El verano ya estaba a punto de acabar y después de la cita con Drina mi madre no me había presentado ninguna gitana más, pasabas las semanas con una rutina fija: los días de trabajo hacía mi turno, llegaba a casa y descansaba; mientras en los días de descanso solía ver a mis amigos para jugar a baloncesto, tomarnos una cerveza en el bar de Moe, comer una barbacoa juntos, en el último periodo quedábamos solo yo y Christopher; Albe estaba siempre ocupado yendo a comprar ropa, cuna, carro y todo lo necesario para la llegada del bebé; Fabi, a través de Wentir se había echado novia y cuando podía quería pasar el tiempo con ella.
-Nunca me habría imaginado Fabi enamorado - afirmó Chris, mientras estábamos tomándonos algo en la terraza del bar.
-Ya, algo muy raro por su parte - afirmé.
-Estoy pensando descargarme la aplicación, a ver si ligo yo también. - confesó Chris.
-Al final estaré solo tomándome una cerveza aquí.
-¡Qué va! Me cuesta ligar, ya sabes.
-Y a mí.
-Oye, podríamos intentarlo los dos, incluso habrá gitanas.
-Si están allí es porque están buscando payos.
-Ya. - dijo.
-Para intentarlo no estaría mal - afirmé.
Sacamos el móvil y descargamos la aplicación, pusimos una foto y una biografía e intentamos entender cómo funcionaba.
-¿Qué dices? - le pregunté enseñando una foto de una joven morena, con los ojos marrón caramelo, tenía solo dos fotos, pero parecía muy guapa.
-Ostia, mal no está - confesó Chris.
Le di el corazón. - Oye, hemos hecho match - avisé.
-No me digas, ¿ya?
-Al parecer.
-Háblale Ale.
-Ya, a eso voy.
Le escribí un simple hola y me contestó enseguida.
-Joder, ya me está hablando.
-Jo, por suerte no ligabas, eh - dijo Christopher.
-A ver como acaba.
-Pues yo me voy a casa, que tengo un par de cosas que hacer, ya me contarás.
-Claro Chris, nos vemos.
Estuve media hora sentado en la terraza con mi cerveza aún media llena hablando con Marta, así se llamaba la chica: era encantadora, muy amable y parecía hecha para mí.
Estuvimos hablando toda la tarde, charlar con ella, me hacía sentir bien, libre y disfrutaba.
-Oye, te apetece quedar esta noche? - me escribió.
“Joder, no me lo creo”, pensé encantado.
-Claro, dime dónde y la hora - contesté rápidamente.
“Joder, Ale, no enseñes tanto tu desesperación”, me reñí.
Me envió una dirección y enseguida la busqué en el mapa, para evitar llegar a otra cita como la con Drina.
Era un restaurante japonés, en Valencia Capital, por las fotos parecía muy romántico.
Vi la hora, tenía poco tiempo, así que fui a casa para ducharme y arreglarme un poco.
-¿Dónde vas? - me preguntó Antón, mientras me ponía los vaqueros negros.
-Tengo una cita.
-¿Una paya?
-Sí.
-Ostia, hermano, muy bien.
-No grites, ahora tengo que inventar una excusa para mamá.
-Suerte Ale que sea una buena noche - me dijo abrazándome. -Y que mojes - susurró.
-Tonto - reí.
-Cariño, ¿Dónde vas tan guapo? - me preguntó mi madre
-Haremos una barbacoa en casa de Christopher, cenaré allí.
-Podías avisarme antes que ya hice la comida para todos.
-Guárdame mi porción en un tupper para mañana.
-Vale. No vuelvas tarde.
- No, adiós mamá.
Salí de prisa y llegué puntual al restaurante, aparqué y entré.
-Hola, tenía una reserva a nombre de Alejandro.
-Sí, su compañera ya llegó, allí está.
Marta se dio la vuelta; era más hermosa en persona que en foto, llevaba el pelo suelto y un mono naranja que resaltaba su piel bronceada.
-Hola, encantada - me dio dos besos.
-Perdona el retraso - dije.
-¡Qué va! Llegué muy pronto.
-¿Cómo estás?
-Muy bien y tú, Alejandro?
-Todo bien.
-¿Te gusta el japonés?
-Sí, claro.
-Es que me encanta el sushi y este restaurante es mi favorito.
-Pues, me alegro de que me hayas llevado aquí - afirmé.
La noche pasó increíblemente bien, estuvimos compartiendo platos, pero también pensamientos y aficiones; Marta era una chica muy deportista, le gustaba mucho la ciudad, su favorita era Sídney, había ido de vacaciones con sus padres hace unos cuantos años; adoraba el sushi, su comida favorita era el nigiri de salmón, pidió unos cuantos aquella noche.
Estaba acabando la carrera de Derecho en Valencia, quería ser abogada como su padre y trabajar en su oficina.
-¿Y tu familia? - me preguntó, mientras el camarero quitaba los platos vacíos de la mesa.
-Trabajan en diferentes mercadillos.
-Oh, entiendo.
-Soy gitano, sí, si te lo estás preguntando.
-Oh, vale, no parecías mucho.
-No todos los gitanos tienen la piel aceitunada.
-Ya, ahora lo sé.
-¿Te molesta? - le pregunté notando su rostro cambiando de expresión.
-¡Qué va! - contestó. -Oye, voy al baño y cuando vuelvo pedimos el postre.
-Claro.
Habían pasado ya diez minutos, pero aún no había vuelto.
-¿Quieres postre? - me preguntó el camarero.
-Sí, pero estoy esperando la chica para pedirlo con ella.
-¿La del mono naranja?
-Sí.
-La vi salir del restaurante.
-¿Cómo?
-Sí, agradeció y se fue.
-Oh, pues llévame la cuenta. - dije decepcionado.
Saqué el móvil y vi que me había escrito.
Lo siento Alejandro, no es para ti, pero no quiero mal rollo, me había bloqueado, así que borré la conversación y después de pagar me fui.
Me senté en el coche y esperé un poco antes de ponerlo en marcha.
“Igual mi madre tenía razón, solo una gitana podía aceptarme”, pensé.