El unicornio de la pradera

Capítulo dos:

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El camino había sido muy largo y tedioso. Pareciera que era imposible para las dos mujeres llegar al pueblo. Su madre no quería más demora. Había prisa, en especial si le quería conceder a su hija el para ella "capricho" de al menos casarse por enamoramiento. La madre era consciente de que salvo en un caso sentimental, ningún hombre con más capital del normal iba a aceptar a su hija por su clase, por su clase claro; pero no por su belleza. Confiaba en ello. Sin embargo le asustaba un poco que pese a su belleza, pudieran discriminarla por lo exótica que se veía. De todos modos, eso jamás parecía haberle pasado. Mientras su piel no dejara de ser pálida, no iba a pasarle nada.

Rosemary estaba muy nerviosa. No sabía exactamente cual era el plan de su madre. Llevaba todo el trayecto, (lo que viene a ser toda la mañana) sin abrir la boca. Nada más ponerse el primer rayo del sol sobre su hogar, había levantado a su hija, ofrecido el mejor vestido que jamás le había cosido, maquillar (levemente) su rostro y asearla y peinarla de la mejor manera posible; para finalmente haberla hecho caminar con ella hasta el pueblo, únicamente habiéndole dicho:

-Ven conmigo, Rosemary, vamos a buscar pareja.

 A Rosemary todo se le hacia muy rápido. De la noche a la mañana pareciera que hasta la relación con su madre fuese distinta. No estaba del todo molesta con ella porque entendía la situación, pero si le tocaba la moral su frialdad frente al asunto. Rosemary no era consciente de que su madre estaba evitando conectar con su incomodidad. De hecho ni la propia Gaeyla lo sabía.

La chica no paraba de hacerse preguntas. En realidad no le importunaba tanto el hecho de tener hijos o esposo en sí, si no si iba a enamorarse en un mes. Había estado toda la noche pensando en que si el hombre era bondadoso, que no fuera su amante tampoco era para tanto. En el fondo no era eso lo que le daba miedo... Era el pensar que si se enamoraba de alguien estando ya casada por conveniencia... También era dejar atrás su anterior vida: su casa, su madre y quizás su libertad. Rosemary, como cualquier chica, tenía asumidas ciertas cosas de antes, así que eso le daba cierta ventaja; pero como el asunto había sido repentino, no estaba lo más estoica que podría.

Para calmar sus nervios y aliviar su tristeza, Rose intentaba fijarse en elementos del pueblo. Pero en cuanto veía a mujeres casadas, sin quererlo volvía dónde su mente se encontraba anteriormente. Prácticamente ninguna iba sola por la calle. No era obligatorio, pero sí muy propio de la cultura que las mujeres casadas salieran por la calle únicamente con su marido. 

Gaeyla se paró en seco. Rosemary pudo sentir en seguida su corazón latir aún más rápido. 

<<¿Será este el momento?>>pensó Rosemary.

La chica se quedó mirando atentamente qué pasos iba a dar su madre. 

<<No, no puede ser otra cosa>> pensó Rosemary cada vez más nerviosa.

Ambas mujeres iban una detrás de la otra. Gaeyla rompió con ello. Tendió la mano a su hija, la cual la cogió mientras tragaba saliva, y, acto seguido, comenzaron a subir las escaleras.

Se encontraban en un lugar muy importante para la ciudad. Estaba en su corazón. Había muchísima gente, yendo de un lado a otro, pasando por delante de ese mismísimo lugar. Como si fuera un escenario, las escaleras daban paso a un pequeño balcón. Era un lugar donde se anunciaban eventos de trascendencia.

-¡Escuchad, pueblo de Silverreach!-exclamó fuertemente Gaeyla.

Mucha gente pasaba de largo los primeros segundos, hasta que los hombres comenzaron a agudizar su vista. Ninguno se lo podía creer. Rosemary mientras tanto, se moría de vergüenza.

-¡Esta es mi hija! ¡Aún es joven y virgen! ¡Es de clase humilde, pero goza de una enorme belleza, como podéis ver! -continuó Gaeyla- ¡Quien desee casarse con ella podrá si recibe mi bendición!

Rosemary notaba como bastantes muchachos la miraban con ambición. Habían comenzado a vitorear y a lanzar piropos. Algunos se veían más amables, pero otros parecían verdaderos depravados. No tardaron en amontonarse para ir a por ella. Rosemary se sintió como en una embestida. De hecho se puso alerta, a mirar de un lado a otro, por si venían a por ella y le llegaban a hacer algo inapropiado.

-¡Haced una cola! ¡Solo aceptaré a un caballero disciplinado!- gritó enérgicamente Gaeyla.

Los hombres, siendo conscientes de lo que se estaban jugando, obedecieron como si fuera su jefe de trabajo. Ante el panorama, Rosemary se preguntó si realmente era necesario que hubieran corrido tanto. Desde luego que ella no sabía que conocer a cada uno de esos varones y que su madre comenzara a hacer un proceso de selección llevaría un largo tiempo.  

Todo parecía marchar, si cabe decir, de maravilla. Rosemary iba a conseguir un esposo, con ello dinero, y finalmente la vida que le esperaba a toda mujer. Para calmarse, se recordaba a sí misma que este incomodo momento ocultaba tras de sí lo que la iba a hacer sentirse una fémina completa (o eso creía). 

Sucedió entonces que una de sus envidiosas vecinas estaba pasando por la zona del panorama. La chica sintió verdadera furia. Esa forma de ser cortejada se asemejaba mucho a la de las princesas y mujeres de clase alta. La madre lo sabía y su vecina también, era la extraordinaria belleza de Rosemary la que la había permitido ser presentada así, y conseguir tantos pretendientes de un momento a otro.  La chica contemplaba a los muchachos, más de uno era comerciante, más de uno era guapo y sobre todo, no había solo más de uno cumpliendo esas características... Carotina no pudo evitarlo. Le ardían los pies y las manos. Jamás había sentido tantos celos. Pensar además en la vida tan nefasta que llevaba precisamente por su falta de belleza, la ponía de los nervios. En un acto por proteger a su ego, la vecina de Rosemary tomó una decisión.



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En el texto hay: hadas, unicornios, fantasia y magia

Editado: 07.03.2023

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