El vecino de las plantas

Capitulo 4 el vecino de las Plantas

Un día común en el edificio, Takumi llegó de la oficina, cansado y aburrido como siempre. Sin embargo, al mirar a su alrededor, vio a Simón también llegando, pero con su usual alegría. Algo lo impulsó a hacer lo que nunca antes había hecho: saludar a Simón.

—Hola, Simón, ¿qué tal tu día? —preguntó, casi sorprendiéndose a sí mismo.

Simón lo miró con una sonrisa amplia, como siempre.

—¡Hola, Takumi! He tenido un día excelente, gracias por preguntar.

Takumi recordó las palabras de Aiko, quien sugirió que tal vez la vida de Simón no era tan perfecta como aparentaba. "Simón tiene problemas... Sí, claro", pensó Takumi con escepticismo. Pero algo lo mantuvo interesado en la conversación, así que decidió provocarlo un poco.

—¿Y qué hay de nuevo trabajando en casa? —dijo, queriendo molestarlo por no salir en todo el día.

Simón, lejos de sentirse incómodo, respondió con energía:

—Tengo un plan para hacer mis días más divertidos en el edificio.

Había un brillo especial en los ojos de Simón, el mismo resplandor optimista que Takumi había visto antes. Esta vez, sin embargo, parecía distinto, como si realmente estuviera tramando algo interesante.

Pasaron unas semanas, y poco a poco, el misterio detrás del optimismo inquebrantable de Simón empezó a revelarse...

Takumi y Aiko estaban cenando en silencio cuando, de repente, Aiko comentó:

—Vi a Simón hoy. Se veía alegre, pero muy cansado.

Takumi, con una sonrisa irónica, respondió:

—¿Simón? ¿Alegre? ¡Qué raro! —bromeó, dejando escapar una risa sarcástica, pero la curiosidad lo superó—. ¿Y supiste por qué la "alegría del edificio" estaba tan cansado?

—Más o menos —respondió Aiko.

Takumi frunció el ceño, intrigado.

—¿Qué quieres decir con "más o menos"?

—Simón me dijo que era una sorpresa —contestó Aiko—, pero mencionó que se había esforzado mucho en crear algo que siempre había querido. Sin embargo, le estaba costando porque no entiende bien el idioma ni cómo manejarse en la ciudad. A pesar de eso, decidió cumplir su deseo. Y ahora que recibió su primer pago de su nuevo trabajo, se dio cuenta de que podía empezar con su proyecto. Muy pronto sabremos de qué se trata.

—¿Y qué le dijiste? —preguntó Takumi, cada vez más curioso.

—Le ofrecí mi ayuda —respondió Aiko, como si fuera lo más natural del mundo.

Takumi frunció el ceño aún más.

—¿Por qué te ofreces a ayudar a un completo extraño?

Aiko, visiblemente molesta por el comentario, se cruzó de brazos y lo miró seriamente.

—¿Extraño? Simón es nuestro amigo, Takumi, y te aprecia a ti, con todo y tu falta de empatía. Él te acepta tal como eres, y nunca te ha juzgado por tu mal carácter. Solo tiene cosas buenas que decir sobre ti. Tal vez para ti sea insignificante darle una tarjeta con el número del servicio de internet, pero hay personas que valoran esos pequeños gestos. Simón no tiene a nadie en esta ciudad, apenas aprendió el idioma y está tratando de construir una nueva vida.

Takumi la miraba en silencio, procesando sus palabras.

—Recuerdas cómo nos conocimos, ¿verdad? —continuó Aiko, con un tono más suave—. Fui yo la que se ofreció a ayudarte cuando tropezaste y tiraste tus compras en la calle. Si no fuera por mi forma de ser y querer ayudar, no tendrías novia.

Takumi, derrotado por las palabras de Aiko, soltó un suspiro profundo.

—Bien, bien, tienes razón. Trataré mejor a Simón. Ganaste.

Aiko sonrió, triunfante.

—¿Lo ves? Siempre lo supe. Solo yo puedo sacar lo mejor de ti... y tal vez Simón también —dijo con una sonrisa juguetona.

Por primera vez en mucho tiempo, ambos se miraron y soltaron una carcajada, disfrutando del momento de alegría compartida.

Poco a poco pasaron los días sin ningún cambio habitual, y Simón, quien había estado desaparecido por semanas, finalmente reapareció con su acostumbrada alegría, aunque esta vez un poco nervioso. Golpeó la puerta de Takumi, a quien no había visto en mucho tiempo debido a que estaba concentrado en su misterioso proyecto.

Takumi estaba en su sala, absorto en la lectura de un libro, cuando de repente escuchó el sonido de la puerta. Al abrir, se encontró con Simón. En un primer instante, quiso molestarse, pero recordó las palabras de Aiko y decidió calmarse. Respiró hondo y abrió la puerta con una actitud más tranquila.

—Hola, Simón. ¿Qué te trae por aquí? ¿Necesitas algo? —preguntó, mientras en su mente pensaba: Si no me porto bien con Simón, pierdo a Aiko, lo que lo hizo soltar una risita irónica.

Simón, algo desconcertado, le preguntó:

—¿Pasa algo?

—No, nada. Mejor dime, ¿qué te trae por aquí? —respondió Takumi, intentando disimular su humor.

Simón, con su típica emoción, dijo:

—Quiero enseñarte algo. ¿Tienes un poco de tiempo?

Takumi, algo escéptico, respondió:

—Tengo un par de minutos libres. ¿De qué se trata?

—Date la vuelta —dijo Simón, con una sonrisa misteriosa.

—¿Qué? —preguntó Takumi, desconcertado.

—Confía en mí, no te voy a secuestrar —bromeó Simón.

Takumi, resignado, respondió:

—Está bien, pero nada de bromas pesadas, ¿ok?

—No prometo nada —contestó Simón con una risa mientras le colocaba un pañuelo sobre los ojos.

—¿Estás listo? —preguntó Simón, lleno de emoción.

—Solo llévame ya —respondió Takumi con su típico mal humor, pensando: ¿Para qué me presto para estas cosas? Ojalá termine rápido.

Simón lo condujo escaleras arriba, y aunque Takumi pudo notar que simplemente subían por el edificio, no podía dejar de preguntarse: ¿A dónde vamos?. Finalmente, escuchó el sonido de una puerta al abrirse y sintió el aire fresco al salir al exterior.

—Estamos en la terraza... —murmuró Takumi, reconociendo el lugar donde solo había estado una vez, cuando alquiló su departamento.

—¿Estás listo? —preguntó Simón, lleno de entusiasmo.




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