El Valle de las Rosas

Capitulo 16

Davina abrió lentamente la puerta de sus nuevos aposentos y se encontró con un ambiente que, a pesar de su sencillez, destilaba una elegancia impecable. Las paredes estaban pintadas en un delicado tono azul celeste, adornadas con molduras blancas que daban la impresión de un cielo enmarcado. El techo, alto y ornamentado con relieves, sostenía un candelabro pequeño de bronce dorado con cristales colgantes que atrapaban la luz, proyectando destellos suaves sobre la estancia. El suelo de madera oscura contrastaba con una alfombra amplia, de tonos marfil y azul, cubierta por delicados motivos florales que parecían bordados en hilos de plata. Las largas cortinas de terciopelo azul caían pesadamente a ambos lados de la ventana, dejando entrar la luz del atardecer con un resplandor tenue.

La cama, de madera blanca tallada con detalles finos, se alzaba majestuosa en el centro, vestida con sábanas impecables y un cobertor celeste que invitaba al descanso. A sus pies, un banco acolchado aguardaba silencioso. Junto a la cama, las mesillas portaban lámparas de porcelana con bases azuladas y pantallas marfil, añadiendo un resplandor cálido al conjunto. Un escritorio blanco se hallaba en un costado, con una silla tapizada en azul que parecía esperar las largas horas de escritura que vendrían. No muy lejos, un tocador de espejo ovalado reflejaba la estancia, acompañado de un armario de puertas ornamentadas y un pequeño estante cargado de libros, cuyos lomos gastados revelaban historias aún por descubrir. Davina avanzó un paso más, sintiendo que cada rincón de aquella habitación estaba dispuesto para envolverla en calma y, sin embargo, no podía evitar pensar que tras tanta delicadeza se escondía la misma soledad que siempre la acompañaba. Se volteó sorprendida hacia Whitmore, esta no era la habitación para una sirvienta.

—No creo que el duque sea tan derrochador con sus sirvientes —menciono seria—. Esta es la habitación de un huésped, no de una sirvienta.

—Lo ordeno su excelencia —respondió sincero—. Será cómodo para mi lady.

—No debería llamarme así —corrigió Davina—. Mi tía menciono que había perdido mi estatus como noble y que debía de ser tratada como una sirvienta, quiero obedecer sus deseos…

—Pero usted no ha perdido su estatus de noble mi lady —replico Whitmore—. Se que es una petición de lady Compton, pero ¿Cómo puedo atreverme un simple servidor como yo, dirigirme hacia su persona?

—Puedes llamarme Davina —menciono sin importancia—. No me molesta que me llame por mi nombre.

—No puedo llamarla asi mi lady —repuso serio—. Y no me equivoco al decirle que el resto del personal se sentirá de la misma manera.

Davina se puso pensativa eso sería un problema.

—¿Qué tal si me llama lady Davina? —inquirió—. Sigue guardando la formalidad.

Henry suspiro cansado.

—Entonces así será lady Davina —accedió—. Sus maletas están aquí, puede desempacar e instalarse, mañana cumpliría con sus funciones…

—¿Y cuales son esas funciones? —preguntó curiosa—.

—Ser la cuidadora principal de su excelencia —le informo—. Pero mañana será presentada ante todo el personal, después acudirá a cumplir con sus tareas.

—Gracias Whitmore.

—Si necesita algo mi lady no dude en preguntarme.

Whitmore se marcho dejándola a solas con sus pensamientos, con un suspiro leve, Davina dejó sus maletas sobre la alfombra y comenzó a guardar sus pertenencias en silencio. Colocó con cuidado sus vestidos en el armario, dobló los mantos sobre un estante y dejó algunos objetos personales en el tocador, como si al ordenarlos intentara darles el peso de un hogar verdadero. Mientras lo hacía, no podía dejar de pensar en lo irónico que resultaba: era la segunda vez en tan poco tiempo que debía desempacar sus cosas para adaptarse a unos aposentos que no eran más que un refugio temporal. La frustración la invadió, un cansancio sutil que nacía no del trabajo físico, sino del constante desarraigo. Aun así, apretó los labios con firmeza. No dejaría que esa tristeza envenenara su corazón; no ahora, no cuando más necesitaba fortaleza. Se juró a sí misma que mañana daría lo mejor de ella, que no permitiría que la nostalgia apagase su voluntad. Era graciosa su situación en tan solo poco tiempo estaba en otro hogar, dándose cuenta que la única buena suerte que tenia era para meterse en problemas.

Cuando la noche se cerró del todo, apagó la lámpara y se sentó sobre el alfeizar de la ventana. Desde allí, el jardín quedaba bañado por la pálida luz de la luna, y el aire fresco acariciaba su rostro. Apoyó la frente contra el cristal frío y dejó que su mente viajara lejos, hasta sus hermanas. Se preguntó si pensarían en ella, si la extrañarían en sus días de risa y confidencias. Un nudo suave le apretó la garganta, pero en su interior se aferró a la esperanza de que, aunque la distancia fuese grande, sus corazones permanecerían unidos. Aparte por un lado se sentía aliviada, la mayor parte de su vida la había pasado a lado de sus hermanas, no había in solo recuerdo de la mente de Davina en la que no estuvieran ese par. Lo tomaría como unas pequeñas vacaciones lejos de ella, ya no tendría que soportar la voz chillona de Catherine ni los regaños de Barbara. Estaba segura de que a pesar de sus dificultades, sería un gran verano y con esa idea se fue a dormir pensando en que mañana sería un día mejor.

La luz de la mañana se filtraba tímidamente entre las cortinas azules cuando Davina se obligó a levantarse de la cama. El frío del suelo acarició sus pies descalzos, y tras un bostezo contenido caminó hasta el espejo de cuerpo entero que reposaba junto al tocador. Ahí, reflejada ante sus propios ojos, se encontraba con un uniforme de sirvienta que aún le resultaba extraño. La tela negra del vestido caía hasta sus tobillos, adornada en los bordes por volantes blancos que asomaban debajo del delantal almidonado. El delantal, impecablemente blanco, enmarcaba su figura con pliegues rectos y tirantes que se cruzaban sobre sus hombros, ajustándose a su cintura. Sobre su cabeza llevaba la cofia, sencilla pero bien planchada, como una pequeña corona que anunciaba su nuevo papel dentro de la casa.



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En el texto hay: amor de verano, epocavictoriana, romcom

Editado: 29.10.2025

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