El Valle de las Rosas

Capitulo 29

La noche había caído sobre los jardines como un manto de terciopelo oscuro, perfumado con jazmines y lavanda. La brisa movía suavemente las copas de los sauces, cuyas ramas se inclinaban sobre el estanque, haciendo que la superficie del agua temblara y reflejara el brillo de las estrellas. Las luciérnagas danzaban entre los rosales, encendiendo destellos dorados que parecían flotar en el aire. En medio de aquel paisaje, sobre una extensión de césped húmedo por el rocío, Davina ajustaba el telescopio con gesto concentrado. A su lado, Sirius observaba desde su silla de ruedas, y un poco más allá, Liam bostezaba disimuladamente, sosteniendo una copa de vino.

—Si gira un poco el lente, podrá enfocar mejor la constelación —comentó Liam con aire sabio.

—¿Cree que no sé hacerlo, milord? —replicó Davina, sin apartar la vista del telescopio—. Tal vez debería probar usted con un catalejo de juguete.

Sirius soltó una risa suave mientras Liam alzaba las cejas, fingiendo indignación.

—Me subestima, lady Compton —bromeo—. No hay constelación que yo no pueda encontrar.

—Entonces demuéstrelo —dijo Davina, incorporándose y cruzándose de brazos—. Si logra ubicar a Orión antes que yo, le concederé la victoria.

—¿Y si pierdo?

—Entonces admitirá que no hay hombre que pueda ganarme mirando el cielo.

Sirius los miraba divertido, los ojos grises brillando bajo la luz de la luna.

—Esto se está volviendo una contienda seria —comentó con tono relajado—. ¿Debo buscar una corona para el ganador?

—Para la ganadora —corrigió Davina con una sonrisa triunfante.

Liam hizo un ademán teatral de rendición.

—Está bien, rindo mis armas ante su majestad estelar.

Davina rio, y Sirius no pudo evitar acompañarla. La risa de ambos llenó el aire con una calidez que contrastaba con la frescura de la noche. El murmullo de la fuente cercana se mezclaba con el canto de los grillos, creando un silencio sereno entre cada carcajada. Tras un rato, Liam se puso de pie, alisándose la chaqueta.

—Creo que es momento de retirarme. Las estrellas lucen mejor cuando no hay testigos adicionales.

—¿Huye de otra derrota? —preguntó Davina, alzando una ceja.

—Huyo de una pareja que no necesita interrupciones —replicó con picardía.

Ella se sonrojó y Sirius solo negó con una sonrisa, divertido. Liam hizo una reverencia exagerada y se alejó por el sendero iluminado por faroles, silbando algo que se perdió entre los arbustos. El jardín quedó en silencio. Solo el susurro de la brisa y el roce del agua en el estanque rompían la quietud. Sirius levantó la vista hacia el firmamento, donde las estrellas se extendían como una corriente de polvo luminoso.

—Siempre olvido lo hermosa que puede ser la noche cuando uno se detiene a mirarla —murmuró.

Davina lo observó de reojo, notando cómo la luz de la luna se reflejaba en su cabello oscuro.

—¿La noche… o las estrellas?

—Ambas —respondió con voz baja—. Pero últimamente hay algo más que roba mi atención.

Davina sonrió suavemente, intentando no dejar que su pulso la traicionara. Se acercó un poco, apoyándose en el borde del telescopio.

—¿Y qué podría competir con un cielo así?

Sirius volvió la mirada hacia ella. Sus ojos grises, bajo la luz plateada, tenían una profundidad serena, casi melancólica.

—Usted.

Ella contuvo el aliento.

—No diga eso…

—¿Por qué no? Es la verdad.

El silencio que siguió fue distinto: pesado, vibrante. El viento agitó una hebra de su cabello, que Sirius tomó con delicadeza para apartarla de su rostro.

—Nunca pensé que miraría las estrellas acompañado —dijo él, apenas un susurro—. Siempre lo hice solo.

—Entonces esta noche será diferente —contestó Davina—. No tiene por qué mirar el cielo solo nunca más.

Sirius sonrió con ternura, esa sonrisa que desarmaba todas sus defensas.

—Si me promete que estará ahí cuando levante la vista… quizá empiece a creerlo.

Davina sintió un nudo en la garganta, y su voz se volvió más suave.

—Lo prometo.

La brisa volvió a soplar, y una lluvia de pétalos de lavanda cayó sobre ellos, movida por el viento. El reflejo del cielo en el estanque parecía duplicar las estrellas, haciendo que pareciera que ambos estaban suspendidos en medio del universo. Sirius extendió su mano, y ella la tomó. No hubo palabras, solo el roce cálido de sus dedos entrelazados, bajo el resplandor plateado de la luna.

—Debo de saber algo —comentó sorprendido—. ¿Cómo es que obtuvo todos esos conocimientos? ¿Su padre le enseño?

—Por supuesto —respondió seria—. Yo sola no hubiera tenido los conocimientos necesarios —alzo su mirada hacia el cielo nocturno—. Mi madre murió cuando tenía seis años, no recuerdo mucho sobre ella, su aroma o su rostro, pero para mi padre…mi madre significa todo su mundo y cuando la perdió, bueno, la vida perdió el sentido para él —miro emocionada a la distancia las estrellas que brillaban para ella—. A pesar de las exigencias de mis familiares, mi papá nunca se volvió a casar, y se aisló completamente en su trabajo, tenía siempre poco tiempo para nosotras, es por eso que siempre buscábamos excusas para pasar un tiempo con él, es por eso que yo aprendí todo este tipo de cosas: cortar la barba, aprender sobre las estrellas, esas eran las actividades que podía hacer con mi papá.



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En el texto hay: amor de verano, epocavictoriana, romcom

Editado: 19.11.2025

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