Simón caminaba nervioso por el pasillo del edificio, con las manos metidas en los bolsillos de su chaqueta. Sus pasos resonaban en el silencio de la tarde. Miraba hacia el suelo, perdido en sus pensamientos, hasta que una voz familiar lo sacó de su trance.
—¡Simón! —exclamó Aiko, la novia de Takumi, quien venía cargada con una bolsa de cena para llevar—. Hola como estas
Simón levantó la vista, sorprendido, y sonrió.
—Aiko, qué bueno verte. La verdad es que justo necesitaba la ayuda de una amiga.
Aiko sonrió, intrigada.
—¿En qué te puedo ayudar?
Simón suspiró y se encogió de hombros, mostrando un leve gesto de preocupación.
—Mis vacaciones se han acabado y tengo pocos días antes de volver al trabajo. Lo hago todo por internet, pero... no sé cómo contratar el servicio aquí en Japón. Estoy un poco perdido.
Aiko soltó una pequeña risa comprensiva.
—Oh, eso es fácil. Takumi tiene el número del servicio. Ahora mismo se lo pido y te lo paso. Si no entiendes algo, puedes contar con Takumi. Estoy segura de que él te ayudará.
Simón suspiro de alivio, agradecido.
—Gracias, Aiko. En serio, tú y Takumi han hecho que mi venida a Japón sea mucho más amena. Gracias por ser mis amigos.
Aiko, sorprendida por el agradecimiento, notó por primera vez un tono de nostalgia y tristeza en la voz de Simón, una sombra que nunca antes había percibido. Se sintió tentada a preguntar qué le ocurría, pero decidió guardarse la curiosidad.
—De nada, Simón. No te preocupes por eso.
Al entrar al departamento, Aiko encontró a Takumi descansando en el sofá.
—Takumi, ¿puedes darle el número del servicio de internet a Simón? Lo necesita para poder trabajar.
Takumi suspiró, visiblemente cansado.
—Está bien, pero la próxima vez, por favor, no me ofrezcas para ayudar a Simón. Hoy tuve un día terrible, y lo último que quiero es ver al sonriente de Simón.
Aiko se detuvo un momento antes de responder, suavemente.
—Simón es una persona como nosotros. Tiene sus problemas, sus preocupaciones. Pero, a diferencia de nosotros, él los afronta con una sonrisa.
Takumi levantó una ceja, escéptico.
—¿Por qué dices eso? La vida de Simón parece perfecta.
Aiko lo miró por unos segundos antes de responder con una seriedad que no esperaba.
—Tal vez no sea lo que vemos. Quizás hay mucho más en su vida de lo que creemos.
Sus palabras dejaron a Takumi en silencio, mientras una pequeña semilla de duda comenzaba a crecer en su mente. ¿Y si la vida de Simón no era tan perfecta como él había pensado?
Takumi tomó la tarjeta con el número del servicio de internet y se dirigió hacia el departamento de Simón. Cuando se paró frente a la puerta para tocar, una pequeña duda pasó por su mente: ¿Y si la vida de Simón no es tan perfecta como parece? Sin embargo, rápidamente descartó la idea y golpeó la puerta.
Simón abrió con su habitual sonrisa.
—¡Hola, Takumi! ¿Cómo estás? ¿Necesitas algo? —dijo con una amabilidad desbordante, como siempre.
Takumi, intentando no mostrar su irritación, respondió:
—Aiko me pidió que te diera el número del servicio de internet para que puedas trabajar. Así que, aquí tienes.
—¡Gracias! —respondió Simón, pero antes de que Takumi pudiera irse, añadió—. Aunque... necesitaré otro favor, si no es mucha molestia.
Takumi, sintiendo cómo su frustración aumentaba, suspiró por dentro. ¿Ahora qué?, pensó, pero dijo:
—Está bien, ¿qué necesitas?
—Mi nueva computadora acaba de llegar —dijo Simón—, pero está completamente en japonés. Todavía no domino el idioma y necesito configurarla en español para poder trabajar. ¿Crees que puedas ayudarme?
Takumi, agobiado, pero sin querer alargar la conversación, aceptó.
—Puedo cambiarte el idioma, no te preocupes.
Simón sonrió agradecido.
—¡Muchas gracias! Me estás ayudando mucho, de verdad.
Takumi entró al departamento de Simón, tomó la computadora y la encendió. En pocos minutos logró cambiar el idioma, pensando en lo fácil que era. ¿Cómo es que Simón se complica con esto si trabaja con computadoras?, reflexionó mientras ajustaba los últimos detalles.
—Listo, ya está todo configurado —dijo Takumi mientras llamaba a Simón.
Simón, quien estaba detrás de él, apareció con una bandeja de jugo, listo para agradecerle.
—Gracias, Takumi. Eres muy amable. De verdad me estás apoyando bastante.
Takumi, sin darse cuenta, le preguntó:
—¿Haces teletrabajo, ¿verdad?
Simón asintió mientras colocaba la bandeja en la mesa.
—Sí, es mi nuevo trabajo. Sigo en la misma empresa, pero ahora con otras funciones, y todo es remoto.
Curiosamente, Takumi se dejó llevar por la conversación.
—¿Y por qué Japón? —preguntó Takumi, mientras tomaba un vaso de jugo.
—Bueno, me pidieron que viniera a trabajar a la nueva sucursal de la empresa. Cuando me lo dijeron, no lo pensé dos veces. Siempre quise venir a Japón —respondió Simón, con una sonrisa.
—¿Era tu sueño trabajar aquí? —preguntó Takumi, intrigado.
Simón soltó una pequeña risa.
—Sí, en cierto modo. Soy de un pequeño pueblo en Virginia, Estados Unidos. Allí hay más campo que ciudad, y siempre quise irme lo más lejos posible.
Esta respuesta despertó algo en la mente de Takumi. ¿Tal vez Simón quería escapar de su vida? Recordó lo que Aiko le había dicho: "Tal vez la vida de Simón no es tan perfecta como parece." Pero, al igual que Aiko, decidió no ahondar en la cuestión.
Terminó el jugo de un sorbo y, mirando a Simón, dijo:
—Bueno, tu computadora ya está configurada. Aquí tienes el número del servicio de internet. Si necesitas algo más, estaré en el departamento de al lado.
Simón sonrió agradecido una vez más.
—Muchas gracias, Takumi. Y, por favor, agradece también a Aiko. Ustedes han hecho que mi traslado a Japón sea mucho más fácil. Me siento afortunado de tenerlos como amigos.