El universo en tus ojos.

Capítulo 3

Oliver zombie soltó un gruñido cuando Annie abrió las cortinas de su habitación de par en par, dejando que el sol entre y le diera justo en la cara.   

-Buenos días, calabaza – dijo ella con ludibrio    

Él se removió en la cama solo para darle la espada al sol y seguir durmiendo plácidamente con la frente pegada a la pared que estaba fresquecita.   

Annie lo miró un poco divertida, por un momento olvidándose que venía a reclamarle el agua helada de Almendra y se tumbó junto a él en la cama.   

De estar en sus 5 sentidos, Oliver habría estado profundamente sorprendido y le hubiera pedido cortésmente que le dé su espacio personal, pero a Oliver zombie no podía importarle menos. Annie podría acostarse sobre él y aun así el seguiría durmiendo plácidamente.   

Al ver que no daba resultado, Annie comenzó a levantar el cabello castaño todo enmarañado para todas direcciones, imitando a un puercoespín.   

-Déjame – murmuró el chico.   

-Estoy seriamente molesta contigo.   

No era cierto, Annie no estaba ni una pizca molesta, pues había revisado a Almendra y no estaba enfermo, pero aun así era bueno darle una advertencia.   

Oliver zombie se volteó con prosa hasta quedar frente a ella para poder mirarla con incógnita, con los ojos casi cerrados, cabe recalcar.   

-¿eso es una novedad?   

Ella rio, más por sus ojos que luchaban para mantenerse abiertos que por el comentario.   

-Le diste agua helada a Almendra.   

-¿Quién?   

-El tigre.   

-Ah.   

-¿sólo ``ah´´?   

-¿de qué hablas?   

Annie bufó, incrédula. El Oliver que ella conocía no era tan despistado y poco atento como aquel, pero quien la culpa, el Oliver que ella conocía no estaba allí.   

-El tigre, Oliver, Almendra. Te dije que no le dieras agua helada y se la diste igual. 

-Tenía sed.   

Oliver bostezó y cubrió su boca con su mano; Oliver zombie también era educado, por supuesto.   

-¿Cómo sabes que tenía sed?   

-Porque yo lo sentí.   

-Así que sentiste que tenías sed y por eso le diste agua helada a Almendra en lugar de beberla tú.   

A Annie le costaba un poco encontrarle una razón lógica y Oliver rio por lo bajo ya que incluso a él eso le sonaba ridículo.   

-Sal de mi cama, Annie.   

-¿Por qué le disté algo que te advertí que no le dieras?   

Oliver bufó cansadamente, miró con pereza como los rizos castaños de la chica se esparcían por su almohada mientras sus grandes ojos avellana lo mantenían cautivo de cualquier mentira.   

-Porque estar en un lugar tan pequeño aprisiona. El pelaje le da calor y le duelen las patas por las astillas.   

Oliver volvió a cerrar los ojos después de decir eso dejando a una muy impactada Annie a su lado.   

¿de dónde había sacado Oliver todo eso? ¿era simplemente una suposición o realmente estaba seguro de lo que hablaba?   

Annie se reincorporó en la cama y lo miró dormir con tranquilidad.   

Sonrió, decidiendo que Oliver zombie era prístinamente adorable y que lo dejaría dormir un par de horas más antes de darle las tareas del día.   

Antes de salir de su habitación, cerró las cortinas nuevamente envolviendo el cuarto en oscuridad.    

   

.-.-.-.-.-. 

Oliver bajó a la sala de estar después de sus 15 minutos diarios en el baño y se encontró con la tía Ida caminando de un lado a otro.   

-¿Ocurre algo, tía?   

-Es que Annie es la que usualmente recolecta los huevos, pero parece que se le hizo tarde; fue a comprar al centro y el médico me dijo que si me arrodillo puedo hacer de mis articulaciones un desastre. Cielos, el granjero Ern viene en menos de 15 minutos y si no se lleva los huevos voy a tener que descontarlo de su paga.   

Oliver hizo una mueca. Ser o no ser, he ahí el dilema.  

-Está bien, tía, yo los recolectaré.   

-¿de veras? – preguntó encantada – es maravilloso, procura no romperlos.   

Oliver asintió, tomando la canasta del suelo.   

Entrar a la caseta de las gallinas y tomar huevos recién salidos de ellas no era exactamente la mañana ideal de Oliver, pero su tía Ida no podía hacerlo y Annie no estaba.   

Trató de pensar que hacía esto porque era una buena persona y no porque se trataba de Annie; quiso convencerse de que lo hubiera hecho por cualquiera.   

Si, tan real como que Oliver es una buena persona   

Se encaminó a la caseta de las gallinas sin tiempo que perder en conversaciones con la tía Ida y sin más se introdujo de rodillas.   

Oliver agradeció a Dios que las gallinas estaban afuera casi en su totalidad, sin contar a Clotilde y un par de gallinas más que estaban allí dentro.   

-Buenas tardes – saludó Oliver, comenzando a poner algunos huevos en la canasta. – déjenme decirles que esto no es personal, nadie se roba a sus bebés por motivos personales, después de todo, pero son una gran fuente de proteína; están contribuyendo a la generación futura.   

Oliver les habló a las tres gallinas como si pudieran entenderlo y les explicó meticulosamente como deberían estar orgullosas de poner huevos para ayudar a Annie.   

Al cabo de 10 minutos, Oliver salió de la caseta de las gallinas con una cesta de huevos repleta a tope y tres nuevas amigas.   

Al pasar junto a Almendra se detuvo un minuto que absolutamente no tenía.   

El tigre estaba acostado y tenía la cabeza reposada entre sus patas delanteras.   

Al mirar a Oliver se puso de pie y se acercó a la pared de malla, meneando la cola de un lado a otro con lentitud.   

<<Buenos días, príncipe arrogante>> le dijo y Oliver ahogó una exclamación.   

Si los huevos no hubieran sido tan importantes quizá su mano hubiera dejado caer la canasta.   

Él inclino la cabeza hacía el tigre a manera de saludo y caminó con rapidez a la casa, tratando de escapar a toda costa de la mirada del felino. 



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En el texto hay: comedia, clases sociales, romance

Editado: 17.10.2021

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