El Valor de su Música [lukloe]

El Valor de su Música

"El momento finalmente ha llegado, el ayer fue sólo el preámbulo del inicio. Pero tú puedes leerlo si quieres…

De ahora en adelante esta es mi historia."

Era ridículo, ¡totalmente ridículo!

Ella, Chloe Bourgeois era una de las mejores actrices de su generación, ¡¿y aun así prefirieron darle el papel estelar a una novata que ni siquiera podía memorizar sus líneas?! ¡¿Cómo se atrevían a dejarla de lado?! Una ridícula injusticia, eso es lo que era.

¿Se quejó? Por su puesto, ¿la escucharon? Claramente no.

Para todos ella no era más que una envidiosa y arrogante hija de papi, cuya reputación como actriz provenía de su madre. ¡Otra ridiculez! Su talento y prestigio lo había ganado a pulso y esfuerzo, los años que pasó en la academia de arte en Estados Unidos no habían sido en vano; pero claro, nadie se fijaba en eso.

No negaría que su carácter era de temer y, quizá, por eso sus amigos eran tan pocos que bastaban los dedos de una sola mano al contarlos… ¡Pero no tenía nada que ver con su habilidad actoral!

Ella más que nadie merecía ser la protagonista de esa obra que, justo ahora, le parecía de lo más estúpida.

—Será un fracaso en taquilla sin mi—gruñó dando pisotones al caminar por la acera.

Se aferraba a su bolso con frustración, lanzando miradas furiosas a cualquiera que se atravesara en su camino. Sentía el pulso acelerado, pero aun así se permitió liberar una pequeña risa al pensar en cuánto lamentarían no haberla elegido como protagonista. Tarde o temprano todo París se enteraría de la injusticia que cometieron con ella y del talento que habían desperdiciado. De eso estaba completamente segura.

—Deberían agradecerme por unirme a su teatro, pero ¡no!—agregó, apartándose el cabello del rostro con un ademán vistoso—. Ni siquiera entienden el enorme sacrificio que hice al regresar a París.

¿Sacrificio? Bueno, tal vez no a ese extremo, tan sólo había renunciado a una carrera en Broadway para actuar en el escenario parisino que vio crecer a su madre. Su verdadero sueño siempre había sido ese... Al menos así lo recordaba…

—Mamá se decepcionará cuando se entere—lamentó en un susurro, deteniéndose al final de la calle, esperando que el semáforo cambiara de color.

No tardó mucho en ser su turno de cruzar, pero antes de dar el primer paso, una tenue música llegó a sus oídos, erizándole la piel.

¿Qué era eso? ¿De dónde provenía? ¿Y por qué sentía una presión en el pecho, como si le costara respirar?

Nuevamente su pulso estaba acelerado, sólo que esta vez era por un sentimiento diferente.

—¿Por qué?—musitó con una mano en el pecho, intentando recuperar el aliento.

Se giró en busca de la fuente de aquella música, inquieta y curiosa en partes iguales, topándose con la fachada de un pequeño bar, cuyo brillante letrero de neón decía "La Mélodie" y prometía música en vivo. Al principio dudó en entrar, pero con cada nota musical que resonaba al compás de su corazón, terminó por ignorar las advertencias de su mente, dejándose guiar hacia el interior cálido del lugar.

Las luces blancas la cegaron por un instante mientras buscaba al responsable de aquella melodía y, cuando finalmente lo encontró, dejó de oponerse a ella.

Ahí, en un rincón del escenario, lejos de los reflectores parpadeantes, estaba un joven rasgando con soltura las cuerdas de una vieja guitarra.

¿Quién era? ¿Y por qué lucía tan triste aunque su música fuera alegre?

Se sentó en la primer mesa que encontró libre, sin perderlo de vista un sólo instante, como si algo dentro de ella temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento.

Detalló cada parte de él, desde su cabello teñido de turquesa, hasta las uñas pintadas de negro que producían la música con una destreza digna de admirar. Sus ojos permanecían cerrados, inmerso en un mundo que parecía existir sólo para él y que, por algún motivo, deseaba conocer también.

Pidió la primer bebida que vio en el menú ofrecido por el mesero, importándole poco sus ingredientes, para continuar disfrutando de ese pequeño concierto privado.

—Realmente es bueno—murmuró absorta, con los labios sobre el vaso de cristal.

Ligeros aplausos comenzaron a escucharse en el recinto, devolviéndola a la realidad. Sólo entonces, y por alguna extraña razón, notó que el joven guitarrista no era el único en el escenario. ¿En qué momento habían llegado ahí un cantante y una pianista? ¿Y por qué los aplausos parecían ser sólo para ellos?

Era injusto, ridículamente injusto, ¿acaso no escucharon la maravillosa guitarra? ¡Porque ella sí y lo había disfrutado!

Lo buscó con la mirada de nuevo, aplaudiendo exclusivamente para él, ignorando al aparente dueto que daba inicio a una nueva canción. Había bajado del escenario, con la guitarra devuelta en su estuche y unos ojos azules iluminándose al encontrarse con los suyos. Al principio pareció sorprendido, con un extraño miedo opacándole el rostro, pero después de unos segundos esa sombra desapareció para regalarle una sonrisa tan radiante como los reflectores.

¿Quién era? ¿Y por qué lucía tan triste aunque le estuviera sonriendo?

Deseaba averiguarlo a pesar de no saber la razón.

Lo vio salir del bar sin decir nada, como si su presencia fuera ignorada por todos menos ella…

Como si él y su música sólo existieran para ella…

.

"Con experiencia, sabiduría y un valor perfectamente claro, me sumerjo hacia donde tú estás, a una velocidad nunca antes vista."

.

Era la tercera ocasión que visitaba el bar para escuchar su música, a pesar de que el resto no pareciera hacerlo. Aún no podía comprender por qué él siempre se marchaba sin despedirse, ni por qué nadie le agradecía por armonizar la noche con su guitarra, en especial cuando no había ningún otro músico en el escenario.




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