Él único en mí vida 1

Capítulo XX

Dylan.

Estaba revisando los documentos para el traspaso del dinero que le prometí a Liam. Cuando Cristina abre la puerta. Sobre salte, abrió tan brusco que me asusto.

Joder... Me reclamo por las reglas de anoche, después de la feria hable con todos mis empleados. Cristina ahora es mi novia, ahora me pertenece y no quiero que nadie que no sea yo se le acerque.

Lo que me molesta es ¿Quien coño se lo dijo? Se supone que mi orden fue que nadie se lo dijera. Tuvimos una pelea fuerte, las más fuerte hasta ahora. Luego de eso la mande directo a la mansión.

Demonios ahora este nudo en mi garganta me está matando. No  me deja concentrarme bien. 

Mi mente no deja de pensar en Cristina, en esa forma tan dura que la trate. Fui una bestia. Lo sé. Espero que ella pueda perdonarme, pero fueron mis malditos celos que me volvieron a cegar. Adam. Adam, Adam.... Verla con Adam riendo, pasándola bien, me enfureció tanto que lo despedí  apenas me trajo a la empresa. Es que, solo la idea de ellos sintiendo algo más que amistad, me enloquece. Pero no. No creo que hice bien, es más estoy muy arrepentido. Pero más aún estoy arrepentido en la forma tan miserable que trate a mi pequeña.

Estoy muy mal, no puedo seguir así. Necesito verla, saber que está bien.  Necesito solucionar las cosas con ella. Amo a mi pequeña Cristina y no quisiera perderla. 

Cristina.

Llore y llore, apenas llegue a mi habitación. Cerré la puerta de un trancazo, y me dejé caer sobre ella.

Dolió. Dolió mucho ¡Maldito Dylan! Ni así te puedo odiar.

Mi mente viajó a esos tiempos donde mis padres tenían discusiones fuertes, dónde yo solo me encerraba en mi cuarto a llorar. Eran tan fuerte que la policía llegaba.

Esos momento dónde la depresión me arropaba en las noches. Dónde ella era mi única amiga.

¿Por qué, Dylan? ¿Por qué me haces esto?  ¿Y  por qué Adam, no estuvo ahí para ayudarme? Era  lo que estaba en mi cabeza. 

Lo peor es que sólo puedo sentir por Dylan, es asco.

No creo que pueda soportar esto, mi mente está en el pasado y presente. Siento que mi corazón explotara y derramara todo el dolor que he estado ocultando por la muerte de mi madre. Necesito hablar con Adam.

—Vamos.. Adam, contesta.

¡Mierda. Mierda, mierda! Otra vez la contestadora. ¿Dónde diablos está Adam?—decía mientras llamaba a Adam.

—Mi pequeña— escuché decir afuera de mi puerta. Feliz, me puse. ¿Adam? Tiene que ser él, es él único que me dice pequeña. 

Abrí. Me congelé al verlo ahí.

—Lo lamento tanto— era lo único que repetía. Mis lágrimas querían volver a salir, pero las contuve. No dejaré que piense que soy débil.

—¿Qué quieres, Dylan?—dije fría.

—Que me perdones por la forma como te trate. Me siento muy culpable, pequeña te juro que yo no soy así.—dijo Dylan, pasándome su mano suave por la mejilla.

—No Dylan, en este momento no te puedo perdonar, me heriste, y dolió mucho.

—Pero Cristi...—lo interrumpí.

—Ssshhh... Necesito tiempo Dylan.—cerré la puerta. Suspire, quería dejar caer mis lágrimas pero me acordé de Adam.

—Aguarda. Dime que hiciste con Adam ¿Por qué no estaba hoy en Dollas, si él se fue contigo?

—Lo despedí. 

—Diablo Dylan ¿Y así quieres que te perdone? 

—Lo hice en un momento de rabia. Yo sé que hice mal, pero tienes que entender que me mata la forma como se miran. No puedo soportarlo.

—¿Cómo nos miramos? Dylan por dios, nos miramos con cariño por qué durante cuatro años fuimos inseparables, los mejores amigos. Yo a él lo quiero como un hermano. 

—Pero Cristi...—lo volví a interrumpir.

—Ssshhh... Y te lo digo ahorita, si Adam no vuelve. Yo me voy y nunca más vuelves a saber de mí. 

Cerré la puerta. Me recosté en la cama y me escondí debajo las sabanas. Para tratar de soportar esta situación, pensé que esos recuerdos ya habían quedado en él pasado.

Pasaron horas y seguía en mi habitación. Dylan me insistía que saliera de ahí, me llevó comida pero lo ignoré. No iba a salir hasta que Adam volviera.

Cayó la noche, y aun seguí en mi habitación acostada. —Adam como te extraño—susurré, triste.

Tocaron  mi puerta.—Demonios Dylan, te dije que no quiero hablar contigo.—grité. Lanzando un libro. No sé, como no puede entender que quiero estar sola.

—Pequeña, soy yo. Adam— corrí y abrí. Juro que mi corazón se fortaleció. 

—Pensé que no regresaría. No puedo creer que Dylan te haya hecho eso.—dije. Él me abrazó.

—Fue un error. Y ya se disculpó, deberías disculparte pues yo reaccionaría igual si veo a mi chica riendo con otro—aconsejo secando mis lágrimas que salían sin cesar por Dylan.

—No, lo sé Adam. La forma que me trato hoy, y la forma como actúa creyéndose que le pertenezco, no me agrada.

—Siéntate y escúchame. El jefe te ama con locura y  muchas  veces el amor se manifiesta de diferentes formas, haciendo que actuemos y pensemos  de forma extraña. Que nos lleva hacer lo imposible para no perder a la persona que amamos con locura.—dijo abrazándome fuerte.—Además nunca había visto esa mirada que tiene el señor Markle por ti. Su mirada dice que estaría dispuesto a recibir una bala por ti.

 —¿Hablas en serio Adam?—pregunté. No podía creer. Sé que Dylan siente amor hacia mí, que me ama. Pero aun así no podía creer lo que me decía Adam.

—Si, Cristina. Vamos. Hasta un ciego puede ver eso— rió.

Jamás pensé que yo, una simple guardaespaldas pudiera enamorar al gran Dylan Markle. Mi tristeza se fue, y la alegría ocupó su lugar.

—Gracias.—dije abrazándolo más fuerte.

—¿Por qué? pequeña. 

—No, lo sé. Pero gracias.

—Sabes que siempre puedes contar conmigo ¿Verdad?

—Si. Lo sé, y no lo dudo. 

—Bueno. Basta de tantas lágrimas. Anda a ver a Dylan, que yo iré a conocer a la hija de Alfre, me dijeron que es una dulzura—dijo Adam, con una sonrisa picara. 




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