El Valle de las Rosas

Capitulo 49

Davina se quedó quieta por un instante, observándolo como si fuera una visión que temía perder si parpadeaba. Sirius estaba allí, montado en su caballo, a unos metros de distancia. Su cabello negro oscuro caía desordenado sobre su frente, húmedo por el sudor del esfuerzo. Su tez, siempre pálida, ahora lucía aún más descolorida; podía notar desde lejos que respiraba con dificultad. Pero sus ojos… sus ojos grises estaban tan llenos de vida que parecían dos tormentas iluminadas por un rayo de luz. Estaban fijos en ella, brillando con una felicidad cruda, vulnerable, casi desesperada. Y en ese instante Davina lo supo. Supo que sí, que él había venido por ella. Supo que no la había dejado ir. Supo que su corazón —ese que tantas veces habían desgarrado entre ambos— seguía latiendo del mismo modo torpe y decidido hacia él. Su corazón solo se pudo regodear de felicidad, al saber que había llegado por ella. Un nudo se formó en su garganta. Y antes de que pudiera pensarlo, su cuerpo ya se movía. Primero un paso. Luego otro. Y pronto estaba corriendo, levantando las capas de su falda, ignorando la elegancia del vestido, ignorando todo excepto a él mientras gritaba su nombre con toda la emoción contenida en su pecho.

—¡Sirius!

Para él, escuchar su voz —esa voz que había anhelado incluso en sueños febriles— fue como si lo arrancaran de un profundo ensoñamiento. Como si todo el dolor, el cansancio y la debilidad se desvanecieran en un solo golpe. Se deslizó del caballo con un movimiento torpe y urgente, casi cayéndose, y comenzó a correr también hacia ella. Sus piernas temblaban violentamente, cada paso parecía arrancarle el aire de los pulmones, pero aun así avanzaba, atraído por ella como si su vida dependiera de ello. Davina extendió sus brazos hacia él, con lágrimas brillando en sus ojos, deseando alcanzarlo, sostenerlo, abrazarlo… Y Sirius… Sirius corrió hasta que ya no pudo más.

Apenas estaba a un paso de ella cuando sus rodillas cedieron por completo. Cayó con un golpe seco sobre la tierra, respirando entrecortado, pero no dejó que su caída la alejara de él. Con las últimas fuerzas que le quedaban, extendió los brazos y rodeó las piernas de Davina, abrazándolas con desesperación, como si temiera que ella se desvaneciera.

—Davina… —su voz se rompió contra la tela del vestido—. Por favor… perdóname… por favor…

Davina se inclinó rápidamente hacia él, alarmada, con el corazón retorciéndose al verlo desplomado así, tan frágil, tan humano, tan sinceramente arrepentido. Y aun temblando, Sirius apretó su abrazo, aferrándose a ella como si fuera la única certeza que tenía en el mundo.

—Te he extrañado tanto mi amor —le confeso, aferrado a sus piernas—. No podía soportar la idea de verte partir lejos de mí, no importa si quieres que te de tu espacio, nunca podría alejarte de mí.

—Sabía que vendrías.

Sirius al alzar la mirada observando que Davina le restregaba orgullosa su collar en forma de rosa que le había regalado como promesa para cambiarlo por un anillo real de compromiso.

—Yo sabía que vendrías por mi —dijo segura—. Nunca dude de ti.

—Perdóname Davina por haberte hecho sufrir tanto, tenías razón, solo me estaba justificando —dijo rápidamente, mientras seguía arrodillado sobre sus piernas—. Tenía miedo y estaba siendo un cobarde, me di cuenta de que no importa si vivo solo un día, voy a querer pasar el resto de mi vida a tu lado, sin importar que tan efímera pueda ser, entiendo si me guardas rencor…

—Yo nunca podría guardarte rencor —le aseguro—. Yo solo quería estar segura de tus sentimientos por ti…

—Te amo demasiado Davina —le confeso—. Todo lo que dije en el valle es verdad, mi corazón solo puede latir por ti, mi alma solo te pertenece a ti, todo lo que soy ahora es por ti, no quiero pasar mi vida sin ti…y si tu aun deseas casarte conmigo te aseguro que seré el hombre más feliz.

Davina asintió repetidas veces aceptando nuevamente su propuesta, se lanzo hacia sus brazos cayendo ambos hacia el suelo.

—Te amo tanto Sirius, no sabes cuanto rezaba por escuchar esas palabras —dijo enamorada—. Yo tampoco quiero pasar el resto de mi vida sin ti, hace tiempo ya te había entregado mi corazón, ahora es tuyo.

Davina acercó su mano y sostuvo su rostro, obligándolo a verla.

—Prefiero mil veces un minuto contigo que toda una vida sin ti —susurró, con la voz suave pero firme.

Sirius parpadeó, como si esas palabras lo atravesaran por completo.

—Davina… yo te amo —dejó escapar finalmente, como un secreto que ardía en su pecho—. Te amo de una forma que me consume, que me asusta, que me da vida. Te amo más de lo que he amado jamás a alguien… y si tengo que arrastrarme todos los kilómetros hasta ti para demostrarlo, lo haré. Una y mil veces.

Davina soltó un suspiro tembloroso. La confesión, esa que habían guardado tan obstinadamente, por fin los alcanzaba. Ella apoyó su frente contra la de él, cerrando los ojos.

—Yo también te amo, Sirius —susurró, con voz rota—. Te amo con toda mi alma. Te amo, aunque duela. Te amo, aunque me hayas hecho enojar. Te amo, aunque seas torpe, orgulloso y desesperante. Te amo… y no quiero que vuelvas a alejarte de mí nunca más.

El aire entre ellos se volvió cálido y vibrante. Sirius levantó lentamente una mano temblorosa, apoyándola en su mejilla, como si temiera que al tocarla desapareciera. Davina, con lágrimas resbalando por su rostro, tomó esa mano y la apretó contra su piel. Se acercaron, muy despacio, como si el mundo entero contuviera el aliento con ellos. Los labios de Sirius rozaron los de ella primero en un toque suave, frágil, lleno de dudas y esperanza. Davina cerró los ojos, dejando que aquel roce la recorriera por dentro. Entonces él volvió a intentarlo, esta vez con más certeza, con más hambre contenida, con más vida. Y ella respondió igual, tomando su rostro entre sus manos y besándolo como si recuperara un pedazo de sí misma que había perdido. Fue un beso cálido, tembloroso, necesario. Un beso que selló el reencuentro, la confesión, el amor que los había perseguido durante todo el verano. Cuando se separaron, ambos respiraban entrecortado, con las frentes juntas y el corazón latiendo al mismo compás.



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En el texto hay: amor de verano, epocavictoriana, romcom

Editado: 27.11.2025

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