Cristina.
3 Horas después.
Abrí los ojos violentamente pero con la misma violencia los cerré por un destello de luz cegadora que invadió mi vista. Los vuelvo abrir delicadamente y una sonrisa se pasea por mi rostro al recordar pequeños fragmentos del sexo con Dylan lleno de besos y acaricias placenteras.
Miré alrededor Dylan no estaba. Y yo solo tenía encima una camisa de él.
¿Por qué se fue? ¿Qué hice para que cambiara conmigo? Era lo que invadía mi mente. No lo odie. Lo quiero tanto que es imposible para mí hacerlo. No puedo creer que haya desecho el contrato, si él mismo dijo que no había marcha atrás una vez que lo firmara. Esté hombre no lo entiendo. Trato pero no puedo, Es decir, Cada vez que creo que lo entiendo pasa algo que me asegura que jamás lograré hacerlo. "Dios... sé que cuando era pequeña te pedí un hombre misterioso pero con Dylan creo que te excediste"
Mi tristeza se notaba, una lágrima salió. Al estar completamente segura de dos cosas. Una era que me encontraba estúpidamente enamorada de Dylan Markle. Dos, ese amor jamás me iba a corresponder.
"No más Cristina. Tienes que ser fuerte. No debes llorar por alguien así, que solo te vio como objeto sexual sin importarle tus sentimientos" -Me lo repetía una y otra vez para tratar de ser fuerte. Pero era inútil. Dylan Markle había marcado mi corazón con su perfecta belleza y su malvado ser.
Salí de la oficina desolada, no lo puedo negar. Sólo estaba Amánda que con su mirada deduje que ya sabía lo que paso.
—Niña hasta que por fin sales—dijo Amánda fruñendo el ceño.
— Lo siento. Me quede dormida.
—¡Lo sé... Lo sé! Alfredd te espera para llevarte a la mansión— dijo Amánda, recogiendo unas carpetas y su cartera, para irse.
—Pero... Y Dylan?
— Él señor se fue hace dos horas con Adam. Y te dejo esa orden. Que al despertar Alfredd te llevara directo a casa.— dijo Amánda marchándose.
Mi sonrisa no estaba. Mis ganas de ir a la mansión tampoco y de verlo mucho menos. Pero tengo que ir, todavía necesito pagar la beca.
Me retracto cuando dije que; Prefiero ser pobre que rica". Malvado el día que nací pobre. Quizás si fuera nacido con dinero no estuviera aquí. No estuviera pasando por esto.
[...]
—Hola Alfredd— dije al verlo recostado leyendo el periódico en el auto.
—Buenas tardes señorita Fox. —Dijo Alfredd con su sonrisa de oreja a oreja- ¿Se siente usted bien señorita? Pregunta al ver mi mirada tan infeliz.
—Si Alfredd. Estoy bien- mentí no le podía decir, Alfredd es el confidente de Dylan. Y sabía que al decirle Dylan se enteraría.—Y dígame Cristina. Los amigos se tratan de tú a tú.— pude notar por su sonrisa que eso le agrado.
Aquí vamos a mi infierno personal a la mansión de Dylan. Esa casa era mi cielo, mi nido de amor pero ahora iba a ser mi infierno.
Me sorprende. Lo rápido que pueden cambiar las cosas. Pero aun así me sigue gustando quise decir él me sigue gustando.
No me conocía este lado tan masoquista. No pensé que me pudiera enamorar de alguien así.
Al parecer además de no conocer a Dylan tampoco me conozco yo.
—Llegamos—escucho a Alfredd decir frenando de repente. Me baje, y había un Ferrari 250 GT Berlinetta, rojo. Me extraño. No sabía que Dylan tenía uno, pensé que no era su tipo.
Abro las puertas. Y ahí estaba Adam tan lindo como siempre. Me abrazó y besó mi mejilla.
—Por fin llegas. ¿Dónde estabas? El jefe no me quiso decir. Tu sabes lo déspota y odioso que es—dijo Adam con una enorme sonrisa.
—Fui al médico me sentí mal.— No puedo creer en lo que me he llegado a convertir. Ahora le miento sin parar a las personas que quiero. Y solo por un amor que jamás me corresponderá.
Adam claro que no me creyó.
—Pero... ¿En qué momento saliste del edificio? Siempre estuve en planta bajo, y nunca te vi salir -Ayyy me huele que la pequeña Cristina Fox tiene un secreto. —dijo Adam fastidiando con su dedo, el cual lo movía por mi cara. Yo con la mano derecha lo aleje hasta abajo.
—Deja de ver muchas películas Adam. Le hacen daño a tu cerebro. Además como me ibas a ver si estabas coqueteando con la recepcionista—dije fría y segura.
— No estaba coqueteando. Sabes que solo tengo ojos para ti.—dijo Adam, tocando mi barbilla.
Estaba aliviada de que eso funcionara. Y eso que me dijo me alegro un poco tanto que me puse algo nerviosa. Lo sé, Es mentira. Pero sentir que por lo menos a alguien le gusto o me quiere, era de verdad fortalecedor para mí corazón.
Después de tanta platica.
La tristeza se fue. Pero duro poco porque volvió a velocidad brusca.
—¿Y él jefe, Adam?- pregunte.
—Lleva horas con una rubia alta, en su cuarto— respondió Adam. Marchándose hacia la cocina. Me preguntó que si quería algo, pero lo que quería no se encontraba en el menú.