El vals sigue

IV

IV

 

Anna está teniendo un sueño, lo sabe porque en la realidad no tomaría una clase muy importante con su abuelo de maestro dentro de una alberca pública donde el vapor del agua caliente se eleva por el techo y mantiene su cuerpo en estado de confort ya que afuera hace mucho frío.

El abuelo está detrás de un escritorio alejado de la orilla de la alberca pública, hay personas nadando en ella y a nadie parece importarle que haya dos personas fingiendo que están en una escuela, el anciano está leyendo un libro y a la vez toma apuntes, su caligrafía es perfecta, la letra en carta siempre le ha gustado a Anna porque ella no puede escribir así, por lo tanto se entretiene viendo lo que su abuelo esta escribiendo, esta claro que no puede leer porque ve la hoja al revés, pero está atenta a cada trazo fino que su abuelo hace con la pluma.

—Parece que ya has entendido la lección...—, comentó el abuelo sin dejar de escribir.

—No—, susurró Anna frunciendo una sonrisa traviesa.

—¿Qué esperas? Debes resolver esto antes que despiertes...

—Abuelo, no entiendo que es lo que debo de resolver...

El anciano acomodó sus lentes sobre el puente de su nariz para observar con atención a su nieta. Dejó de escribir y le miró por unos segundos incrédulo ante el panorama que observaba, Anna no había contestado nada en la hoja que le había dado. Dio un suspiro y volvió a lo que hacía después de decirle:

—Sigue resolviendo...

La joven refunfuñó para sus adentros y agachó la cabeza para ver la hoja sobre la paleta de la butaca donde estaba sentada, alzó un poco los pies y los metió sobre la parrilla dónde ponías objetos bajo la butaca.

Una voz masculina que a Anna le causaba pavor, y no se trataba del abuelo se escuchó tras ella, la joven miró a su abuelo en busca de auxilio de inmediato, aquel anciano entendió rápidamente, ha visto a Anna en situaciones dónde el miedo la invade, es experto en verla dominada por el miedo irracional más porque él ha sido causante un par de veces. Un joven de altura promedio, vestido con ropa casual y anteojos de color negro se acercaba a Anna sutilmente.

—¿Por qué no has contestado mis mensajes?

—Chico, me parece que debes irte...—Atajó el anciano de inmediato sin levantarse del escritorio.

—No vengo con usted.—Respondió tajante el muchacho que apenas y tocó la espalda de Anna.

—Te he pedido que te vayas...a ella no le importa compartir un minuto más tu amistad, la tienes aterrada de miedo y si no te alejas podrás sufrir severas consecuencias...

El chico miró al anciano con actitud retadora nuevamente.

—¿Qué puede hacerme un viejo como tú?

—Algo que no te imaginas...—Respondió el anciano con una sonrisa.

Anna prefirió bajar la cabeza, otra vez el brillo intenso y asesino se plasmó en los ojos azules de su abuelo, prefería despertar en cualquier momento, que volver a tener esa clase de pesadillas otra vez. Sabía que al despertar estaría en su cómoda habitación enredada en las cobijas protegiéndose del frío invernal.

—No vuelvas a acercarte a ella, ¿entendiste?—Concluyó el abuelo acomodando otra vez sus lentes y volviendo a tomar la pluma para seguir tomando notas.—Espero que ya hayas resuelto ese problema, Anna.—Dijo el abuelo con tranquilidad después que el joven dio media vuelta y se fue sin decir una palabra.

 



#30081 en Otros
#9727 en Relatos cortos
#12791 en Thriller
#5232 en Suspenso

En el texto hay: asesinato

Editado: 10.07.2018

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.