Cristina.
Feliz. Me puse a llegar, me sentía como niña pequeña ver todos esos colores y sitios de comida. Me traslado a mi infancia cuando mis padres me traían aquí. La feria era increíble. Es decir, puesto de juegos, palomitas, atracciones mecánica, gente feliz y amor en el aire era lo que se veía.
—Oh por dios... Algodón de azúcar.—expresé fuerte.
—¿Quieres uno?
—Si... Por favor—dije con ojos de plato. Tengo dos debilidades en este mundo, 1. Dylan Markle y 2. El algodón de azúcar. «Casi sufro de diabetes por lo mucho que lo comía»
Nos acercamos, al puesto.
—Una para la señorita, por favor—dijo Dylan con esa voz tosca varonil, que enamora.
Suspiré. Dylan no dejaba de ser cariñoso conmigo. Sus estados emocionales me confundían pero en ese momento no me importo y solo disfrute el instante.
Mientras caminábamos yo comía el algodón, Dylan solo me observaba me ponía nerviosa pero me gustaba.
Hermoso. Esa mirada me enloquece.-pensé
—Mira-señalo- Una rueda de la fortuna. Vamos Cristina —expreso arrastrándome hasta el lugar.
—Oh... No. No, no Dylan.—dije deteniéndome.
—Vamos —Él insistía.
— No Dylan. Tengo miedo a las alturas—exprese en medio del temor. No puedo creer que eso haya salido de mi boca, mi miedo nunca se lo he dicho a alguien, ni a mis padres.
—Tranquila. Allá arriba te protegeré yo—dijo besando mi frente. Me derretí y accedí.
—Lastima. Hay mucha gente formada será para otro día, Dylan—dije irónica. Cuando nos acercamos al lugar.
—¡Já! Descuida mi muñeca.—dijo y sonrió.
Saludo al sujeto que maneja la rueda, y nos paso de primeros. No me sorprende es Dylan Markle, claro que iba a pasar de primero, y claro que también conoce al sujeto. Es que todo el camino se la paso saludando a todos los que trabajan en la feria. Roro ¿cierto? Otro enigma del señor Markle.
Mis piernas temblaban y mi corazón latía con fuerza.
Mierda. Mierda, mierda ¿Como me metí en esto? Una marica gallina eso es lo que soy ahora.
Respire. Subí con los ojos cerrada, Dylan me ayudo a sentarme, y la atracción se puso en marcha.
—Ay mi dios... Juró que si muero. Te asesinare Dylan.—dije con voz temblorosa. Dylan se rió y me sujeto la mano.
—Cálmate mi muñeca. No pasara nada.
Nos reímos. Me miraba como idiota, éramos dos idiotas enamorados. Se notaban a trescientos kilómetros.
Íbamos por la segunda vuelta.
—Lo siento. Lo siento mucho Cristina —escuche a Dylan con voz bajita decir.
—¿Qué? ¿Por qué me pides perdón?
—Por cómo te he tratado, por las chicas de ayer, por todo que hice y por lo que no he hecho también.- reflejo Dylan melancólico.
—No tienes porque disculparte Dylan, soy solo tu empleada puedes tratarme como quieras.-baje la mirada. Y es tu vida, estas soltero y guapo puedes salir con quien quieras.
—Ese es el problema. Rayos. Te equivocas, no puedo salir con quien quiera.- sentí la furia en su cuerpo.
—¿Como así? Explícame...
—Quiero estar contigo, salir contigo. Es decir; Te amo Cristina Fox.
Mi piel se erizó, mi corazón latía con más fuerza, los miedos se fueron y mi cuerpo reacciono con un; Beso. Un beso profundamente apasionado, divino y cálido.
Yo también te amo Dylan —susurre.
No sé, si estaba en un sueño o si esto se terminaría mañana pero era perfecto lo que pasaba. Bajamos de la atracción.
—Voy a comparar palomitas. Espérame aquí Novia —beso mis labios y se fue.
Suspiré. ¿Novia? Que bello suena, soy la novia del señor Markle.
Mientras estaba sumergida en mis pensamientos, esperando a Dylan. Veo una pequeña niña llorando en busca de sus padres. Mi instinto fue protegerla y conseguir a sus padres. Observe a Dylan, y aun estaba comprando las palomitas como vi que tardaría decidí buscar a los padres sin él.
—Hola pequeña ¿cómo te llamas?
—Sofia—tristeza mucha tristeza era lo que brotaba en ella. Pobre, he pasado por eso perder a los padres es fuerte, muy fuerte.
—Bueno Sofi—sonreí. Veo que estas perdida. Te parece si buscamos a tus padres.
La niña tomo mi mano, paró de llorar y comenzó hablar. Creo que se sintió segura conmigo. Su edad, su fragilidad me recordó a mi niña Lucy Mead. Mi niña la cual ilumina el cielo con esa alegría que siempre llevaba.
Federico... Camila—gritaba por toda la feria. Así se llaman los padres de Sofia.
25 minutos había pasado sin señal de ellos. Hasta que la niña se suelta de mi mano y corre hacia ellos. Estaban por la zona de los carritos chocones. Me quede parada observando su alegría por estar juntos de nuevo. Lleno se sintió mi corazón por hacer esa noble causa.
Dylan debe estar molesto esperándome.
Al llegar al sitio, veo y no esta Dylan. Lo busco con la mirada y no lo veo. Voy hacia el señor de las palomitas y no sabe nada de él. Me asuste. Mire para todos los lados y no lo veía, el ruido enloquecía mi mente. Tome aire, recordé mi labor y fui directo para donde Adam.