El vecino de las plantas

Capitulo 2 La Fiesta

La emoción de Simón llenaba los pasillos del edificio. Era un día ajetreado para él, subiendo y bajando escaleras con bolsas llenas de dulces, refrescos y aperitivos. Su entusiasmo era evidente, como si organizara el evento del año. Mientras tanto, Takumi lo observaba desde su ventana, entre sorprendido y confundido. ¿Por qué se esfuerza tanto por agradar a un montón de extraños? se preguntaba una y otra vez.

Era imposible no notar el contraste entre ambos. Mientras Simón corría de un lado a otro, Takumi se quedaba en su departamento, cuestionando si siquiera debía ir a la fiesta. Se había aferrado a la idea de no asistir, pero al mismo tiempo, no podía dejar de darle vueltas al asunto. Entonces, el timbre de la puerta sonó.

Takumi suspiró, ya sabiendo de antemano quién sería. Ojalá no sea Simón, pensó, pero claro que lo era. Al abrir la puerta, Simón, con una sonrisa habitual, lo miró directamente.

—¡Justo te estaba buscando! —exclamó con entusiasmo.

Takumi, con una mirada extrañada, preguntó:

—¿Para qué?

—Para recordarte sobre la fiesta de esta noche —respondió Simón con una sonrisa.

Takumi, desinteresado, solo contestó:

—Ya veré si puedo asistir.

Simón no pareció notar el tono frío de Takumi, o si lo hizo, no le dio importancia. Antes de marcharse, le hizo una última pregunta.

—¿Crees que debería darles algún regalo a los vecinos por venir? —dijo con toda seriedad.

Takumi arqueó una ceja y contestó con frialdad:

—Aquí no hacemos eso.

Sin embargo, Simón no se desanimó en absoluto. Sonrió aún más y dijo:

—Perfecto, entonces tengo una mejor idea.

La respuesta negativa de Takumi no afectó en lo más mínimo el ánimo del extranjero, lo cual lo dejó aún más perplejo.

Llegó el gran día de la fiesta. Takumi seguía en su departamento, sentado en su sillón, aferrado a la idea de no asistir. Continuaba cuestionándose si debía ir o no, mientras Aiko, su novia, lo miraba con paciencia.

—Vamos, y si no te sientes cómodo, regresamos —le sugirió—, pero por lo menos intenta.

Takumi, frustrado y molesto, soltó un comentario inapropiado:

—Si te importa tanto esa fiesta, pues vete.

Aiko, herida y enojada, respondió con tristeza:

—Pues así será —y salió de su departamento, azotando la puerta tras de sí.

Takumi se quedó solo, pero la incomodidad de sus propias palabras lo invadió. Después de un rato, decidió salir del departamento y acercarse sigilosamente a la fiesta, con la intención de espiar sin ser visto. Pero antes de que pudiera esconderse, Simón lo encontró y le dijo con entusiasmo:

—¡Te estaba esperando!

Sin tener opción, Takumi entró al departamento de Simón. Para su sorpresa, no encontró una fiesta llena de gente bebiendo, como había esperado. En cambio, había juegos de mesa, karaoke, videojuegos, e incluso dardos. Simón lo miró y le dijo con una sonrisa:

—Escoge la actividad que quieras, luego te alcanzo.

Takumi, por primera vez, estaba dentro del departamento que tanto había evitado. Lo rodeaba una atmósfera cálida, una sensación de comunidad que siempre había deseado tener, aunque nunca lo admitiera. Sin embargo, al mismo tiempo, una molestia interna lo corroía: ¿Por qué no puedo encontrar una razón para odiar a este tipo? se preguntaba. ¿Seré yo el tonto?

Mientras vagaba por la sala, observó a Aiko conversando animadamente con Simón. Cuando se acercó, escuchó algo que lo dejó completamente sorprendido.

—Sabía que vendrías —dijo Simón con una sonrisa—. Sinceramente, la fiesta no sería lo mismo sin él.

Takumi, quien había tratado mal a Simón desde el principio, se quedó sin palabras. No podía creer que alguien a quien había ignorado y despreciado tanto hablara de él con ese nivel de aprecio.

La fiesta siguió su curso, y cuando finalmente terminó, todos los vecinos se fueron, comentando lo divertida que había sido, a pesar de la ausencia de alcohol. Se preguntaban por qué no lo había habido, pero también coincidieron en que no hizo falta. Rieron y conversaron como nunca antes, más que en todos los años que llevaban viviendo en el edificio.

Simón se despidió de todos con una sonrisa y una disculpa por si algo no había salido según lo planeado.

—La próxima vez será mejor, vecinos —dijo con optimismo.

Takumi intentaba ser el primero en salir, pero al acercarse a la puerta, vio a Aiko ayudando a limpiar. Simón, fiel a su costumbre, insistía en que no se preocupara, que él se encargaría de todo. Takumi, entonces, se encontró nuevamente en una encrucijada. ¿Debo ayudar o no? pensaba. Pero antes de que pudiera decidir, los vecinos comenzaron a regresar con escobas y bolsas de basura, dispuestos a ayudar con la limpieza.

Takumi observó a todos colaborar y no pudo evitar pensar: ¿Por qué no puedo ser parte de ellos? ¿Qué hay de malo en mí?

Entonces, uno de los vecinos, alguien con quien Takumi jamás había hablado, le entregó una bolsa de basura.

—Tú recoge allí —le dijo—. Yo empezaré por aquí.

Takumi aceptó la bolsa sin pensarlo mucho y comenzó a limpiar, aprovechando la oportunidad para sentirse parte de la comunidad, aunque fuera solo por un momento. Mientras recogía, Aiko lo miró desde el otro lado de la sala, sonriendo, y le susurró:

—Sabía que te gustaría.

Pero la sensación de incomodidad volvió a invadirlo. Dejando la bolsa a un lado, Takumi salió del departamento buscando aire. Afuera, se encontró con Simón, y durante un instante pensó que lo juzgaría por haber dejado todo a medias. Sin embargo, lo único que escuchó fue:

—Muchas gracias por venir. Fue muy importante para mí.

Por primera vez, esas simples palabras lograron que Takumi esbozara una pequeña sonrisa, apenas visible, pero sincera. Entró en su departamento sintiendo algo diferente, como si una chispa de cambio se hubiera encendido en su interior.




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