Gales, 1865
El sol era demasiado brilloso para su gusto, al asomarse por la ventanilla lo único que podía observar era el color verde del inmenso campo que la rodeaba, era mucho verde para su gusto. Alzo su mirada hacia el cielo observando que era muy resplandeciente, el azul predominaba sobre las nubes blancas y esponjosas, eran demasiados colores para ella, prefería el gris que normalmente caracteriza a Londres. La brisa del aire era calurosa, tuvo que sacar su abanico para poder soportar el calor. Comenzó a sentir como su cuerpo sudaba por las bochornosas capas de su vestido, justo en ese momento podía recordar las palabras de su hermana mayor advirtiéndole que debía de usar un vestido más ligero porque el clima era más cálido en Gales comparado a su ciudad natal, pero como siempre era demasiado obstinada para su gusto. Resoplo molesta cerrando de golpe la cortina de la ventanilla negándose a seguir disfrutando del paisaje que la rodeaba. Observó de reojo a sus dos hermanas mayores que se reían de su desdicha, Davina decidió ignorarlas, no les daría el gusto que la vieran molesta. Saco de su bolso uno de sus libros favoritos: Emma escrito “Por Una Dama” lo cual le encantaba porque le daba más misterioso y eso hacía que quisiera leer todas las novelas escritas por aquella dama misteriosa, eso le daba más jugoso. Le encantaba Emma porque se sentía identificaba como ella, dos jóvenes altamente hermosas e inteligente, llenas de riquezas, que solo son algo mimadas. Se identifica mucho con Emma, aunque, a decir verdad, a su diferencia, ella no tenía un mejor amigo del cual enamorarse y tampoco estaba interesada en conseguirle pareja a alguien más que no fuera ella misma. En esos aspectos difiere con Emma, pero en el resto son bastantes parecidas.
—Emma no golpearía a una dama noble en su presentación a la sociedad —comentó Catherina con su tono burlón que tanto la caracteriza, era demasiado observadora, se había dado cuenta que se encontraba su libro favorito—. Y sobre todo no habría hecho que su padre la exiliaran junto con sus dos hermanas mayores al campo con su tia solterona.
—Bueno no todos podemos ser iguales —repuso Davina, sin desviar la atención de su libro—. En algo teníamos que ser diferentes.
Barbara como siempre soltó una risa divertida al ver la habitual pelea entre Catherine y ella, estaba bastante acostumbrada, era como su espectáculo personal, que siempre la sacaba de buen humor.
—Al menos deberían de conocer el nombre de su tía solterona —las reprendió entre risas—. No pueden llegar a su hogar y saludar como tía solterona.
Catherine les dio la espalda molesta, ninguna de las tres estaba contenta con la idea de pasar su verano en Gales, era la época dorada de las fiestas en Londres, era el mayor apogeo de la sociedad londinense, donde en la época de “La temporada” donde todos regresaban a Londres para participar en bailes, cenas, óperas y recepciones. Eso no era lo más importante, para toda una joven dama noble londinense era importante esta Temporada, porque es el momento en que debutan o son presentadas formalmente ante la sociedad. Las debutantes eran presentadas en la corte ante el monarca y oficialmente “entraban en sociedad”, quedando disponibles para encontrar pretendientes. Y en los bailes era donde empezaba el verdadero cortejo, la oportunidad de poder contraer matrimonio y poder conocer al amor de tu vida. Pero cruelmente su padre las había exiliado justo cuando empezaba la Temporada, había sido menos peor que la hubiera encerrado en su casa, hubiera sido menos humillante para ella. Ahora se encontraban en camino a Gales para pasar la Temporada con su tía la solterona, ¿había un destino peor que eso?
—Tu sola arruinaste tu debut —le recordó Catherine—. ¿Cómo te atreviste a pelear en la fiesta de su majestad la Reina Victoria?
Davina desvió la mirada molesta, alejando por primera vez su vista del libro, solo recordaba ese día, la hacía hervir por completo su sangre.
—Voy a hacer pagar a Elise Spencer —murmuro molesta—. Esa idiota… debí de haberla golpeado más fuerte.
—Y por eso estamos ahora visitando a la tía Sherlyn en Gales —concluyo Catherine—. Porque esos no son los modales que debe de tener una señorita de tu alta cuna enfrente de la corte real.
Davina resoplo molesta ignorando sus palabras, ella se lo tenía bien merecido, había escuchado sus palabras despreciando a sus hermanas, diciendo que ningún hombre con buen uso de su razón se casaría con alguien tan… curioso como ellas.
—Da gracias a que tu escena hizo reír a sus majestades —replico Barbara—. Pudo ser peor, te pudieron haber exiliado por tu teatro.
—No paso nada.
—No porque papá se encuentra charlando con los Vizcondes Spencer esperando que puedan perdonar a la mal criada de su hija menor —recordó Catherine con su misma lengua voraz—. Por haber arruinado el debut de su única hija en sociedad.
—Y por eso ahora vamos a pasar nuestro verano en Glamorgan —concluyo Barbara—. Ya no deberíamos de tener tiempo para llorar, veámoslo por el lado en que visitaremos a un pariente cercano que hace mucho tiempo no hemos visto y podemos ver más paisajes interesantes.
—Hermana a esto no puedes verle lo bueno —replico Catherine—. Te recuerdo que tú tienes 22 años y yo tengo 20 años, nos hemos perdido esta temporada que era buena oportunidad para conseguir matrimonio —miro molesta a Davina—. A este paso estaremos como la tía Sherlyn y nos estaremos mudando a vivir en su finca.