El Valle de las Rosas

Capitulo 24

El sol ya comenzaba a descender cuando Davina y Liam regresaron al castillo, cubiertos de polvo hasta las cejas. El cabello de Davina estaba despeinado por el viento, con mechones sueltos cayendo sobre su rostro y la falda de su vestido manchada de tierra. Liam, por su parte, tenía la camisa medio desabotonada y una sonrisa traviesa que lo delataba antes incluso de que Sirius pudiera abrir la boca. Sirius los observó desde la puerta principal, con los brazos cruzados, el ceño fruncido y una expresión que oscilaba peligrosamente entre la incredulidad, la diversión… y una pizca de celos.

—¿Puedo saber qué demonios les pasó? —preguntó con voz grave, aunque el brillo en sus ojos traicionaba su intento de parecer calmado.

Davina lo miró con una sonrisa forzada, intentando disimular el desastre.

—Nos… tropezamos con un poco de polvo —respondió fingiendo inocencia—. Nada de qué preocuparse.

Liam soltó una risa apenas contenida.

—Digamos que lady Davina tiene un talento innato para los accidentes —añadió con aire de broma, lo que hizo que Sirius alzara una ceja.

—¿Ah, sí? —dijo él, dirigiendo su mirada a Davina, quien retrocedió un paso.

—Bueno… no fue exactamente mi culpa… —intentó excusarse.

—¿Y acaso tengo que recordarle —replicó Sirius con un tono severo, pero con una media sonrisa apenas contenida— que se suponía debía quedarse en el castillo mientras yo estaba en rehabilitación? ¿O es que ya renunció oficialmente a su cargo de cuidadora?

—Yo solo estaba… tomando aire fresco —balbuceó ella, apretando los labios.

Sirius dio un paso hacia ella, ladeando la cabeza.

—Perfecto. Entonces si al menos no piensa cumplir sus deberes como cuidadora, hágalo como sirvienta —dijo con tono irónico—. Puede comenzar por limpiar toda esa suciedad antes de que Whitmore crea que hemos dejado entrar vagabundos.

—¿¡Sirvienta!? —repitió Davina ofendida, abriendo los ojos con indignación. Estaba a punto de replicar cuando una voz conocida intervino.

—Lady Davina —interrumpió Penny desde el pasillo, con una sonrisa traviesa y un trapo en la mano—. El duque tiene razón, venga conmigo, hay jabón y agua caliente en la cocina. No querrá ensuciar el suelo del vestíbulo, ¿verdad?

Davina la fulminó con la mirada.

—¡Penny, no te atrevas a…!

Pero antes de que pudiera terminar, la criada la tomó del brazo y se la llevó casi arrastrando, lanzándole a Sirius una mirada de esto no ha terminado. Liam, mientras tanto, no se molestó en disimular su risa, inclinándose un poco hacia Sirius. Sirius lo miró de reojo, intentando mantener la compostura.

—¿Te parece gracioso? —preguntó con una voz entre divertida y exasperada.

—Bastante —respondió Liam con su sonrisa insolente—. Debo admitir que no imaginaba ver al duque Sirius Hamilton convertido en un tutor celoso.

Sirius entrecerró los ojos.

—Celoso, no son celos —dijo, cruzándose de brazos—. Es precaución. Conozco tus métodos, Liam.

—¿Mis métodos? —rio el marinero, con falsa inocencia—. Solo di un paseo con una dama encantadora. No sabía que eso estaba prohibido bajo tus leyes de duque.

Sirius lo miró con esa calma que solo tenía cuando estaba a punto de decir algo muy serio… o muy sarcástico.

—¿Crees que podamos hablar en un lugar privado o también me vas a pedir un paseo para hablar?

—Sabes que puedes pedir más que un paseo Sirius —dijo sarcástico—. Sabes que no puedo negarte.

Sirius solo resoplo divertido.

—Eres un canalla.

Atravesaron el corredor de mármol hasta llegar a una puerta de roble macizo adornada con grabados del escudo familiar Hamilton. Sirius abrió y entró primero. El estudio, bañado por la luz cálida del atardecer, estaba lleno del aroma a cuero y madera antigua. Las paredes estaban cubiertas de estanterías repletas de libros y mapas, y sobre el escritorio descansaban algunos planos a medio dibujar. Una chimenea encendida crepitaba suavemente, llenando la habitación de una calidez íntima. Liam echó una ojeada nostálgica mientras cerraba la puerta tras de sí.

—Vaya… no puedo creerlo —dijo sonriendo con cierta melancolía—. ¿Recuerdas cuando de niños solíamos escondernos aquí, en el estudio de tu padre? Whitmore nos perseguía como si fuéramos ratas

—Y terminábamos castigados en la bodega de los vinos —respondió Sirius con una leve risa—. No lo niego, eran buenos tiempos…

—No puedo creer que ahora te pertenezca —dijo sorprendido.

—Yo tampoco sigo sin creerlo —le confeso—. Todo esto… ser el dueño de este castillo, de cargar con el titulo de duque se siente… tan antinatural.

Liam se apoyó en el escritorio, cruzándose de brazos.

—Supongo que el destino tiene un extraño sentido del humor.

Sirius lo observó unos segundos en silencio, hasta que su mirada se endureció un poco.

—Liam —dijo finalmente, con voz baja pero firme—, quiero que me respondas con sinceridad… ¿tienes algún interés en Davina?



#1469 en Novela romántica
#418 en Otros
#198 en Humor

En el texto hay: amor de verano, epocavictoriana, romcom

Editado: 19.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.