Dicen que cuando el viento sopla desde el norte, el lago canta. No con voz humana, sino con un murmullo que parece venir del fondo del mundo. Los aldeanos —si es que aún existen aldeanos— afirman que son los ecos de quienes alguna vez pescaron allí. Que el agua recuerda cada rostro, cada nombre, cada respiración.
A veces creo escuchar mi propio nombre, repetido entre las ondas, distorsionado, fragmentado.
Cuando cierro los ojos, siento el vaivén de una balsa bajo mis pies, aunque esté de pie sobre tierra firme.
Y cada noche, cuando la luna baja a mirarme desde la ventana, me pregunto si realmente volví…
o si solo sigo flotando, en silencio, dentro del reflejo de alguien más.
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Editado: 29.10.2025