Uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, fueron los latigazos que recibieron en las pantorrillas al llegar a la finca de la vieja Sheryl. Lo primero que les hizo fue obligarlas a arrodillarse enfrente de su vestíbulo mientras sus sirvientes observaban. Las hizo levantarse las faldas de sus enaguas, ordeno a su ama de casa traerla una fina varilla que ninguna de las tres había visto en su vida, pero que habían observado que asi eran castigada el resto de sus amigas por sus madres para disciplinarias. Al verse entre ellas sabían que no podía salirse de ese castigo, una carta y las tres estarían en un barco hacia las Américas. Solo pudieron suspirar cansadas, mientras recibían seis latigazos en cada una de sus pantorrillas, sabían que era humillante, pero ellas mismas se lo habían buscado. Lo primero que habían hecho al llegar a Gales, era darle la razón a su padre y probar que necesitaban de una educación más femenina. Las tres apretaron los dientes mientras recibían con dureza el castigo de su tía, no parecía eterno, pensaron que hasta ahí habían acabado. Pero posteriormente las pasaron a una biblioteca donde pensaron erróneamente que su tía se presentaría o se disculparía al menos por recibirlas con tal salvajismo.
Pronto se dieron cuenta que su castigo apenas había comenzado, las obligo a las tres a volverse a arrodillar, a este paso sus rodillas las matarían. Después las obligo a alzar sus brazos poniendo enfrente su palma, antes de que pudieran preguntar, las doncellas se acercaron a ellas y pusieron en cada palma dos libros. Lo bueno hubiera sido que esos libros eran novelas ligeras, para su desgracia, se trataban de enciclopedias. Davina fue la primera en doblegarse, seguida a Catherina y por último de Barbara, ninguna de las tres pudieron soportar el peso de las dos enciclopedias. Su hermana mayor como siempre fue la voz de la razón de ellas y quien la mayor parte del tiempo se ocupaba de sacarlas de los problemas.
—Tía Sherlyn ¿no cree que esta siendo muy dura con nosotras? —hablo calmada—. Se que hicimos mal, no fue para nada cortes habernos comportado de esa manera delante de usted, justo cuando teníamos que presentarnos formalmente, ¿no cree que pueda pasar este error por ser nuestra primera vez?
Su tía ni siquiera titubeo delante de ellas, esa mujer parecía no tener alma propia, seguramente se alimentaba de la de Brandy.
—Al menos saben reconocer de su error, pero ¿eso las exhorta de no cumplir su castigo? —inquirió severa—. Si las perdono una vez, las tendré que perdonar una y otra vez porque sabrán que sus acciones no tienen consecuencias.
—Le aseguramos que sabemos perfectamente eso —replico Catherine—. ¿No es por eso, que nuestro padre nos envió lejos?
Aquel comentario solo provoco que la Tia Sherlyn se riera, bueno al menos la habían hecho reír, eso debía de favorecerlas.
—Si su padre fuera lo suficientemente estricto no las hubiera mandado con su pariente lejano —respondió seria—. Las hubiera encerrado en un monasterio para que pudieran reflexionar sobre sus errores —las tres la miraron horrorizadas al pensar en semejante castigo—. ¡Ridiculizad a su familia así! ¡Y enfrente de sus majestades! —las miro ofendida—. Debieron de haber ido a un monasterio, eso si las habría hecho aprender de sus errores, las hubiera vuelto pulcras y más sensatas —suspiro cansado—. Yo misma le recomendé un monasterio donde podía internarlas, pero en vez de eso, su padre me suplico que las acogiera que con mi guía volverían al buen camino.
Davina solo podía agradecerle mentalmente a su padre que no le hubiera hecho caso a la loca anciana de la tia Sherlyn.
—Y su expresión solo confirma que mi decisión era la más acertada —las reprendió—. Mi hermano menor siempre ha sido alguien sentimental, desde que murió su madre se sintió culpable por dejarlas sin una figura materna, es por eso, que toda su vida se encargo de compensarlo cumpliendo todos sus caprichos —las señalo con brusquedad—. Pero eso se acaba conmigo… no saben ser unas dignas miembros de nuestra sociedad, no respetan su honor mucho menos el de su familia —las miro con severidad—. ¡Si no son capaces de comportarse como hijas de los Compton! ¡No merecen sus lujos!
—¿De que habla Tía Sherlyn? —preguntó Davina preocupada—.
—¿Quieren que las perdone? Bien lo dejaré pasar esta vez solamente porque es nuestro reencuentro durante mucho tiempo —respondió severa—. Pero si creen que van a hacer uso del dinero de su padre o del mío están equivocadas.
—¿Qué dice Tía Sherlyn? —preguntó Catherine asustada—.
Al ver la expresión de sorpresa y preocupación en sus rostros sonrió orgullosa sabiendo que les había dado donde más le duele.
—Ya que no aprenderán mediante castigos físicos —les explico—. Les quitaré lo que más atesoran…sus lujos.
Incluso Barbara se encontraba perturbada ante el semejante castigo que se había sacado la Tía Sherlyn de su mente. Davina inmediatamente volvió alzar sus manos, cogió las enciclopedias, pensando en volver a su castigo anterior.
—Pensándolo bien las enciclopedias son ligeras —comentó desesperada.
Catherine rápidamente le siguió el paso y pronto se les unió Barbara mientras miraba con suplica a la Tía Sherlyn que solo miraba divertida tal escena.
—Lo único que tendrán de aquí será un techo seguro, una comida, un baño, solo sus necesidades básicas —les anunció—. Tienen prohibido usar el dinero que les envió su padre, al igual que el uso de mi dinero, si quieren comprarse algo, tendrán que conseguir ustedes mismas el dinero.