Asustada, Rosemary en seguida se apartó. La mujer se abalanzó rápidamente hacía el joven.
-¡Yo soy Lilith y yo decido quién es digno o no de vivir el Edén!-gritó.
-¡Yo soy Enoc! ¡La sangre divina de un ángel y la mismísima gracia de Dios recorren mis venas!- respondió el muchacho envainando un arma.
La espada del joven había aparecido entre sus manos, después de que llamaradas amarillentas hubieran rodeado todo su ser. La espada había nacido de un aura blanca. Enoc, enseguida, la hizo girar en el aire. Allí arriba aparecieron unos patrones geométricos de los colores del arcoíris, los cuales se introdujeron en la parte metálica de la hermosa y ornamentada espada.
De la mano de Lilith habían emanado cantidades dantescas de fuego. Las llamaradas eran tan altas y voluminosas que pintaron de tonos anaranjados todo el paisaje.
-¡NO ME DAS MIEDO! ¡SOY ENOC! ¡TÚ ERES DÉBIL!-gritó el muchacho corriendo rápidamente hacía la mujer.
El muchacho atravesó todas las llamaradas. Era muy resistente a ellas. Lo que no sabía es que Lilith solo lo había distraído. La mujer sacó los colmillos de serpiente y las alas de murciélago que poseía. Acto seguido intentó morder al joven.
De la espalda de Enoc aparecieron unas alas enormes, blancas y doradas. Él se elevó al cielo. Rosemary pensaba que el muchacho había esquivado el ataque de Lilith, pero no fue así.
Una vez en el cielo, Enoc comenzó a no poder mantener la compostura. Sus brazos y el resto del cuerpo, comenzaron a tornarse morados. La mujer lo había envenenado.
-Ja, ja, ja. ¡Podrás ser más divino que yo, pero mi veneno está aquí para poder condenar a cualquier edeniense!
Enoc comenzaba a caer. Sus alas no podían más. Rosemary no sabía qué hacer. Aquella mujer no podía ganar. Viéndose armada, corrió hacía la deidad para salvarla.
Lilith volvió a echarse a reír al ver semejante espectáculo.
-¡Jovencita! ¡Eres buena para matar!-gritó la mujer. Rosemary se distrajo por la llamada de atención de la mujer.-Pero solo a los seres débiles...
La chica ya había conseguido salvar a Enoc pero, acto seguido, Lilith estaba descendiendo en picado sobre ella. La mujer sacó, en cuestión de unos pocos segundos, una hermosa espada gris. Había surgido de dos enormes llamaradas que habían salido de sus manos.
-¡POR LA JUSTICIA DE EDÉN!-gritó la fémina.
Se pudo ver como la mujer clavaba la espada a la protagonista en el abdomen. También cómo petrificada, Rosemary rompía el frasco que le había entregado Ysys, apretándolo con el puño. El líquido y los cristales le cayeron tanto a ella como a Enoc. No sucedió nada. La chica comenzaba a caer lentamente al suelo, con una expresión de dolor en la cara.
Lilith entonces, se vió satisfecha. Trabajo logrado. De hecho, se burló de la pócima de Rosemary. En seguida, desapareció envuelta en una llamarada. Al cabo de unos minutos, cuando ya la joven y Enoc llevaban un rato padeciendo, el líquido rojo comenzó a brillar. Poco a poco, las heridas de Rosemary comenzaron a sanar. Del mismo modo, Enoc volvía a una posición de dignidad.
La joven se puso de pie, viéndose en un estado espectacular. Estaba asombrada ante la maravilla de Ysys. Sin embargo, no quiso girarse a mirar al muchacho. Quería ahorrarse los efectos secundarios.
El joven se puso de pie, asombrado, y eso que él mismo era un semidios. Se dirigió a Rosemary:
-Hola, hermosa joven, mi nombre es Enoc.
El muchacho le hizo una reverencia. La chica le daba la espalda.
-¿Señorita?-preguntó la deidad.
-Lo siento, no puedo mirarle.
Enoc se quedó asombrado ante tal gesto. Desde que descendió de los Cielos, nadie parecía haberlo tomado tan en serio.
-Vaya… Al fin alguien humilde de corazón-comentó la deidad.
-Oye, me tengo que ir. Gracias por todo, de verdad- respondió la chica.
Evitativa, Rosemary comenzó a caminar hacía delante. Tenía que salvarse de su posible futuro.
-¡Espera!-gritó el muchacho.
En seguida, Enoc corrió hacia la mujer y le hizo darse la vuelta. Rosemary intentó no mirarle a la cara, nerviosa. Pero finalmente sucedió.
En seguida, la joven tuvo una serie de visiones. En ella salía un enorme ojo dorado que iluminaba el Cielo y la Tierra. Divisó millones de anillos repleto de ojos. Pudo ver como uno de ellos se fusionaba con el enorme ojo. Y como finalmente, millones de personas y seres extraños, figuras geométricas, símbolos… terminaban descansando sobre unas enormes alas. Tras ver todo eso, de vuelta a la realidad, se fijó en Enoc. Su pelo rubio le había parecido brillar. Además, empezó a notar una intensísima sensación de estar frente a alguien trascendente.
Rosemary, con una cara más que sorprendida, terminó haciéndole una reverencia. Con su armadura y gesto, parecía la mismísima Juana de Arco rindiendole culto a Dios.
-Mi majestad. Ya sé quiénes sois-dijo con firmeza.
Enoc aceptó semejante gesto. Sin embargo, en seguida, sintió una sensación de no merecimiento.
-Si bien soy de carácter divino, no soy el más santo. Por favor, no me trates como si tuviera aún mi puesto en el Reino.
Rosemary se levantó. Aún estaba maravillada ante tal varón.
-Lo que deseeis, sabedor de todo lo que hay.
La joven se puso en pie y se quedó mirando al joven.
-¿Cómo puedo devolveros semejante hazaña?-preguntó a Enoc.
-No hace falta. Es mi deber ayudar al prójimo y aplicar la auténtica justicia-respondió el joven. -Te he visto en apuros. Estás haciendo un viaje ¿cierto? Esas desconsideradas hadas te lo han quitado todo. Lo que ni Lilith esperaba es que ahora fueras a contar con mi apoyo.