El universo en tus ojos.

Capítulo 1.

Oliver secó una gota de sudor que rodaba por su perfecta frente con algo de asco.  

Ya suficientemente desagradable era tener que estar apachurrado de esa forma en el ferrocarril y resulta que ahora había comenzado a sudar.   

Para su suerte, nótese el sarcasmo, un señor gordo y maloliente parecía tener un interés especial por recargar todo su peso en el costado del chico.   

Como pudo, se deslizó con lentitud entre las personas y logró solamente avanzar un cuarto de la distancia que esperaba, Pero al menos no tenía a Mc Kilitos de sobra apretujado al costado.   

Oliver no podía pensar en otra cosa que no fuera su casa de playa en Cancún, que es en donde debería estar exactamente en ese momento.   

Pero no.   

Como siempre, su madre había decidido por él donde pasaría las vacaciones de verano.   

"Tus vacaciones del último semestre" se repetía constantemente "y lo pasarás recogiendo estiércol en la granja de una señora que huele a pasas"   

Si, como última decisión, su madre había optado por comprarle un boleto a Kentucky y meterlo en el primer tren que saliera directo a una casa tan humilde como ella misma.   

Aún recordaba a su madre vistiendo los agraciados vestidos coloridos, mostrando una Mare Dircov juvenil y bondadosa.   

Lo único que había sacado de su madre, eran esos ojos azulados que parecían contener el universo entero, pues en todo lo demás eran completamente diferentes.   

Él no era tan ingenuo como su madre, y eso era bueno, pero tampoco era tan amable, humilde y caritativo como ella.  

Oliver tuvo que esperar dos largas horas más, que para él fue como contarlas con todos los dedos de las manos, Pero finalmente llegó.   

La tía Ida tiene problemas con su recinto por la edad - había dicho su madre - ve a ayudarla, Oli.  

Y ahora aquí estaba.   

Seguramente se hubiera negado de no amar tanto a su madre, y es que en otra cosa en la que no se parecían, era que Oliver jamás haría algo que le ordenara un ser que no fueran sus padres. Tomó la maleta hecha al apuro con hostilidad y se dispuso a ir a la casa de la tía Ida, pero no tenía idea de donde estaba como para caminar, claramente.   

Se convenció a si mismo de que merecía un taxi y no sintió el menor grado de remordimiento cuando gastó un billete completo de 10 dólares en un señor flacuchento para que lo llevara hasta el recinto buena leche.   

Si, así se llamaba.   

En el lento transcurso, Oliver tuvo tiempo de observar el paisaje, aunque no era muy bonito, cabe decir, pero bueno, después de ver las playas de Cancún nada parecería tan bonito en comparación.   

Cuando Oliver desembarcó frente a la casa de pintura desgastada, lo primero que lo recibió fue una gallina.   

La gallina había salido de la casa, quizá huyendo y había intentado volar, pero que inepta gallina, tal vez nadie nunca le dijo que las gallinas no vuelan, así que en un épico fracaso se estrelló de lleno contra la cara de Oliver.   

-  ¡Clotilde, vuelve aquí! - exclamó La tía Ida saliendo a toda prisa de la casa.   

La tía Ida era en realidad su tía abuela; veía de un sólo ojo y escuchaba de una sola oreja.  

A su hermanito menor le hacía gracia decir que ella era un ciborg y que sólo le funcionaba su lado robótico, claro, antes de que su madre le diera un golpecito en la cabeza, aunque Oliver siempre había pensado que un golpe suavecito no era la manera de reprender a un mocoso.   

La tía Ida tomó a la gallina que seguía repicando contra la cara del muchacho en su desconcierto.   

- Cielos... - murmuró Oliver cuando fue capaz de hablar.   

Sus mejillas se tiñeron de un color rojo chillón, ahogó una exclamación al mismo tiempo que sus ojos se agrandaban.   

Oh, sí; estaba histérico.  

- Oliver, cariño, llegaste antes - dijo su tía con alegría genuina plantando un beso un poco mojado en su mejilla.   

Oliver sintió algo de pavor al tener a la gallina presionada contra su brazo a pesar de que hace poco tenía ese trasero plumoso es su rostro.   

- yo... Hola, Tía Ida - atinó a decir   

-  Ven, ven, pasa.   

La tía Ida parecía verdaderamente feliz de tenerlo allí, y sólo por eso Oliver decidió pasar por alto el catastrófico incidente de la gallina Clotilde.   

Se abrió paso, pisando meticulosamente donde nada de procedencia dudosa pudiera alcanzar sus zapatos.   

Dentro de la casa no era mucho mejor que afuera; revolotean algunas moscas, las paredes estaban un poco mohosas y la casa parecía tener un ligero aroma a humedad.   

Y había una chica allí dentro.   

Tenía el cabello lleno de rizos castaños, su piel era de un tono blanquecino y tenía los hombros rojos seguramente por el sol, sus ojos eran color avellana y bailaban en diversión con todo lo que veía.   

Cuando los vio entrar se apresuró a ponerse de pie de un brinco y tomo a Clotilde de las manos de tía Ida.   

- llevaré al corral a esta traviesa - habló como si fuera una mascota.   

Claro, lo que faltaba, una loca que tratara a las gallinas como bebés.   

- oh, espera, Annie, quiero que conozcas al hijo de Mare, él es Oliver.   

Ella posó su mirada en él, Al principio un poco tímida pero no se contuvo de darle una buena ojeada.   

Oliver se sintió un poco radiante en ese momento; no era anormal recibir ciertas miraditas de algunas chicas, pero nunca lo habían analizado con tanto detenimiento. Justo cuando había pasado el tiempo suficiente Como para que Oliver pensara que iba a comenzar a adularlo, ella finalmente hablo   

- ¿Acaso Clotilde le saltó encima? - le pregunto a la tía Ida.   

Oliver se sintió extrañado; ¿cómo había llegado a esa deducción? Y sobre todo ¿por qué su primera pregunta no era sobre su asombrosa belleza?   

- Algo así.   



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En el texto hay: comedia, clases sociales, romance

Editado: 17.10.2021

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