cuando iba al colegio, hasta en el instituto y nunca mandé a alguien al hospital.
-Así de cobarde te has quedado.
-Aquí estoy - dijo Eva.
“Se salvó de una buena hostia”, pensé.
-Lo que quería decir, Antón está expulsado.
-¿Cómo?
-Lo siento, este no es el colegio para él.
-Perdone, ahora no habría otro instituto que lo cogiera, el curso ya empezó y sería difícil para él… - no me dejó acabar.
-Lo siento, aquí no podemos hacer nada por él.
-Él podría quedarse por la tarde, haciendo trabajos extraescolares para mejorar, cambiar su actitud, lo que sea.
-Lo siento, no es posible.
-¿Sabéis qué? Aquí pasó algo parecido y el chaval nunca se fue del instituto, la diferencia es que no era gitano, sois racistas y desde que llegué nunca os gusté por ser lo que soy, iros todos a la mierda - gritó Antón saliendo del despacho.
-Lo siento mucho por todo - comenté siguiendo a mi hermano.
El viaje hasta casa fue silencioso, seguía pensando los miles de formas para decir a mis padres lo que había sucedido.
-¿Qué ha pasado? - preguntó mi madre acercándose a mi hermano y tocándole la mejilla hinchada.
-Me han insultado. -contestó Antón.
-Mandó al otro chico al hospital y lo expulsaron. - comenté yo.
-¿Qué coño estás diciendo Alejandro? - mi padre se levantó del sofá. - Antón, mírame a los ojos, ¿es verdad?
Sí. - le contestó.
Mi padre le dio una hostia en la mejilla que estaba bien.
-¿Nosotros te hemos enseñado esto?
-Me insultaron.
-Nosotros no te hemos enseñado esto, joder.
-Me insultaron.
-¿Y? - mi madre tenía los ojos lúcidos.
-Y no soy un cobarde como mi hermano, el tío empezó a decirme que era pobre, que era un gitano de mierda, que de mayor habría tenido hijos con una mujer que no conozco y yo no quiero esto, soy gitano, pero en esta mierda de bodas gitanas no me voy a meter nunca, no haré como mi hermano que no tiene huevos para deciros que no le apetece casarse y menos aún con una gitana, yo no soy un cobarde, soy gitano, me gusta serlo, pero mis sueños van delante de esto - explotó mi hermano, dejando a mis padres sin palabras.
-No lo vais a entender, lo sé. - cogió la mochila y fue a su habitación.
No sabía qué hacer, ni qué decir, estaba petrificado.
-Voy a subir, hablo con él - dije mirando a mi madre con las lágrimas en los ojos.
-Todo irá bien - le abracé.
-¿Hijo es verdad lo que dijo, sobre lo que quieres tú? - me preguntó mi padre, mientras yo subía las escaleras.
Sus ojos ya estaban bastante decepcionados y ahora, igual, dejaban a mi hermano su libertad, así que le contesté: -No, no es verdad.
-Bien - contestó él.
-Déjame en paz- me dijo mi hermano cuando entré en la habitación, estaba sentado en el suelo.