Termine de comer. Mire para los lados y no había nadie, ni nada que hacer. Sólo estaba la soledad y yo, como buenas amigas que somos.
—Oye Leticia—grite apenas la vi pasar.
—Sí, dígame señorita.
—Puede limpiar la cocina, por favor...
—Claro señorita Cristina, con mucho gusto.
Qué buena persona es Leticia.—Pensé.
Salí de ahí. Camine por los largos pasillos de la mansión, ya me estaba aburriendo. No sé, como pueden soportar esas personas que viven día y noche encerradas yo apenas llevo dos horas aquí y estoy a punto de enloquecer.
Ay Dylan será que hice bien en aceptar tener una relación contigo. Y no lo digo porque no te amé, mi amor hacia ti es incuestionable. Lo digo por esa forma hostil y dominante que tienes. Sí. Me gusta fue lo que me atrapo de ti, pero que eso llegue al extremo es lo que me asusta—murmuré mirando fijamente una retrato de él, colgado en la pared.
Mejor voy a visitar a Zeus. Necesito despejar mi mente, no puedo estar pensando en ti en todo momento. Sexy, guapo millonario.-sonreí a decir eso.
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—Abuelo, Zeus es hermoso-
—Si Doven, y es el mejor de todos.
—Quiero pasear en él. ¿Sí? Abuelo, di que sí....
—No mi niña recuerda que este es el caballo del señor Dylan.
—Dele un paseo señor Alfred—dije acercándome a ellos. Le doy permiso.
—¿Segura señorita?—pregunto Alfred, asombrado.
—Sí. No hay que arruinarle esa hermosa sonrisa a su hija.
—No. No, es mi nieta aunque la quiero como si fuera mi hija.
—Oh discúlpeme, pensé que era su hija como se parece mucho a usted.
—Descuide me pasa mucho—rió—Doven es hija de mi hija Samantha. Ella me viene a visitar en verano, ya que su madre trabaja mucho para estas fechas.
—Que bueno, por lo menos alguien tiene a un persona de su familia cerca—suspire acariciando a Doven.—Y él como se llama—señale a ver a un tipo dándole comida a los caballos.
—Él es Cameron, es el cuidador del establo.—respondió Alfred.
—Cameron—grite—Hágame el favor. Él vino hacia mí, mi piel se abarroto se veía tan sexy que me sonrojo.
—Si dígame señorita Cristina.—dijo Cameron quitándose el sombrero apenas llego.
—Aguarde ¿conoce mi nombre? —dije impresionada.
—Claro, como no conocer a la novia del señor Markle.—dijo Cameron, y en todo momento tenía la mira hacia abajo. ¿Por qué mierda no me ve? ¿Qué le pasa este tipo?
—Si señorita todos... Ya la conocen. El señor Markle anoche nos dio las reglas para poder dirigirnos a usted.—expreso Alfred apenas Cameron termino de hablar.
—¿Reglas? ¿Cuales reglas Alfred? Y usted Cameron ¿Por qué no me mira?
—No estoy autorizado para hablar sobre ellas señorita Fox. —dijo Alfred, inclinando la cabeza.
—No lo hago. Porque no puedo hacerlo señorita Cristina. Es una regla.—expreso Cameron.
Al parecer Dylan les dijo a todos quien era yo, me alegra pero me extraña ¿Por qué tiene que decirles a todos sus empleados quien soy yo? ¿Qué les interesa a ellos? ¿Cuáles son esas supuestas reglas? Y ¿Por qué nadie puede mirarme? Demonios tantas preguntas explotan mi cerebro, Dylan me lo tendrá que explicar ahora.
—Mmm... Entiendo. Bueno Cameron, dele un paseo a la niña Doven y cuando termine se la lleva a Leticia para que la cuide. Alfred y yo saldremos un momento.—dije fría.
Alfred no dijo nada, vio en mi mirada la ira que se limitó a obedecer. Subí y me cambie, me puse un pantalón, el chaleco y mis botas. En menos de diez minutos estaba lista con mi uniforme. Baje y me subí a la camioneta.
—Vamos Alfred a Dollas—di la orden.
Dios ayúdame a comprender a Dylan—lo repetía a cada momento mientras íbamos a Dollas.
20 minutos después...
—Llegamos señorita Cristina.—dice Alfred, estacionando el auto. Baje sin darle las gracias. No quería hablar con nadie, como cosa rara solo está en mi cabeza Dylan.
Camine rápido, las puertas principales se abren. Y mientras caminaba para el ascensor todos me saludaban con la mirada hacia abajo. ¡Diablos! esto cada segundo deja de gustarme más.
También los de la empresa ¡Grandioso!-susurre.
Llego a su oficina. Camine rápido vi, a Amanda y ella me vio a mí. Por lo menos no se lo prohibió, por fin alguien me mira.
—¿Con que derecho le prohíbes a las personas mirarme?—dije entrando brusca a la oficina. Dylan sobresalto asombrado.
—Con el derecho de que eres mi novia.—expreso Dylan cínico.
—Está mal Dylan, no creas que porque soy tu novia tienes derecho en mi o en mi vida.
— Estas mal tú. Si tengo el derecho en ella.
—Me estas jodiendo ¿Cierto?—reí.
— No. Además ¿con que permiso saliste de casa? —