El unicornio de la pradera

Capítulo cuatro:

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Nerviosa, Rosemary comenzó a bombardearle a Platina muchísimas preguntas. 

-No te preocupes, te llevaré a mi hogar y allí, detenidamente, te lo contare todo- afirmó el hada. Platina  echó a caminar, acto seguido se dio la vuelta. -Oh, y este unicornio debe venir con nosotras.

Platina comenzó a mover sus delicadas manos, de ellas, emanaron unos resplandores rosados. La emanación fue empujada hacía el unicornio gracias a un gesto impetuoso que había realizado Platina. Esa magia rodeó al unicornio y alcanzó su corazón dorado. El unicornio relinchó. Acto seguido, el hada se acercó a él y se apoyó amorosamente en su cabeza. Rosemary contempló como en la patas del animal se originaban unas llamas blancas. La brillantina celeste que le había salido a la criatura hacía poco, comenzaba a moverse lentamente, recorriendo todo el cuerpo del animal.

-Sé que no soy tu dueña, pero permíteme guiarte- dijo amorosamente Platina. El hada se separó del animal y acto seguido se dirigió a la chica. -Vamos, Rosemary.

El hada y Rosemary comenzaron a caminar. El unicornio seguía a Platina. La cabeza de Rosemary sufría oleadas de confusión e incredulidad. Aunque el hada la llevaba a su hogar, expresamente para salvarla de su ignorancia frente a todo lo que le preocupara, Rosemary esperaba que Platina comenzara a darle pequeños detalles durante el camino. Sin embargo, el hada parecía estar disfrutando del paseo como si nada. La mujer alada contemplaba los alrededores con calma y pareciera estar hasta sorprendida, como si fuera la primera vez que se encontraba en ese maravilloso paraíso. Rosemary, sin embargo, se estaba sintiendo incomoda. Tras unos momentos de silencio, la chica abrió la boca y dijo:

-Oye, no es por ser pesada, pero, ¿qué es todo esto? 

-Shh-soltó Platina de forma abrupta. -Cada cosa en su momento.

Rosemary se molestó. Luego recordó que no conocía aquellas tierras. Quizás era por una necesaria privacidad. 

-Disfruta de este maravilloso momento, Rosemary. No te preocupes de nada hasta que lleguemos a nuestro hogar- pronunció la mujer.

<<¿Nuestro?>>pensó la chica. 

Rosemary comenzó a reflexionar sobre si ese "nuestro" era literal o no. A estas alturas, se esperaba cualquier acontecimiento.

Al cabo de una media hora, con el cielo ya recién anochecido, las chicas llegaron a su destino. El cielo de ese lugar se había tornado muy estrellado y tenía auroras boreales rosas y moradas.

-Voi-là! ¡Ya hemos llegado!- exclamó bien sonriente Platina.

El hogar de Platina era una casa rural, parecida a una cualquiera, con la excepción de que tenía unos jardines mucho más ricos y vastos de lo habitual. Había muchísimos arcos de piedra, fuentes, estatuas... Pero sobre todo, el jardín contaba únicamente con rosas, con el llamativo toque de que había de todos los colores, incluso verdes. 

Platina hizo una reverencia al unicornio. Acto seguido, el animal volvió a relinchar. El fuego, que había tenido durante todo el trayecto en sus patas, se desvaneció. La purpurina celeste que había por su cuerpo dejó de hacer presencia. 

-Ya eres libre-comentó el hada.

 En seguida, el unicornio hizo una reverencia y se fue.

Platina se dirigió a Rosemary:

 -Entremos.

Ambas mujeres atravesaron un hermoso camino poblado de luciérnagas y arcos de rosas, el cual daba paso a una hermosa puertecita ámbar con tonos amarillentos. En ella había dibujadas unas cuantas rosas que se entrelazaban haciendo la forma de un corazón. 

Una vez en el interior de la casa, el olor a madera se notaba en el ambiente. El panorama resultaba muy acogedor. Rosemary notó como comenzaba a tener ganas de llorar, la casa se parecía demasiado al hogar que había dejado atrás. Hacía muy poco de eso, pero la separación se veía gigantesca, no por tiempo, sino por la cantidad de sucesos que habían llevado a Rosemary a alejarse de su día a día ordinario.

-Adelante, siéntate. Te brindaré un té- comentó Platina.

Rosemary se quedó confusa.

-¿Dónde me siento?-preguntó.

El hada se rio de sí misma.

-Ja, ja, ja. Perdona, no me gusta sentarme en sillas, pero sí quieres te puedo ofrecer una-comentó el hada.

-No, está bien, esos cojines se ven bien cómodos.

Rosemary agradeció ver algo tan blandito disponible para ella. Sin duda estaba que ya no podía con su cuerpo. Se sentó.

El hada se dirigió a la cocina

El hada se dirigió a la cocina. La habitación daba al salón y no estaba separada por ninguna puerta o pared. Platina comenzó a sacar los condimentos del té y la vajilla. Rosemary en realidad estaba famélica, su estomago llevaba varias horas haciéndoselo saber. Desde el desayuno no probaba bocado. Aún así no dijo nada. Su moral le decía que era muy descortés rechazar lo que el hada le ofrecía. Su moral, claro, pero también su timidez.

-Mañana te llevaré a visitar al hada curandera-comentó Platina desde la cocina.-Ah, y ahora te doy un nuevo vestido.

El hada, que ya había terminado de preparar el té, llevó al salón la tetera y las tazas ya servidas en una hermosa bandeja de porcelana. 

-Ten-le dijo a Rosemary.

-Gracias-respondió Rosemary con una sonrisa y mirada; las cuales, inconscientemente lanzaba cierto mensaje de "hubiera preferido otra cosa".

Ambas, ya dispuestas, comenzaron su sesión de preguntas y respuestas.



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En el texto hay: hadas, unicornios, fantasia y magia

Editado: 07.03.2023

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