El Valle de las Rosas

Capitulo 50

Barbara y Catherine permanecieron inmóviles, incapaces de reaccionar mientras observaban cómo Davina desaparecía entre los árboles montada junto a Sirius. El carruaje seguía detenido en medio del camino, el silencio suspendido como un velo sobre ambas mujeres. Catherine recuperó el aliento primero, dio un paso adelante y extendió la mano como si aún pudiera alcanzarla.

—¡Davina! —exclamó, aunque ya era inútil.

Se giró hacia el cochero con la clara intención de ordenarle que detuviera todo, pero Barbara le sujetó el brazo con una firmeza sorprendente. Sus ojos, tan serenos como el lago al amanecer, contrastaban profundamente con la agitación de su hermana menor.

—No, Catherine —dijo Barbara con una calma que desconcertaba—. Ponga el carruaje en marcha, por favor.

El cochero obedeció al instante, tal vez porque reconocía aquella voz que pocas veces imponía, pero cuando lo hacía nadie discutía. Catherine, sin embargo, no estaba satisfecha. Miró a Barbara con los ojos muy abiertos, esperando que en cualquier momento su hermana cambiara de parecer, bajara del carruaje y arrastrara a Davina de regreso. Pero nada de eso ocurrió.

—¿Qué… qué haces? —susurró Catherine, incrédula—. ¡Es Davina! ¡Se va! ¡Con él! ¿No vas a… interferir?

Barbara soltó un suspiro leve, casi divertido, como quien escucha una exageración infantil.

—Tu imaginación, querida, es absolutamente desproporcionada —respondió, acomodándose con elegancia contra el respaldo del asiento—. No sé de dónde has sacado esa idea tan equivocada sobre mí.

Catherine la observó como si no la reconociera. Su hermana mayor era siempre correcta, siempre prudente, siempre la voz de la razón… ¿y ahora simplemente iba a dejarla ir?

—Entonces… —murmuró Catherine, incapaz de contener su intriga—. ¿Por qué no la detuviste?

Barbara bajó la mirada hacia sus manos entrelazadas, y por un instante, el silencio dentro del carruaje se volvió más íntimo, más sincero. Cuando por fin habló, su voz se escuchó suave, pero cargada de una profunda convicción.

—Porque Davina ya eligió, Catherine —respondió con una pequeña sonrisa melancólica—. Y cuando una mujer elige así… no es nuestro deber encerrarla, sino confiar en que conoce su propio corazón.

El carruaje avanzó por el camino serpenteante, alejándose del valle mientras ambas hermanas enfrentaban el súbito vacío dejado por la menor. Catherine todavía miraba por la ventanilla, como si esperara ver a Davina correr tras ellas en cualquier momento. Barbara, en cambio, parecía aceptar cada sacudida del camino con la serenidad de quien sabe que ha hecho lo correcto.

—Además… —añadió Barbara en voz baja—. Es mejor dejarla disfrutar este pequeño momento de felicidad, me temo que —suspiro cansada—. Que nuestra hermana todavía tiene un camino más largo que recorrer.

Catherine la miro confundida por sus palabras.

—¿A que te refieres hermana?

Barbara solo soltó un largo y profundo suspiro cansado, sabiendo lo que se aproximaba.

—Querida hermana parece que no conoces a nada a nuestro padre —murmuro cansada—. Cuando se entere de esto, nos hará regresar a Gales para arreglar esto.

—¿Crees que padre se oponga a su matrimonio?

—No lo creo —respondió sincera—. Pero si que se opondrá, no dejará que Davina se case fácilmente.

—¿Por qué no lo dejaría?

Barbara la miro obvia, y posteriormente las señalo a ambas.

—Padre no dejará que se case antes que nosotras, sus hermanas mayores —le revelo—. No se arriesgará a que seamos la burla de toda la sociedad londinense, ¿Qué crees que pensarían si nuestra pequeña hermana que apenas debuto en sociedad se casa antes que nosotras dos? Seguramente creerán que hay algo malo con nosotras, lo cual haría que nuestro valor en el mercado matrimonial baje y las expectativas de conseguir un buen prospecto caigan drásticamente, padre no se arriesgará a exponer a eso.

Catherine suspiro cansada, entendiendo el peso de sus palabras.

—Pobre de nuestra querida hermana menor —se lamentó—. Parece que no tendrá tan rápido el final feliz que ella quiere.

—Padre no aprobará su matrimonio hasta que nosotras dos nos casemos —dijo pensativa—. Me temo que Davina tendrá que esperarse para poder casarse con Sirius, pero al menos ahora van a estar juntos, por eso te dije que no te precipitarás, dejaros que disfruten este momento de felicidad de ambos, ya cuando llegue padre les hará ver la realidad.

—No creo que el duque se de por vencido tan fácilmente —inquirió Catherine—.

—¿A caso ya tienes un prometido del cual no me has mencionado? —replico Barbara—. Porque de lo contrario dudo que nos podamos casar rápido en este año.

Catherine se lamentó suspirando profundamente.

—Oh pobre Davina no podrá casarse en un largo tiempo —se volvió a lamentar—. Hasta que sus dos hermanas mayores se casen, lo cual seguramente sucederá en un largo tiempo.

—Si el duque realmente la ama lo podremos ver en este tiempo —comentó Barbara—. Que tanto piensa esperar por ella.

—Me siento mal por Davina seguramente nos va a odiar.



#4594 en Novela romántica
#1624 en Otros
#527 en Humor

En el texto hay: amor de verano, epocavictoriana, romcom

Editado: 27.11.2025

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.