Sirius abrió los ojos aquella mañana sintiendo por primera vez, en mucho tiempo, que el peso en su pecho no estaba tan apretado. Intentó incorporarse apoyando las manos en la cama, pero apenas logró ponerse en pie cuando sus rodillas cedieron ligeramente. Liam lo sostuvo del brazo con rapidez y Emmett se acercó del otro lado, guiándolo con paciencia. Así, entre los dos, lo ayudaron a dar los primeros pasos fuera de sus aposentos, pasos temblorosos, lentos, pero que significaban algo: seguía vivo. A cada movimiento, Sirius sentía cómo su cuerpo, que días atrás había estado al borde del colapso, comenzaba a responder. El aire entraba un poco más fácil, el dolor punzante en su costado se hacía tenue, y la oscuridad que había nublado su mente se aclaraba apenas lo suficiente para albergar una chispa de esperanza. No estaba bien aún… pero ya no estaba muriendo. Whitmore apareció en el umbral con expresión solemne, limpiándose las manos con un paño.
—Mi lord —anunció con su tono siempre mesurado—, la princesa de Baden y su séquito ya han abandonado el castillo. Marcharon temprano.
Sirius no se esperaba que esas palabras lo golpearan como lo hicieron. Por un instante, sintió que un inmenso peso, uno que llevaba semanas hundiéndolo, se evaporaba. La tensión de su espalda bajó, sus hombros cayeron y pudo permitir que un largo suspiro escapara de sus labios. Amelia se había ido. Por fin. Por primera vez en mucho tiempo pudo inhalar sin sentir que respiraba veneno. Pero la sensación apenas duró unos segundos.
—Con su permiso, mi lord —dijo Penny acercándose, trayendo consigo dos maletas que Sirius reconoció al instante como suyas.
Sirius frunció el ceño. Aquello no tenía sentido.
—¿Qué estás haciendo con eso? —preguntó, confundido—. A ti no te he pedido que te vayas.
Penny hizo una reverencia profunda, tan elegante y humilde como siempre, aunque sus manos temblaban ligeramente.
—Deseaba darle las gracias antes de marcharme —dijo con una serenidad que no coincidía con el brillo húmedo de sus ojos—. Por haberme salvado. Mi vida entera no bastará para pagar la deuda que tengo con usted, mi lord.
Sirius abrió la boca, pero ella continuó antes de que pudiera decir algo.
—Gracias por haberme comprado cuando nadie más lo habría hecho. Gracias por darme un techo, un trabajo digno, un propósito —le agradeció—. Gracias por devolverme mi libertad… —su voz se quebró suavemente—. Y ahora deseo hacer uso de esa libertad que usted me regaló.
Sirius sintió un hilo frío recorrerle la columna. No entendía. No quería entender.
—¿Adónde planeas ir? —preguntó, más tenso de lo que pretendía.
Penny levantó los ojos, firmes, decididos.
—A donde vaya mi lady —respondió con una pequeña sonrisa—. Lady Davina Compton parte hoy. Deseo servirle. Y… acompañarla en lo que decida hacer.
Las manos de Sirius se cerraron en puños involuntariamente. El aire pareció volverse más pesado. Un silencio helado cayó entre ellos.
—¿Se va… hoy? —susurró él, con la garganta hecha un nudo.
Penny asintió.
—Sí, mi lord —le confirmo—. Me despedí de ella ayer.
Sirius sintió cómo la respiración se le detenía, cómo todo su avance, todo su alivio, toda la fuerza que había logrado reunir esa mañana… lo abandonaba como arena escapando entre los dedos.
—¿Y por qué…? —preguntó en un hilo, incapaz de ocultar el temblor en su voz—. ¿Por qué no se despidió de mí?
Penny lo miró con tristeza. Una tristeza que decía demasiado sin pronunciar una sola palabra.
—Usted sabe porque —pronunció molesta—. ¿Cuánto más piensa romperle el corazón a mi lady?
—Penny —e regaño Whitmore—. Cuide sus palabras, después de todo esta blando con su excelencia.
—Si su excelencia me deja ser franca —prosiguió Penny—. Ella estuvo dispuesta a arruinar su reputación ¿o acaso no lo sabe? Cuando usted cayo enfermo, lady Davina fue la primera en acudir, cuando su madrastra le impidió verlo, ella se quedo toda la tarde arrodillada enfrente de la puerta bajo la lluvia gritando que no se marcharían hasta que la dejarán verlo, solo se levantó porque yo la disuadí que lo mejor para ayudarla era acudir por la ayuda del teniente Howells y del doctor Thompson, y cuando ahora su tío también le quiso impedir el paso para verlo, a mi lady no le importo arruinar su reputación con tal de volver a verlo, ¿es así como paga el amor que mi lady le ha dado?
—¿De que hablas? —preguntó confundid—. Yo no se nada al respecto —miro a sus amigos buscando respuestas—. ¿Qué fue lo que hizo?
Liam suspiro cansado.
—Cuando tu tio Eldric se negó a dejarla pasar, a pesar de que ella reafirmaba ser tu prometida tuvo que mentir —le confeso—. Dijo que estaba embarazada de ti solo para que la dejarán pasar…
—¿Qué hizo qué? —inquirió molesto, sintiendo como sus piernas tambaleaban y apenas podía sostenerse por si mismo—. ¿Qué habría hecho si yo me moría? —se masajeo las sienes sintiendo un fuerte dolor de cabeza—. ¿Como puede ser… tan imprudente?
—Mi lady estuvo dispuesta a darlo todo por usted, sin importarle arruinar su reputación o la de su familia, incluso llego a darle la espalda a su familia por usted —señalo Penny—. ¿Y usted mi lord? ¿Qué ha hecho por ella? Mientras mi lady solo le ha demostrado una y otra vez cuanto lo ama, ¿Qué ha hecho usted por demostrárselo?