Él único en mí vida 1

Capítulo XXVI.

Iba rumbo a la mansión. Pensando con la mirada regia hacia la ventana.

Esa llamada trajo de vuelta a la antigua Cristina, a la Cristina que yo era antes de conocer a Dylan. Trajo de vuelta a esa mujer que era capaz de enfrentar el mundo sola, esa mujer que su felicidad no dependía de un hombre. Volvió esa mujer trabajadora y fuerte que era.

Cuando pisé la mansión las cosas van a cambiar ¿Por qué? Ya no dejare que se vaya esa mujer. Ni dejaré que se esconda solo para ser feliz a Dylan. Ya no más. Se suponía qué Dylan ya no iba reaccionar más así, y si no puede cumplir sus promesas por lo tanto las cosas cambiaran. Yo cambiaré.

—Son 180$, señorita.—expresó el conductor.

—¡Ok! Tenga. —dije sorprendida. Estaba tan perdida en mi mente, que no me había percatado que ya había llegado.

Me bajé. Respiré hondo y boté el aire. Camine segura hacia la entrada.

Abrí y ahí estaba, esperándome como si fuera mi padre y yo no adolescente que se escapo de casa.

—¿Dónde estabas?—preguntó Dylan con voz gruesa. Su tono de voz estaba un poco alto.

—¡Ese no es tú problema!—dije fría.

—Cristina ¿Estaba preocupado por ti? Pasé toda la noche hasta ahorita en vela, pensando que te había pasado algo—dijo Dylan, su tono de voz había bajado.

—¡No hacía falta! Déjame en paz quieres... Yo no soy una niña de quince años. Yo me se cuidar sola, siempre lo he hecho. —expresé seca y cortante. Subiendo las escalera para ir a mi habitación. Pero me detuve en un escalón al escuchar a mi espalda.

—Por lo menos, dime ¿Si estás bien? ¿Si no te sucedió nada, pequeña?

—¡Estoy. Perfecta! —dije y termine de subir las escaleras.

Tenía poco tiempo. Faltaba poco para que el avión de Emily aterrizara. Así que solo me cambie el vestido por mi uniforme. Me coloque, un jeans, camisa blanca, mi chaleco y mis botas negras. —¡Jesucristo! Como extrañe mi uniforme. —murmuré. Al verme en el espejo.

Entre y salí con flash de la habitación. No me importaba que Dylan estuviera todavía abajo pero rece para que así no fuera, me iba hacer preguntas y no quería eso.

Iba llegando y... ¡Joder! Mis suplicas nunca funcionan. Ahí estaba, sentando enforma de descanso el último escalón.

Me dolía verlo así. Vi como tenía sus ojos marchitos, se veía que si estuvo preocupado por mí. Pero aun no lo puedo perdonar, esa noche él mato algo en mí. 

No sé qué pero sé que eso jamás volverá.

Le pase por un lado ignorándolo por completo. Me faltaba poco para llegar a la puerta y salir.

«Mi actitud cuando llegue siempre fue seca y fría.»

Iba abrir la puerta. Cuando Dylan percibió que iba a salir.

—¿Pará dónde vas? Si acabas de llegar, Cris.—expreso, desolado.

—A trabajar, Dylan.—respondí fría.

—¿Qué? No. No, no iras, Cristinas. Tú ya no necesitas trabajar. Ya no necesitas más dinero. Además no deberías cuando solo faltan días para la boda.

—No te estoy pidiendo permiso. Solo te informo.

—Pero...—decía Dylan y lo interrumpí.

—¡Ssshh! Y no lo hago porque necesité dinero. Lo hago porque necesito hacer lo que más amo en la vida, que es proteger. —dije y me marche azotando la puerta.

Fui directo al garaje y agarré la misma moto. La Yamaha 125. La prendí y me fui rumbo al aeropuerto.

________________________

Llegue al aeropuerto, vi la hora y ya era un poco tarde. Corrí rápido hacia la salida del avión dónde aterrizaría Emily, y gracias a dios no había llegado a un. Le pregunté a una señora y me dijo: Tiene quince minutos de retraso el avión.

Me alivie. No quería llegar tarde el primer día. Aunque podré cambiar mi actitud y todo lo que quiera pero jamás dejare ser impuntual.

Miré para ver si había otro empleado esperando a Emily. Y vi un chico alto, moreno de unos 18 años con cartel con su nombre, me acerque para presentarme pero ya sabía mi nombre.

—Señorita Cristina. Por fin llega.—dice el chico, cuando iba yo hablar.

—¿Me conoce?—pregunté impactada.

—Sí. Él señor Mead me informo que usted estaría aquí también. Mucho gusto, yo soy Jacob el chófer de Emily.

—¡Ah! Ok. Encantada.—expresé. Él no paraba de sonreír, sentí buena vibra con él.

—Ahí viene Emily —expresó Jacob emocionado, apenas la vio salir.

Yo también me emocione pero no podía compararse la emoción que tenia Jacob. Es decir; Sus ojos brillaban, su sonrisa era inmensa y con la mirada se la comía a besos. Creo que huelo amor y dolor aquí.

La niña Emily, que por cierto ya no era una niña. Creció mucho, ya era toda una señorita alta, con ojos azules y un cabello rubio como el sol. Muy hermosa se puso.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.